Alfonso Molina es periodista, publicista, ensayista y editor desde 2006 del portal Ideas de Babel. Pero, sobre todo, es crítico de cine. En este periódico fue autor de las columnas diarias «Cámara lenta», primero, y «La Gran Ilusión», luego. Integró la Junta Directiva de la Fundación Cinemateca Nacional en dos oportunidades y ha sido jurado de varios festivales internacionales. “El cine, dice, ha sido mi pasión creadora”.
American Splendor, el cine de EEUU en el siglo XXI (Barralibros Ediciones, Bogotá, 2024) se suma a otros títulos de Molina con el cine como motivo. En 1998 publicó “Memoria personal del largometraje venezolano” en Panorama histórico del cine en Venezuela, obra de varios autores editada por la Fundación Cinemateca Nacional; tres años después presentó Cine, democracia y melodrama: el país de Román Chalbaud, editado por Planeta. También tiene textos de otro tenor, como periodista que ha abordado diversos campos. Molina fue parte del grupo fundador de El Diario de Caracas. Por más de 20 años fue también director creativo en la industria publicitaria y de mercadeo. En 2018 participó en la cofundación de la Asociación Ávila Monserrate en Colombia, una organización colombo-venezolana que defiende los valores democráticos, la integración binacional y los derechos humanos.
Cautivado por el cine desde su adolescencia, Alfonso Molina ha perdido la cuenta de cuántas películas ha visto. Pero recuerda la primera, una pieza fundamental de la comedia italiana, que vio en un cine de barrio caraqueño. En la sala oscura, aislado del mundo, Molina penetra en la visión de los creadores cinematográficos y de eso habla en American Splendor.
—¿Recuerda la primera película que le impresionó?
—Fue Il sorpasso (1962) de Dino Risi, con Vittorio Gassman y Jean-Louis Trintignant. Se me olvidó cuál fue su título en español (La escapada), pero la recuerdo como una pieza fundamental de la llamada commedia all’italiana, subgénero que recurrió a la risa para expresar los dramas de la vida cotidiana. Gassman y Trintignant estaban muy jóvenes. La vi en un cine de barrio caraqueño en 1963. Yo tenía apenas 12 años. Desde entonces he corrido una vida llena de películas.
—¿Qué significa ver cine?
—Para mí ha sido una experiencia estética muy personal que comienza de manera sensorial, se desarrolla emocionalmente y se completa de forma racional. En ese orden. En la sala oscura te aíslas del mundo para percibir la visión de los creadores del cine (directores, guionistas, intérpretes, etcétera) sobre un fragmento subjetivo de la realidad… o de la fantasía.
—¿Por qué escribió American Splendor?
—Porque el de cine de EE UU en las primeras dos décadas del siglo XXI ha demostrado una renovación importante como la primera industria cinematográfica del planeta. Como analista del cine (películas, autores, movimientos, clásicos) acostumbrado a publicar en la prensa o hablar en radio, necesitaba compartir mis apreciaciones no solo de ciertos filmes estadounidenses sino también de los procesos históricos y sociales en los cuales se insertan. Hay factores internos en lo que percibimos en la pantalla (historia, dirección, fotografía, música, montaje) pero también hay factores externos que definen la dimensión de la película: trayectoria del realizador, contexto social y político del film, entorno cultural, circunstancias étnicas, etcétera.
—¿De las 170 películas que comenta en American Splendor, cuáles son imperdibles?
—La selección que hice es muy personal. Caprichosa, si se quiere. Hay algunos filmes excelentes, otros no tanto. Desde luego, no son todas las películas estadounidenses que se han estrenado en América Latina en estas dos primeras décadas de la centuria. Pero sí las que más me han interesado. Aquí están varias que son obligatorias: Descubriendo a Forrester (2000) de Gus van Sant, Cosas que diría con solo mirarte (2000) de Rodrigo García, Antes que anochezca (2000) de Julian Schnabel, Río Místico (2003) de Clint Eastwood, Perdidos en Tokio (2003) de Sofia Coppola, Capote (2005) de Bennett Miller, Niños del hombre (2006) de Alfonso Cuarón, Antes que el diablo sepa que has muerto (2007) de Sidney Lumet, Medianoche en París (2011) de Woody Allen, Nebraska (2013) de Alexander Payne, Puente de espías (2015) de Steven Spielberg, En primera plana (2015) de Thomas McCarthy y muchas más.
—¿Alguna película inolvidable? ¿O hay muchas?
—Me es imposible elegir solo una en el cine universal. Tampoco en la producción de EE UU. Son varias. A manera de ejemplo, en el siglo pasado me encantó Chinatown, de Roman Polanski, un clásico del cine negro que acaba de cumplir 50 años. Por supuesto, El Padrino (1972), La conversación (1973) y El Padrino II (1974), las tres de Francis Ford Coppola. En el sigo XXI me decanto por Medianoche en París (2011), de Woody Allen, Perdidos en Tokio (2003) de Sofia Coppola, Capote (2005) de Bennett Miller, Puente de espías (2015) de Steven Spielberg y otras más.
—¿Cuántos años de vida tuvo su columna en El Nacional?
—Primera etapa con «Cámara lenta»: desde enero 1977 hasta junio de 1979. Segunda etapa con «La Gran Ilusión»: desde mayo de 1981 hasta abril de 2002. 24 años en total.
—¿Cuál es el director que más le gusta?
—Son varios. Si seguimos hablando del cine norteamericano debo referirme a Sidney Lumet, Woody Allen, Steven Spielberg, Clint Eastwood, Martin Scorsese, Robert Redford, Ron Howard, Robert Zemeckis, los hermanos Cohen, Ridley Scott o Alfonso Cuarón, quienes comenzaron la centuria pasada. En el siglo XXI aprecio el trabajo de David Fincher, Alexander Payne, Christopher Nolan, Paul Thomas Anderson, entre otros.
—¿Y la actriz, primero por esto del género?
—Fácil: Meryl Streep es eterna. También destacan Sandra Bullock, Naomi Watts, Marion Cotillard, Charlize Theron, Juliette Binoche, Jennifer Lawrence, Penélope Cruz, Nicole Kidman
—¿Y el actor?
—Los mejores actores del cine actual de EE UU comenzaron a destacarse en el siglo pasado. Es imposible dejar de apreciar a Robert De Niro, Daniel Day-Lewis, Javier Bardem, Morgan Freeman, Stanley Tucci, Matt Damon, Jack Nicholson. Ahora hay que poner el ojo en Jonah Hill, Paul Giamatti, Ryan Gosling, Aaron Taylor-Johnson y nuevos nombres que se están levantando
—¿Cuál es el mejor momento para ver una película?
—Cuando sientes la necesidad emocional de conocer las visiones de grandes creadores. Me sucede lo mismo con la literatura, el teatro y la música.
—¿Cuántas películas habrá visto? ¿Lleva la cuenta?
—No lo sé y me tiene sin cuidado. Tengo más de tres décadas analizando los procesos cinematográficos y es imposible contabilizar cuántas películas.
—¿Por qué hay que leer American Splendor?
—Para conocer las tendencias esenciales del cine más poderoso del mundo, para apreciar sus mejores películas como expresiones del arte, la industria y la comunicación.
—Pareciera que los críticos de cine han desaparecido en su faceta de veedores independientes.
—Yo diría que los medios tradicionales han ido sacrificando el análisis ante la imperiosa brevedad del discurso de las redes sociales. Son contados los diarios que mantienen su sección de crítica. Se prioriza la consigna inmediatista y se subestima la comprensión. No solo sobre el cine sino sobre cualquier expresión cultural y, desde luego, sobre las ciencias sociales. Sin embargo, han surgido portales digitales dedicados a análisis cinematográfico. Hay que apoyarlos.
Busque American Splendor en Amazon https://www.amazon.com/dp/B0D9T5SZYK?ref_=pe_93986420_774957520
Noticias Relacionadas
El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!
Apoya a El Nacional