Con su mezcla de géneros y la singularidad de sus personajes, La casa de papel se convirtió en un fenómeno cultural desde que Netflix la sumara a su grilla a finales de 2017. El dato no es menor si se tiene en cuenta que no se trataba de un estreno, al menos en el sentido estricto de la palabra. A principios de ese mismo año, Antena 3 había emitido esa primera temporada sin ningún tipo de repercusión, por lo que resultaba imposible predecir lo que sucedería después.
Ese derrotero marcado por el éxito mundial inicia su trayecto final a partir del 3 de septiembre, en una conclusión que, de acuerdo con su creador Alex Pina, no solo cerrará la historia con un sorprendente broche de oro, sino que también presentará tres nuevos personajes: Rafael (Patrick Criado), el hijo de Berlín; René (Miguel Ángel Silvestre), un viejo amor de Tokio; y Sagasta (José Manuel Seda), comandante de las Fuerzas Especiales del Ejército Español.
Con la banda encerrada en el Banco de España y el Profesor capturado, en la quinta y última temporada de La casa de papel hace su aparición el enemigo más poderoso al que ha tenido que enfrentarse el grupo: el ejército.
A Alex Pina se lo ve tan ansioso como nervioso. Tiene muy claro el precio que puede llegar a pagar si se desvía apenas unos centímetros del camino trazado en la imaginación de los fans. Y no está dispuesto a hacerlo.
-¿Le preocupa mucho defraudar a los fans, como suele suceder con los desenlaces de las series muy populares?
-Lo pensé mucho, porque yo creo que el final de una serie es un acto que siempre está condenado a la decepción.
-¿Tan así?
-Sí, porque la gente está muy vinculada emocionalmente con los personajes y siempre va a tener una mirada ultra exigente. Esa es la sensación que nos transmitieron. Realmente tuvimos una crisis importante cuando llegamos al último capítulo.
-¿Qué pasó?
-Nosotros teníamos prediseñado un final, y de pronto nos dimos cuenta de que no funcionaba. Fue el momento más crítico de toda La casa de papel. Estábamos rodando con tres unidades, y la maquinaria de producción era compleja. Justo en ese momento nos dimos cuenta y dijimos: «Esto que hemos escrito es una mierda». Nos enfrentábamos al enorme problema de defraudar a los cien millones de suscriptores que han visto la serie alrededor del planeta.
-Con tan poco tiempo ¿cuánto lo pudo modificar?
-Prácticamente todo. Hicimos muchísimas versiones, y a dos o tres días de que se nos acabara el tiempo encontramos un giro final que le daba entidad y organicidad a toda la serie. Porque van a encontrar muchas cosas que le dan sentido a lo que has visto desde el comienzo de La casa de papel.
-Diciendo esto está generando todavía más expectativa.
-Puede ser, pero nos hemos preocupado mucho en la calidad visual, quisimos ofrecer un espectáculo extraordinario. Además lo que teníamos era un despropósito que iba a generar una decepción enorme. En nuestras cabezas decíamos «Nuestro público nos va a crucificar, porque esto no está a la altura de las expectativas». Y ese pánico, que se suma al respeto que le tenemos a la audiencia, nos llevó a pensar que el final era malo. Hasta que no conseguimos encontrar un giro que tuviera una gran capacidad de sorpresa para todos, no tuvimos ‘narices’ para terminar el rodaje.
-Suena muy estresante…
-Tenía a la directora de producción que me llamaba todos los días y me decía: «Ya no podemos esperar más, entrégame lo que tengas». Y yo le contestaba: «No te puedo entregar esto porque nos echan del planeta». Es muy duro enfrentarte al final de una serie con gran fenómeno fandom, porque la expectativa es enorme.
-Pero a la vez, y teniendo en cuenta el nivel de estrés, no es también un alivio.
-Claro que hay un alivio, porque escribir también es un sufrimiento. Entonces, cuando se termina el proceso de escritura de algo, ya sea una serie, un documental o un libro, se produce un alivio, que es consecuencia de un gran proceso de trabajo y de sufrimiento constante. Y no te olvides de lo emocional. Cuando estábamos rodando las últimas secuencias de La casa de papel, realmente sentí el luto de cerrar el vínculo con esos personajes. Se mezclan muchas cosas.
-Y si hablamos de emociones, me imagino también la sensación de tristeza cuando la serie pasó por Antena 3 y fue un fracaso.
-Y después un poco también, porque lo que sucedió con La casa de papel fue un milagro, y en aquel momento, para nosotros una utopía. En Netflix se lanzó sin campaña publicitaria, con lo cual entró a formar parte de un catálogo de 250 mil series que tienen en Estados Unidos y 200 mil en Europa. Realmente creíamos que iban a hacer un ‘fondo de armario’. En ningún momento pensamos que iba a ocurrir lo que ocurrió. Cuando en el carnaval de Río de Janeiro empezaron a disfrazarse de rojo con la careta de Dalí, o en Arabia Saudita un hombre mostraba el tatuaje de Tokio, nosotros decíamos «esto es una demencia».
-¿Cuánto tuvieron que ver las redes sociales con el éxito de La casa de papel?
-Mira, yo soy analógico y a mucha honra. Realmente soy muy poco digital y estoy lo justo en redes. Las redes generan un caudal enorme de conversaciones de todo tipo, y yo creo que eso es maravilloso. Cuando haces un proyecto creativo, que se hable de ello y genere un debate encendido a mí me parece genial. Porque antes estábamos acostumbrados a que las cosas pasen en una cierta neutralidad, en un rango de longitud de onda casi sin ruido. Creo que el ruido es maravilloso cuando haces un producto de ficción, sea una película o una serie. Siempre creo que la polémica es necesaria y bienvenida.
-¿Sirve también cuando el debate excede la ficción y aparecen cuestionamientos sobre la elección de los actores, como fue el caso de Belén Cuesta, que interpretó a una mujer transexual en la cuarta temporada?
-Yo creo que cuando sale una serie todo ayuda. Que algo que tu has hecho esté en la calle siempre es mejor a que no esté. Es obvio, a nadie se le escapa. La casa de papel ha generado polémica porque tiene unos defensores que son casi fanáticos: están atentos a lo que les ocurre a los personajes y elaboran teorías de todo tipo acerca del futuro narrativo. Pero me ha pasado también con Sky Rojo, que ha levantado muchísimas páginas porque tiene una línea editorial clara sobre el tema del que trata. Puede que tenga una forma que a mucha gente no le gusta, pero es una decisión totalmente deliberada. Debajo tiene una línea editorial que tiene que ver con las prostitutas, con las cifras económicas que se manejan. Y eso, lógicamente, genera debates.
-Ya que menciona Sky Rojo, otra serie de su autoría, ¿está pensando hacer otra continuación?
-En principio la hemos dejado con un final abierto, y tenemos opciones narrativas para continuar. El universo de Sky Rojo todavía tiene mucho para dar, y me resulta muy estimulante porque me ha permitido hacer algo con mucha alma pero absolutamente exagerado. La parte 2 tiene una cosa extremadamente lúdica que nos ha divertido mucho, es explosiva y energética. Prácticamente la segunda parte de Sky Rojo se escribió al mismo tiempo que la quinta de La casa de papel, y a mí eso me vino muy bien saltar de una a otra.
-Por lo que dice, entiendo que para usted los géneros puros pasaron de moda.
-Es que lo más interesante de esta profesión es hacer géneros nuevos, mezclas explosivas de laboratorio. El futuro de las series está en reinventarnos como escritores. Después de la pandemia va a venir una mezcla explosiva de hedonismo, probablemente de existencialismo y de ganas de vivir. La apuesta nuestra es siempre hacer híbridos de géneros, que es lo que me gusta. Viene una época positiva y seguramente de una gran belleza. Ahí tenemos que estar y ver cómo nos reinventamos.
-¿Podría encajar una nueva entrega de La casa de papel en ese futuro?
-¿Tu dices si habrá una temporada más? Mira, esto es como cuando rompes con tu mujer. Se siente como un luto que tienes que vivir, un proceso de ajustarte emocionalmente. Ahora mismo me parece impensable que haya algo más que contar de algún personaje, o buscar elementos para un spin off. Pero igual no sé qué decirte, porque también es cierto que no teníamos la parte 3, y terminamos haciendo la 3, la 4 y la 5 con dos atracos. Desde el punto de vista conceptual ya es una demencia bastante grande. Creo que nuestra cabeza no está preparada para pensar en un tercer atraco. Igual dentro de tres o cuatro años capaz que ocurre algo. Pero ahora mismo no hay nada pensado.
-¿Para romper el mito del que hablábamos, cree que La casa de papel 5 será recordada como la mejor de todas las entregas?
-Lo que te puedo decir es que es la temporada más explosiva, probablemente la más complicada para el espectador, y también para nosotros porque nos hemos metido en un género bélico que nos ha llevado a grabar 32 jornadas por capítulo. Eso es una salvajada si tienes en cuenta que muchas de las películas que se ruedan ahora mismo se hacen en seis semanas. Atravesamos un nivel extremo, desde el trabajo diario y también desde lo narrativo. El espectador va a hacer un viaje con muchos altibajos emocionales, y espero que llegue satisfecho.