Siete años pasaron desde la última vez que Alexis Cárdenas estuvo en Venezuela. Mucho tiempo si se toma en cuenta que, cuando el violinista estudiaba en el Conservatorio de París, pasaron apenas dos años en los que no visitó el país. Para el concertino de la Orquesta Nacional de Île-de-France volver es una necesidad vital que le permite conectar de nuevo con amigos músicos y cargarse de esa venezolanidad que, dice, echa de menos en su día a día en Francia, donde vive desde hace 25 años.
Sólo estará en el país una semana. El lunes viajará a Colombia para regresar a París. Sus primeros días los pasó en su Maracaibo natal, rodeado de su familia. Nada de actividades musicales. De hecho, uno de sus propósitos de este año es pasar las Navidades en el país. «En diciembre hallacas en Caracas y Maracaibo, eso es seguro», dice Cárdenas.
En Caracas cumple con una agenda cargada de actividades. Divide su tiempo entre una serie de clases magistrales de violín y los ensayos para el concierto que tiene previsto este domingo, junto a la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar de Venezuela, dirigida por Andrés David Ascanio, en el que será solista. Será un recital importante para él, pues interpretará luego de 20 años el Concierto para violín de Jean Sibelius. «Es mi concierto de juventud. Viví muchas cosas con ese concierto, positivas y negativas», recuerda.
Estos dos últimos días han sido especialmente intensos para Cárdenas. Desde temprano, el violinista se instala en uno de los salones subterráneos del Centro Nacional de Acción Social por la Música, en Quebrada Honda, para la jornada de clases magistrales. En las sesiones, abiertas a todo público, se dedicó, músico por músico, a analizar y corregir aspectos de postura, técnica y sonido. Fueron tres horas en las que también intentó transmitirle a esa nueva generación de músicos la importancia de conservar su identidad como venezolanos en cada pieza que tocan. «Somos latinoamericanos, tenemos una identidad muy clara, tenemos una forma de bailar, de comer de hablar, de reír que tenemos que imprimirle a todas las grandes páginas de la música clásica».
Para el violinista estar lejos de sus raíces ha sido difícil; sin embargo, asegura que la música, sobre todo tradicional venezolana, lo hace sentir cerca pese a la distancia. «Los últimos 40 años de música venezolana son esenciales en mi playlist de vida en París, porque cuando estás lejos necesitas reencontrarte y saborear ese tipo de cosas».
—¿Cuánto tiempo tenía sin venir a Venezuela?
—Tenía sin venir a Venezuela, sin venir a Caracas, siete años y medio exactos. La última vez que toqué con la Orquesta Simón Bolívar fue el concierto de Benjamin Britten, una creación que se hizo aquí. Pasaron ya siete años y medio sin estar en contacto con El Sistema; bueno en contacto sí, porque durante la pandemia hicimos una masterclass. Vamos a hacer todo lo posible porque no vuelvan a pasar siete años más y estar en contacto más estrecho y directo con las próximas actividades, seguramente antes del próximo año estaré por aquí de nuevo. Estoy saliendo el lunes para Bogotá de regreso y ya el martes a París.
—Viene con una agenda apretada. ¿Qué contempla esa agenda?
—Este viaje era necesario para mí, sobre todo después de la pandemia, pues ha sido un evento que ha conectado al mundo entero y me parece increíble que, ahora reencontrándome con la familia, todo el mundo coincide en que realmente desaparecieron de nuestra memoria esos años. Era una urgencia, yo tenía que regresar. Estuve en Bogotá tocando en unos conciertos, estuve en Maracaibo visitando a mi familia, única y exclusivamente con la familia, no organicé ningún concierto, y por supuesto de paso por Caracas para ya hacer algo musical. Ahora estoy terminando un proyecto discográfico, trabajando mucho, regreso inmediatamente con una gira de conciertos en Francia y con la Orquesta Nacional Ile de France. Mucha actividad.
—Este domingo tiene un concierto junto a la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar de Venezuela, bajo la dirección de Andrés David Ascanio. ¿Por qué Mahler y Sibelius? ¿Cómo fue la selección del repertorio?
—Sobre el repertorio del domingo me comentaba el maestro Ascanio que la sinfonía de Mahler aparentemente hace ya 8 o 9 años que no la hacen, así que la primera de Mahler, la Titán, y el concierto de Sibelius, que era mi concierto de juventud, fue el concierto con el que hice todos mis concursos internacionales. Yo tengo seis premios internacionales, pero el concierto siempre en las pruebas de los concursos es la obra para la final y siempre hay cuatro eliminatorias o tres eliminatorias, depende de los concursos; entonces digamos que de alguna forma yo viví muchas cosas con ese concierto, positivas y negativa, porque efectivamente gané seis premios, pero me eliminaron de la semifinal del Paganini la segunda vez que lo hice. No siempre se pasa la final. Creo que se acumuló una cantidad de sensaciones en ese concierto, por lo que traté de dejarlo un poco, dejarlo vivir, dejarlo macerar. Esta es la primera vez que tocaré ese concierto en 20 años. Es curioso, a lo mejor lo hice inconscientemente con este regreso a Venezuela. Como dice Mario Benedetti: «El olvido está lleno de memoria». Probablemente sea cierto que reencontrarme con Venezuela después de siete años y medio es muy emotivo para mí, y también reencontrarme con el concierto de Sibelius en una una etapa muy especial en mi vida, en mis 47 años. Espero que mi versión de ahora, después de 20 años sin tocarlo, sea más madura.
—Además, con la de hoy, es su segundo día de clases magistrales de violín ¿Como violinista, como músico, qué le interesa transmitir a las nuevas generaciones de El Sistema de su instrumento?
—Hay una cosa que me sorprende de los violinistas, de los músicos en Venezuela de El Sistema, son muy apasionados con lo que hacen. Tienen una gran disciplina, ellos ya se proyectan en la vida como músicos, como profesionales y eso es muy importante. Yo creo que el challenge de la vida es conseguir a temprana edad lo que realmente te apasiona, a lo que te quieres dedicar en la vida y todos estos chicos que yo escucho, unos por supuesto más talentosos que otros y con diferentes vivencias, tienen realmente una conexión con la música rigurosa y disciplinada. Eso es fundamental. Algo en lo que insisto es en que se conecten mucho más con una cosa que incluso en Europa se está olvidando y es la tradición y, sobre todo, entenderla y sentirla como nosotros somos en Latinoamérica. Nosotros no vamos a hacer vieneses ni franceses ni rusos; somos caribeños, somos latinoamericanos, tenemos una identidad muy clara, tenemos una forma de bailar, de comer de hablar, de reír que tenemos que imprimirle a todas las grandes páginas de la música clásica. Esa es una fórmula que ya ha funcionado porque tenemos a Gustavo Dudamel, que es una figura clave para el futuro de la música clásica. Justamente lo que él ha hecho con su carrera es eso, imprimirle esa personalidad tan espontánea, tan sencilla y con un carisma indiscutible, su venezolanidad, lo que él es, Barquisimeto ya para ser más específico en una página de John Adams. Eso es lo que yo trato de transmitirle a los jóvenes, que sigan manteniendo esa identidad clara de cómo nosotros sentimos las cosas y cómo tenemos que seguir haciéndolas.
—Más allá de la música clásica, la música tradicional venezolana también ha estado presente en su carrera. ¿Cómo describiría su relación con ella? ¿Cómo considera que es percibida hoy en el mundo?
—Yo creo que nosotros tenemos una fuerza muy especial en nuestra tradición, en nuestra música venezolana, en nuestra música tradicional popular, así como existe en Cuba y Brasil. Realmente ocurrió un mestizaje total, menciono Cuba Brasil y Venezuela como un mestizaje del negro, del indio y del blanco. Realmente se dio ese fenómeno en estos tres países y eso es una fuerza increíble. No considero que yo tenga una relación especial con eso, yo formo parte simplemente de una gran tradición que viene desde el Quinteto Contrapunto, El Cuarteto, los gurrufios, los anaucos, la lista es enorme. Para mí los últimos 40 años de música venezolana son esenciales en mi playlist de vida en París, porque cuando estás lejos necesitas reencontrarte y saborear ese tipo de cosas. Creo que eso no está solamente claro en nuestra música popular, sino también en nuestra música clásica, con figuras como el maestro Estévez, el maestro Juan Carlos Nuñez. La lista de compositores venezolanos, que tienen clarísimo nuestra tradición y que se inspiran de todo eso como un imaginario sonoro increíble, es enorme.
—Se le considera uno de los mejores violinistas en la actualidad. ¿Cómo lleva ese título?
—No lo sabía, pero me da mucho gusto eso. Yo no me considero uno de los mejores violinistas del planeta. Creo que lo que sí puedo decir es que yo soy un embajador de una memoria y de una forma de sentir que es el Caribe y eso lo tengo clarísimo. Yo trataré de tocar siempre un Ravel y Bach, y eso lo asumo ahora a mis 47 años después del conservatorio, de una trayectoria y de ser concertino de una orquesta. Yo lucho y enseño eso a los jóvenes, a que sigamos siendo fieles a lo que realmente somos.
—¿Cuánto hay que estudiar? ¿Cuántos sacrificios hay que hacer para poder ejecutar el violín como lo hace usted?
—La palabra sacrificio no es de mis preferidas pero disciplina, rigor, tenacidad, ser fiel a una idea y seguir luchando en un ideal, sí, pero yo debo reconocer que el violín es un instrumento sumamente difícil. Es increíble cuando se está en un buen estado técnico, digamos, y se abandona el instrumento durante dos o tres semanas, regresas y tienes que empezar todo de nuevo. Es toda una filosofía de vida y te enseña que una de las cosas más importantes es ser consecuente con la familia, con el amor, con la pareja, con la música, con el violín. Tampoco es buena la obsesión. Tengo muchos amigos músicos que se olvidan del resto del mundo y solamente es la música o el violín, 8 horas diarias. No, hay que vivir.
—Anunciaba en sus redes sociales la serie Recordar es vivir en Youtube. ¿De qué va?
—Yo los quise llamar diálogos e intenté conectarme con venezolanas y venezolanos que están en todo el mundo. Fue una gran sorpresa porque me di cuenta de que había muchos venezolanos y venezolanas, sobre todo venezolanas, que ocupan puestos en orquestas importantísimas en Europa. Tenemos una violinista que está en Bélgica y acaba de ganar, hace dos años, una oboísta a la que le está yendo muy bien, además ganó el tercer premio o segundo en el concurso de Ginebra. Esos encuentros con directores, con músicos, fue toda una serie, teníamos que ocuparnos durante la pandemia, pero fue muy bonito y debería retomar esa idea, lo que pasa es que no se tiene mucho tiempo para eso.
—Y también, en sus redes sociales, comentó en febrero que prepara nuevo disco.
—Ya el disco está listo. Se llama Capricho latino, es latinoamericano con una puntuación muy venezolana y con muchos invitados como Miguel Siso, Leónidas Rondón, Gonzalo Grau, muchos amigos invitados. Estoy en el proceso de la mezcla. Yo calculo que saldrá en la segunda mitad del año, pero sin duda este año sale.
—Fue gran amigo de Aquiles Báez, con quien grabó uno de los discos fundamentales de la música venezolana en el que también participó Aquiles Machado. Si le pregunto hoy que echa de menos de Aquiles y cuál fue su aporte a la música venezolana qué me diría.
—Sin duda que Aquiles fue de los compositores que conecta la tradición venezolana con elementos modernos, como una especie de Astor Piazzolla del merengue, del joropo, de lo nuestro. Yo lanzaría la idea, aprovecho esta entrevista para lanzar la idea, a todos aquellos que estén interesados en rendirle un homenaje, porque yo creo que es importantísimo que todos los artistas venezolanos hiciéramos un disco de Aquiles Báez, uno o dos, una especie de cofre con toda la obra de Aquiles, que es inmensa. Yo tengo, porque una de las cosas que él fue a hacer Europa en su último viaje era dar a conocer ese libro de composiciones que hizo. De hecho, hay dos, que yo los tengo y me di cuenta que tiene una cantidad de cosas. Es apenas un 20% de lo que él ha hecho y tenemos entonces el compromiso de muy pronto hacer un proyecto discográfico con todos los venezolanos del mundo. Aquiles Báez se lo merece.
—Cuando se piensa en el violín no se le relaciona inmediatamente con la música tradicional. Usted pasa de interpretar a Mahler, a tocar música tradicional latinoamericana o Fuga con Pajarillo. ¿Le ha ido dando forma con el tiempo o fue algo que se propuso desde sus inicios con el instrumento?
—La música popular siempre ha estado ligada a la creación clásica, un ejemplo es Mahler con sus valses vieneses. Toda la música de Mahler está llena de la música tradicional de Viena. Otro ejemplo son las Danzas Húngaras de Brahms, que se iba todas las noches a una taberna a escuchar a los gitanos húngaros y ahí él se copiaba de todas las danzas. Como dijo Stravinski «Todo el mundo copia, pero los genios roban». En fin, la lista es enorme. Para mí no hay ningún conflicto entre una cosa y la otra. Es cierto que es muy distinto hacer un concierto de Beethoven y después tocar un joropo, pero no hay frontera entre una cosa y la otra.
—Vive en París desde hace 25 años, poco más de la mitad de su vida. ¿Cómo mantenerse en contacto desde esa ciudad que llaman la ciudad luz con sus raíces?
—Para mí ha sido muy complicado los últimos años porque pasé siete años y medio sin venir a Venezuela. Eso es lo máximo. Siempre iba a Colombia, porque mi novia es colombiana, pero no se repetirá porque para mí es sumamente importante estar en contacto con esto, si no no aguanto el invierno parisino. Lo máximo que había pasado sin venir eran dos años cuando era estudiante en el Conservatorio de París ¿Cómo hago para soportar el invierno parisino? Eternamente joropo, eternamente danza zuliana y en todo lo que hago y todo lo que interpreto está Maracaibo.
—En su carrera ha tocado junto a grandes músicos y prestigiosas orquestas, ganador importantes reconocimientos. Habiendo hecho tanto, ¿qué le queda por cumplir?
—En este episodio de mi vida ya tengo, digamos, todos los elementos preparados. Tengo el sitio, que es mi casa en las afueras de París. Me compré una casa con 3000 metros de jardín para poder empezar la composición y algún día hacer mi concierto de violín con milongas, pasillos, bambuco, joropos, danzas, huapangos, plenas, todo lo que es Latinoamérica y todo el background de mi experiencia, tanto en el mundo clásico como en lo popular.
—¿Le interesa formar a nuevas generaciones de músicos?
—No sé si formar, porque la labor pedagógica de dedicarse como lo hace el maestro Luis Miguel González, que está haciendo una escuela de violín extraordinaria, como el maestro José Francisco del Castillo, es 100% dedicarse a eso. Prefiero transmitir mi experiencia como solista, aunque sea por corto tiempo. Por eso, trato siempre en las clases de ser muy intenso y de transmitirle, de darle un electro shock al músico, al joven, para que entienda que esa obra o ese material que está interpretando ya yo lo he degustado en el escenario. Es muy distinto conocer el trabajo académico en la música que estar en el escenario. Como dijo Malher «la tradición no es la adoración de las cenizas, sino la preservación del fuego»; ese fuego es el que yo quiero transmitirle siempre a los jóvenes cuando les enseño.
—¿Qué tiene planeado para esté 2023? ¿Cómo está su agenda para este año?
—Pasar diciembre en Venezuela, muchos conciertos, trabajo con las orquestas, mi trabajo de concertino. En el verano voy a estar en México con Alondra de la Parra en su festival, con Yamandú Costa vamos a hacer un concierto a dúo, regreso con la orquesta y en diciembre hallacas en Caracas y Maracaibo, eso es seguro.
—Última pregunta: ¿qué es lo primero que come, lo primero que hace cuando llega a Venezuela? ¿Y qué lleva en su maleta a París?
—El cariño de la gente, la espontaneidad y la maravillosa comunicación que consigues con la gente aquí. Eso no existe en Francia. Ayer me regalaron un momento musical Carlos Vega con un ensamble de músicos de la orquesta que fue extraordinario, composiciones de Orlando Cardoso e improvisé. Me regalaron un momento para improvisar y fue mágico, porque apareció Sibelius en la estructura armónica que estábamos improvisando y ese tipo de cosas solamente pasan aquí. Te voy a contar una anécdota rapidito. Hay un músico francés con el que yo compartí mucho y que me acaba de hacer un concierto de violín que se llama Richard Galeano. Él me cuenta que estuvo en Colombia en los años 80 y escuchó el vallenato tradicional y se enamoró. Escribió una composición en el acto, agarró la pluma y empezó a escribir un vallenato. Llegó a París e intentó tocar la obra y no entendía nada, no pudo sentir lo mismo. A lo mejor él se conectó con esa energía que uno siente únicamente en el lugar y eso es lo que yo siempre me llevo de Venezuela. Por eso es que yo necesito venir aquí a cargarme las pilas, llenarme de venezolanidad y de contacto con la música, pero la música del contacto con la gente. Eso es lo mejor. En Maracaibo como los tequeños y patacones, aunque ya en París hay unos muy buenos, y en Caracas unas buenas arepas.