Antonio López Ortega ha tenido una agenda apretada desde que llegó a Caracas el 19 de noviembre.
El 23 fue la presentación en Ciudad Banesco de los tomos I (poesía) y II (ensayos) de la Obra completa de Eugenio Montejo —editada por él, Graciela Yáñez Vicentini y Miguel Gomes para el sello español Pre-Textos—, el viernes pasado se presentó Nuevo país del diseño gráfico, de la serie Los rostros del futuro de Banesco, con él como compilador, y hoy estuvo a cargo del pregón de la séptima Feria del Libro del Oeste de Caracas (FLOC).
En la feria participará en varias actividades, entre ellas otra presentación de la obra de Montejo, que tiene pendiente un tercer tomo de heterónimos que debería salir de imprenta en abril de 2023; habrá una lectura colectiva sobre poemas de Montejo en la que intervendrán 20 personas de distintas generaciones, y estará a cargo de una entrevista con Andrés Sánchez Robayna, escritor canario invitado por la FLOC.
Bajo el lema “Construimos futuro”, la feria de la Universidad Católica Andrés Bello, que no se hacía totalmente presencial desde 2019, ofrecerá más de 80 actividades gratuitas y espera recibir a al menos 5.000 visitantes. Una de esas actividades será un recital de Rafael Cadenas, Premio Cervantes 2022, junto a Sánchez Robayna.
—Para usted, ¿qué representa la Feria del Libro de la UCAB en este momento?
—Nosotros hemos tenido, desde los 90, con la creación del Centro Nacional del Libro (Cenal) y la ley del libro, un florecimiento de ferias del libro que todos conocemos. Uno puede recordar como una de las primeras iniciativas la Feria Internacional del Libro Universitario (FILU), que fue pionera, fíjate que fue hecha por una universidad (la Universidad de Los Andes). Luego, en un segundo momento, surgió la Feria Internacional del Libro de la Universidad de Carabobo (Filuc), también hecha por una casa de estudios. Después podemos hablar de la feria de Chacao, que lamentablemente desde hace unos años no se está haciendo, no entiendo bien las razones porque la organiza un municipio. Y por otro lado, en los últimos tiempos, está la Feria Internacional del Libro del Caribe (Filcar), con la que tuve mucho que ver. Fueron cinco ediciones, contamos con el apoyo de otra universidad, la de Margarita. ¿De qué habla eso? De un momento en el que tuvimos un panorama extraordinario, rico, nutritivo, de distintas ferias en el país. Esa no es la situación actual. Sabemos cuál es la situación editorial en Venezuela, una industria que se quedó sin insumos, que dejó de recibir consideraciones a nivel de políticas públicas. Creo, entonces, que la FLOC significa uno de los impulsos más recientes, creo que el más nuevo, para sostener un espacio para el libro y la lectura. En este momento es prácticamente la única feria de Caracas. Y no cesa de crecer. Estaba viendo la programación de este año y es considerablemente mayor que la del año pasado. Allí tenemos un bastión que se mantiene, que trae invitados internacionales.
—¿Qué significa para usted ser pregonero este año?
—Siento un enorme agradecimiento por esta deferencia. Francamente me honra y aún más que haya sido por la UCAB. En el pregón voy a reflexionar sobre la institucionalidad cultural venezolana a lo largo del siglo XX. Hay que hablar de lo que fuimos capaces de hacer en cuanto a creación de instituciones culturales, aprobaciones legislativas, en crecimiento cultural. Son cosas que se nos olvidan, sobre todo a la gente joven, y la universidad está llena de gente joven. Se olvida todo lo que cantidad de mujeres y hombres venezolanos hicieron en el siglo XX para que tuviéramos editoriales, museos, programación a nivel nacional. Las universidades también jugaron un rol importante en la parte cultural. También, hay que decirlo, muchas de las fundaciones privadas que existieron, fueron fundamentales en el crecimiento cultural. Quiero reflexionar sobre eso: lo que hemos tenido, sobre todo en democracia, en el campo cultural, y recordar lo que fuimos capaces de hacer por el país y la cultura nacional.
—¿Cómo encuentra el movimiento cultural?
—Admiro la perseverancia de los creadores culturales, en distintas disciplinas, poetas, artistas, músicos. Todos siguen trabajando. Todos siguen teniendo mucho empuje. Las fallas de la cultura no están por el lado de la creación, la creación se mantiene a pesar de las dificultades. Diría que las fallas están más bien en el campo de la institucionalidad cultural y de las políticas culturales. Ese podría ser el diagnóstico. El país, en materia de políticas públicas culturales, está en los peores momentos, mucho más si lo comparas con lo que hemos tenido en el pasado. Los creadores no cuentan con incentivos, tienen que trabajar con su propio esfuerzo. Las pocas editoriales que hay tienen que trabajar con las uñas. Estamos lejos de cualquier situación del pasado. No diré que era perfecto, pero sí diré que había muchas instituciones, había una red museística extraordinaria, había ferias, había legislación cultural, existían instituciones extraordinarias como el Instituto Nacional de Patrimonio, el Centro Nacional del Libro, o la ley de artesanía, así como las direcciones de cultura de las universidades, las direcciones de cultura de los gobiernos regionales. Había un sistema.
—Vemos que la literatura venezolana se difunde más ahora en el exterior. ¿Cuál es su opinión?
—Creo que debemos reconocer, en todos los campos, el esfuerzo que hacen los creadores para no dejar de crear. En la colección de Banesco, justamente, hemos tenido literatura, teatro, cine, música, fotografía, en fin. Revisar esa colección da una idea clara de la creación cultural. Describe claramente a los que están trabajando en el país y describe claramente a los que están trabajando en el exterior. Esa realidad no la debemos ver como un divorcio, sino más bien como una especie de red que hoy en día une tanto la realidad nacional como la realidad de afuera. Los creadores de afuera también están respondiendo a la realidad cultural venezolana, solo que el centro de producción cultural se ha desplazado. De alguna manera un escritor en Francia o un artista en Alemania están abonando también por la creación cultural. Producimos desde distintas capitales, editamos o exponemos o nos presentamos en conciertos en distintas capitales, y eso corresponde a la creación cultural venezolana. Ya no tenemos un centro sino múltiples centros, eso hay que verlo con mucha claridad, porque es lo que está ocurriendo. Un elemento interesante, por ejemplo, es que todos los creadores venezolanos están intercomunicados. Todos se conocen, todos intercambian ideas. Estamos en un mundo de redes y comunicación interplanetaria. Eso facilita la comunicación. Cada uno de ellos está enterado de lo que están haciendo sus colegas. Lo veo como una reacción sana a los problemas que hemos tenido.
—¿Para usted qué implica escribir y ser promotor desde afuera?
—En el campo de la promoción cultural tengo compromisos específicos. Por ejemplo, desde el año 2000 soy asesor temático de la feria de Valencia, eso no ha cesado, mi vinculación con la feria de la UCAB y con Marcelino Bisbal ha sido durante los últimos tres años, y este año ha sido mayor que en años anteriores. Lo hago con mucho entusiasmo, de manera completamente natural. También me ha tocado, sobre todo en el campo literario, trabajar por la difusión de la literatura venezolana hacia afuera. He estado muy concentrado en lo que he podido hacer con Pre-Textos desde 2007. Me tocó publicar la obra reunida de Alejandro Oliveros, años después fue la obra reunida poética de Yolanda Pantin, luego el libro de Igor Barreto, más recientemente fue la obra reunida de Guillermo Sucre, y adicionalmente trabajos mayores como, en 2019, la publicación de la antología Rasgos comunes, que la hicimos con Miguel Gomes y Gina Saraceni; es una de las más importantes antologías poéticas venezolanas del siglo XX, y un mecanismo de difusión porque al publicarse en Pre-Textos es un libro que circula a nivel internacional. Más reciente lo que hemos hablado de Montejo. No se trata de obra reunida sino obra completa, el trabajo que hemos hecho con Miguel Gomes y Graciela Yáñez Vicentini lo considero un paso adicional, tratándose de una obra ya cerrada. Eso explica un trabajo. Estar afuera, pero trabajar desde afuera por difundir la literatura venezolana. Eso también es una tarea importante, que la están haciendo muchos escritores también.
—¿Y como creador?
—En mi época de estudiante viví siete años en París, entre 1979 y 1985. Siempre los viajes te cambian, como persona y creador, y te enriquecen. Recuerdo que en mis años de estudiante leí mucha literatura francesa, poesía francesa, también me tocó, por los estudios que tomé, trabajar mucho literatura clásica española, sobre todo el Siglo de Oro. Fue un período de mucha lectura y creación. En esta etapa, que estoy en otra posición, desde 2017 he publicado tres libros. Tengo uno de cuentos titulado Kingwood, publicado en Pre-Textos, y el año pasado publiqué en Monroy Editor la novela Preámbulo, esa colección la dirige Violeta Rojo. Indistintamente estoy publicando fuera y dentro. En el campo de la escritura, uno se va también con sus sentimientos y sus ideas. Me acuerdo que Juan Carlos Onetti tuvo que vivir muchos años fuera de Uruguay. Cuando por fin pudo regresar, un periodista le preguntó cómo había hecho para escribir sobre Montevideo estando tanto tiempo fuera. La respuesta me parece impresionante. Él le dijo que la Montevideo que le interesaba la tenía en la cabeza. Hago el comentario porque uno viaja con los recuerdos, con la memoria, con los sentimientos, eso de alguna manera se mezcla con las vivencias en el sitio donde estás, con las lecturas, y va moldeando la creación también. Estoy escribiendo mucho, produciendo mucho. Tengo una novela en ciernes, titulada Los oyentes, que estimo saldrá el año que viene. Ha sido mi trabajo narrativo más ambicioso. Yo la llamo novela musical porque tiene mucho que ver con el referente musical. Habla sobre todo de unos personajes jóvenes que vivieron en Venezuela entre las últimas tres décadas del siglo XX, 70, 80, 90, y un poco los comienzos de este siglo XXI. Si bien es una historia de una enorme amistad entre un grupo de jóvenes, mujeres y hombres que se conocen desde el bachillerato y que crecen juntos, estudian y viajan, a pesar de ese recorrido, puedes ir viendo, en el fondo, la evolución del país, cómo fue cambiando o cómo el país los fue cambiando a ellos también.
—En Preámbulo también va hacia el pasado. ¿Es un tema que le interesa ahora?
—En este momento, narrativamente, me está interesando sobre todo ver hacia el pasado. Ni siquiera el presente, y mucho menos el futuro, sino ver hacia el pasado. Preámbulo se remonta a una memoria que es más de mis abuelos y de alguna manera de mi padre. Quise saldar cuentas allí con historias familiares que tienen que ver de una familia que migra de los llanos a Caracas entre los 30 y 40. Entonces Preámbulo salda deudas con ese período. La actual, la que ya terminé, como te comentaba, se ubica en las postrimerías del siglo XX, porque yo creo que los 70, 80 y 90 fueron décadas importantes, previas a lo que vivimos social y políticamente desde prácticamente 1999. Ha cambiado el país de manera dramática.
—¿Qué implicó el ambicioso proyecto de reunir la obra completa de Eugenio Montejo?
—Es una especie de inmersión profunda en un autor que ya conocemos. Obra completa es obra completa, no puede quedar nada por fuera. Comenzamos en 2014, estamos terminando en 2022, hablamos de ocho años. Ocho años en los que Miguel, Graciela y yo estuvimos trabajando desde distintas localidades, Graciela en Caracas, yo en Tenerife y Miguel en Connecticut. Diría también que la obra completa, en el campo de la investigación, es una verdadera lectura y un arqueo de materiales muy exhaustivo. Eugenio fue un autor que no solo publicó en Venezuela, también lo hizo en otros países. También, como articulista y ensayista, publicó en una cantidad enorme de revistas mexicanas, colombianas, argentinas, españolas, y desde temprana edad. Hablamos de un autor que escribió mucho en el campo del ensayo, pero por ejemplo muchos de esos ensayos no los recogió en libro. Te podrás imaginar ese arqueo de material que tuvimos que hacer en revistas pérdidas en el tiempo en distintas bibliotecas, tuvimos que recurrir a muchos amigos para buscar documentación en distintos países. Por ejemplo, en el caso del tomo del ensayo, Eugenio solo publicó dos libros, eso sumaba unas 300 o 350 páginas, por decir algo. Pero el de ensayos quedó en más de 1.000 páginas. Significa que más de la mitad del libro de ensayos tiene que ver con textos recuperados de distintas publicaciones, algunas hemerográficas y otras son libros colectivos. Para el tercer tomo, de heterónimos, gracias en gran medida al apoyo que siempre nos dio su viuda, Aymara Pinto de Montejo, logramos recuperar material invalorable. Al punto que te puedo decir que el tomo de heterónimos trae uno desconocido hasta ahora, lo encontramos en archivos, un heterónimo que era de un dramaturgo rumano. Esa es otra de las cosas importantes del tercer tomo, que también trae más material del que había publicado Eugenio sobre los heterónimos.
—¿Hay autores pendientes por reunir su obra completa? ¿Hay proyectos en camino?
—No te puedo hablar de proyectos específicos porque no existen aún. Pero sí te diría que, por ejemplo, Juan Sánchez Peláez merece un proyecto de obra completa. Hemos tenido la excusa del centenario, pero es un autor que merece, por su peso en la literatura, una obra completa. Realmente es un proyecto atractivo. También te nombraría una autora más o menos de la generación de Sánchez Peláez, una extraordinaria escritora: Luz Machado. Creo que Luz Machado merece un proyecto de obra completa. Es una de esas autoras que, si bien ganó el Premio Nacional de Literatura, creo que la crítica no la ha ubicado en el nivel que merece. Creo que es una escritora extraordinaria, avanzada para su tiempo y no suficientemente bien leída. Te podría dar otros nombres, pero creo que esos dos son cruciales en este momento.