Agustín Cárdenas fue un relevante escultor cubano, nacido en Matanzas en 1927. Hijo de un sastre, y descendiente de esclavos africanos, su origen fue muy humilde. La creatividad y el talento innato le llevaron a inclinarse por el arte, y con apenas 16 años se matriculó en la Academia de San Alejandro en La Habana, donde permaneció hasta 1949. Allí estudió de la mano de Juan José Sicre, un artista muy reputado y una personalidad influyente en la formación del joven Agustín. Sicre fue además el responsable de acercarlo a la obra de Jean Arp, Henry Moore y ConstantinBrancusi, escultores que habían marcado decisivamente el desarrollo de dicha manifestación artística desde décadas atrás.
Formó parte del Grupo de los Once, activo entre 1953 y 1955, compuesto por pintores y escultores de estética moderna y tendientes a la abstracción informalista. En el caso de Cárdenas, la dualidad de su origen cultural, de sus raíces y religiosidad, unido a las influencias internacionales modernas dentro de la escultura, cimentaron un estilo en sus obras de los años 1950 y principios de 1960. Muchos han descrito sus tallas de mármol y madera de aquellos años como formas totémicas, por su inspiración en figuras míticas afrocubanas, pero a partir de una visión sintética que las hacía sensuales y refinadas.
Este era el tipo de obras que estaba realizando cuando en 1955 tuvo su primera exposición importante en el entonces Palacio de Bellas Artes de La Habana (hoy Museo Nacional de Bellas Artes), y en el mismo año recibió una beca en Francia, y allá se asentó. A su llegada a París conoció a André Breton, líder intelectual del movimiento surrealista. A Breton le fascinó la obra de Cárdenas, alimentada de la misma savia afrocubana de sabor surrealista que se apreciaba en la obra de otro cubano en París, Wifredo Lam. Breton introdujo a Cárdenas a los demás surrealistas, junto a los cuales exhibió, intercambiando ideas en torno al arte. Como Lam, también Cárdenas poseía, de una manera esencial y auténtica, las ideas e inspiración que los surrealistas europeos debían explorar y entresacar del mundo del inconsciente.
Trabajó en distintos proyectos en muchos países del mundo, Austria, Canadá, Israel, Japón. A lo largo de la década 1970, Cárdenas depuró su técnica en la experimentación con granito y mármol como materiales predilectos. Incluso llegó a permanecer una temporada en Carrara, Italia trabajando con los célebres mármoles provenientes de aquella región. Su pieza La Familia, a pesar de ser posterior -1989-, destaca la belleza intrínseca del material, y demuestra la maestría de un escultor ya experimentado. La síntesis que logra en el tallado de las formas humanas de este grupo familiar, todos unidos entre sí, las miradas que se cruzan, las extremidades que se tocan expresando la idea física de un vínculo emocional indestructible. Los rostros, sin facciones individualizadas, poseen sin embargo un sentimiento, una ternura lograda apenas a partir de ángulos y formas abstractas. Y el hijo, apenas una figura de trazado geométrico, se integra perfectamente al conjunto de los padres. Esta interpretación de un tema artístico tradicional, conectado por siglos a la idea de la Sagrada Familia, conserva apenas la esencia espiritual del tema, pero resuelta a partir de los lenguajes modernos en la escultura. Esta obra, que forma parte de mi colección desde hace 20 años, puede ser disfrutada hoy en un espacio público del Jardín de Esculturas de la Universidad de Miami. La presté hace más de una década. El arte se debe al público y es en el contacto cotidiano con la gente que alcanza su mejor definición.
En el año 1994 Cárdenas regresó a Cuba y pasó sus últimos años en su país natal, donde falleció en el año 2001, luego de tener una carrera exitosa y de legarnos un conjunto amplio y bellísimo de esculturas en madera, mármol, bronce, así como dibujos, bocetos y pinturas.
Sobre su carrera, y la de otros artistas latinoamericanos asentados en París, podrá encontrar más información en mi canal de YouTube y mi website.