Con La Venezuela imposible (Alexandria Publishing, 2017), Carlos J. Rangel nos ofrece un libro con linaje. No nos referimos al evidente vínculo que existe entre sus reflexiones y aquellas publicadas que su padre, el periodista e intelectual público Carlos Rangel (1929-1988), ofreció a todos los latinoamericanos, sino a la historia del pensamiento ciudadano acerca del potencial para promover la modernidad política, social y económica en Venezuela.
En este volumen, Rangel recoge una serie de ensayos y artículos escritos durante la última década, así como algunas notas inéditas de décadas anteriores, ante el evidente fracaso social y económico, pero éxito político, del dominante socialismo chavista en Venezuela y su proyección continental. ¿Cómo puede rescatarse a Venezuela de esta aflicción auto-infligida que es el socialismo en su variante más autoritaria? ¿Tiene sentido plantearse la elevación de Venezuela ante su tenaz historia de caudillos, élites rapaces y pobladores a la vez envilecidos y seducidos por la demagogia?
La respuesta que ofrece Rangel es cautelosamente afirmativa. Decimos cautelosamente, porque este no es un libro para fáciles optimismos ni repetición de consignas. Al comenzar con la revisión del último gobierno democrático-pluralista en Venezuela, la administración de Rafael Caldera, plantea el autor que los orígenes del problema son más profundos de lo que se cree, descartando la ilusa conseja según la cual solo la conjura de la extrema izquierda cayó inadvertidamente sobre un sistema liberal, zanjando las defensas democráticas. En esta primera sección, titulada “La condición venezolana”, Rangel pasa revista de las continuidades y rupturas en las que incurrió el cambio de la democracia de partidos al régimen liderado por Hugo Chávez. A su juicio, la fragilidad democrática quedó en evidencia cuando no pudo evitar la implosión de sus instituciones tanto en la campaña electoral de 1998, como en el fulminante proceso Constituyente del año siguiente, por un proyecto marxista-leninista, agazapado bajo una pelambre nacionalista.
Los tres lustros populistas que siguieron al auge fundacional de la democracia, parecieron dar lugar a un desprestigio generalizado de la función pública, y acrecentaron la distancia entre la ciudadanía y las élites de los partidos tradicionales. Para algunos, esto se debió al vaciamiento ideológico de su democracia social, fundamento del pacto de Puntofijo y la Constitución de 1961, siendo sustituida por las herramientas del mercadeo, el tráfico de influencias y la moda tecnocrática, nugatorias de la capacidad cívica de la población. Para otros, el problema estaba en los débiles fundamentos de la sociedad venezolana y su pulsión equívoca hacia la democracia, preocupada más en una igualdad malentendida, que en promover la libertad y los límites al poder. Rangel pone, por su parte, el acento en las carencias de las élites, ya sea por sus preocupaciones conservadoras o sus instintos paternalistas, los cuales truncaron el dinamismo necesario para que la sociedad generase los anticuerpos de prosperidad y madurez ciudadana que evitasen el presente desastre.
El mecanismo de tal desastre está coloridamente explicado en la segunda sección, “Economía, política y pensamiento socialista real”, en la que aborda la teoría política y económica implícita y explícita del chavismo. Desde su descripción del agresivo rentismo petrolero en la metáfora de una mata de mango, hasta su revisión de la noción de justicia social, el chavismo es desnudado como una variante del pensamiento revolucionario marxista en la región, y su extremo lógico y perfeccionado en el Narcoestado venezolano. A partir de aquí, Rangel es cuidadoso al no descansar en los tópicos de la crítica conservadora; su lectura de defensa y promoción de la tradición liberal, trata de desmontar algo del celo que cierto sectarismo ideológico ha promovido, impidiendo que se asome y se asuma una política liberal honesta en América Latina, y que ha permitido que el debate democrático sea coto casi exclusivo de los movimientos de izquierda.
No debemos confundir la concepción liberal “realista” del libro con un relativismo pragmático. Como reflejan los capítulos “La encrucijada del desarrollo” y “Transiciones” se apunta hacia la creación de un programa concreto tanto de toma del poder, como de ejercicio de gobierno (o, mejor, de desmontaje del desgobierno). En el primero, se señala una ruta sensible de política monetaria, laboral y de fomento empresarial que atiende las debilidades estructurales y las crisis inmediatas del país. En el segundo, se aclara que no se desea simplemente una economía de libre mercado, sino que se aspira a la consagración de esta economía dentro de un contexto de transición hacia un régimen pluralista, detallando lo que dentro de su perspectiva y con anclaje teórico, serían los elementos de ese proceso: la protesta civil, la apelación a la cultura cívica y pluralista, y la cuidadosa atención a los obstáculos prácticos frente al cambio político.
Podemos poner reparos en algunos de los asertos históricos y juicios que hace el autor – especialmente acerca de la severidad de su juicio acerca de la democracia de partidos–, pero lo cierto es que este libro apunta a una reflexión necesaria: es necesario romper con algunos de los mitos y tabúes que nos impiden apreciar el clamor de cambio en Venezuela, clamor que de ser atendido integralmente, permitirá integrar a esta nación nuevamente en la ruta del progreso, y evitar prolongar una tragedia en la que se juega el futuro de la región. Porque, así como aquellos famosos ensayos de su padre, “Del buen salvaje al buen revolucionario” y “El tercermundismo”, el futuro de nuestros países se debate entre abandonar su triste historia de conculcaciones bajo bandera revolucionaria, y abrazar el pluralismo político, social y económico. Subvertir exitosamente la experiencia chavista se hace crucial para el futuro de la libertad en América Latina.
Rangel nos presenta en su “Venezuela imposible” un nivel de argumentación que debemos exigir entre los líderes de nuestra política democrática, sin ser uno de ellos. El ejercicio que demuestran estas páginas, sugestivamente ilustradas por Magdalena Rangel, es el de un sincero y generoso ciudadano a quien no le basta con mascullar su descontento, ni abrigar nuestra aspiración de libertad como un mero sueño.
*La Venezuela imposible: Crónicas y reflexiones sobre democracia y libertad. Carlos J. Rangel. Miami: Alexandria Publishing House, 2017.
En librerías, http://www.lavenezuelaimposible.com y Amazon.
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Guillermo Tell Aveledo Coll, Doctor en Ciencias Políticas (UCV), es un reconocido académico, historiador, autor / editor de “La segunda república liberal democrática 1959-1999” (Fundación Rómulo Betancourt), y colaborador frecuente a publicaciones tales como Diálogo Político y Caracas Chronicles, entre otras. El Doctor Aveledo Coll se desempeña como Director de la Escuela de Estudios Liberales en la Universidad Metropolitana de Caracas, y es Profesor de Estudios Políticos en la Universidad Metropolitana de Caracas y la Universidad Central de Venezuela.