Aglaia Berlutti llegó a la fotografía de forma orgánica, casi por casualidad, cuando tenía apenas 11 años. Su vínculo con este arte se dio de manera honesta y sencilla, sin ambiciones ni pretensiones. La crítica de cine, colaboradora de El Nacional e investigadora de la cultura pop, se consideró por muchísimos años una autodidacta de la fotografía. Tras más de dos décadas de tomar autorretratos en los que busca conversar consigo misma sobre los temas que le interesan, este 13 de octubre presentó su primera exposición, Berlutti Ex Lux, Tenebraem Pulchritudo en la Hacienda La Trinidad con más de 150 fotografías tomadas a lo largo de su vida.
“Yo no escogí la fotografía, la fotografía me escogió a mí”, asegura Agalia Berlutti sobre este arte que fue desarrollando poco a poco. Cada vez que tiene una cámara en sus manos, la también escritora ve a través del lente todo lo que la hace y no la hace feliz. Para ella, la fotografía ha sido un interlocutor válido para expresar lo que siente y plantear las preguntas existenciales que se hace a sí misma. “Más que ver a través de la cámara es ver a través de lo que quieres decir. A través de la cámara me veo a mí misma de la forma más vulnerable y sincera”.
En su camino como fotógrafa se encontró con muchas personas que la apoyaron: su familia, su prima, el maestro Ricardo Jiménez y los profesores de la escuela Roberto Mata Taller de Fotografía. Todo confluyó para que esta exposición, abierta hata enero de 2025, se diera. No se trata de una muestra con coherencia visual y cronológica, eso sería imposible de lograr con sus más de dos décadas de trabajo fotográfico. Sin embargo, entre todos los involucrados se decidió usar como hilo conductor los evidentes cambios físicos que supone haberse autorretratado durante tanto tiempo.
El de la idea inicial de mostrar sus autorretratos al público fue el maestro Ricardo Jiménez, fallecido el pasado 29 de agosto en un accidente. “Me sorprende no solamente que se pudiera hacer sino que también fuera una muestra tan lógica, hermosa y bien llevada. La idea surge también de Roberto Mata Taller de Fotografía, quien siempre me ha apoyado muchísimo y hemos tenido una relación bastante cordial. Y con Ernesto Constante, el curador”.
Entre los tres lograron que Berlutti Ex Lux, Tenebraem Pulchritudo se concretara después de casi cinco meses de trabajo en los que se enfrentaron a varias complicaciones. El nombre surge de Lux por la luz y todo lo relacionado con la parte luminosa de su vida. Tenebraem está relacionado con las partes oscuras. Berlutti sufre un trastorno de ansiedad generalizada y depresión que deja plasmados en su arte. También Pulchritudo que fue un período de descubrimiento y belleza en su vida; Pulchritudo es belleza en latín.
La exposición es una muestra enorme que se ha visto muy poco en Venezuela. “No lo digo porque mi trabajo sea especialmente original sino porque en el país hay una gran inclinación hacia la fotografía con tinte de calle. Los autorretratos, como los míos, están confinados hacia un lado un poco más artístico que no suele tener gran apertura”.
Aglaia Berlutti y la duda existencial
No fue sencilla la preparación de la exposición. Aglaia Berlutti asegura que Venezuela no es el mejor lugar para realizar una muestra de este tipo que, en principio, estaba planeada para julio. “Pasó todo lo que pasó con el clima poselectoral y yo decidí que no podía desconocer la realidad del país o con el hecho de que nadie estaba con un estado de ánimo lo suficientemente abierto como para ver una exposición. En la escuela me apoyaron y todos los involucrados concluyeron lo mismo que yo. Había un tema complejo desarrollándose”.
Después, ocurrió la muerte de Ricardo Jiménez, a quien le había tomado más de cuatro meses organizar todo el trabajo y en el que, de alguna u otra forma, se pueden notar los vínculos que unen a las fotos ya sea el color, las series o temáticas como la divinidad, la muerte, la denuncia de Berlutti con respecto a los feminicidios o la deshumanización del cuerpo de la mujer. Jiménez dejó todo listo: envió una maqueta que explicaba cómo debían exhibirse las fotos y esa maqueta, asegura Berlutti, se respetó. Tras su deceso, la fotógrafa sintió que no era el momento de estrenar. Tampoco creía que mostrar lo que había hecho por más de dos décadas fuera algo necesario.
Así pensaba hasta que Roberto Mata y todos los allegados de Ricardo Jiménez la hicieron cambiar de opinión. “Consideraron que, siendo esta su última obra, su último trabajo como curador, una forma de homenajearlo era llevándolo a cabo. Ricardo Jiménez es el alma de la exposición. Estoy totalmente convencida de que si él no hubiese puesto todo el amor, seguimiento y esfuerzo, la exposición no hubiese llegado a donde está. Venezuela no es un país sencillo para la gente que hace fotografía artística, estamos muy acostumbrados a que se use para hablar del malestar político, de la calle. Y es válido. Lo que pasa es que yo no me siento afín a ese tema y siempre me ha llevado un poquito más de esfuerzo que a cualquiera a mi alrededor”.
A diferencia de las selfies, muy populares en la actualidad, los autorretratos son un concepto con una historia pequeña. Todo el trabajo de Berlutti se basa en eso: contar algo a través de su retrato. Como es un cuerpo de trabajo tan amplio, son varios los temas que aborda, casi todos relacionados con su visión ante lo que la rodea. “Hablo de la maternidad, de la forma en la que concibo mi cuerpo, la sexualidad, la divinidad o la muerte. Las grandes preguntas existenciales están plasmadas porque la fotografía da lugar a que tú puedas crear una confrontación de símbolos y conceptos que quieras tratar sobre eso. Mi exposición trata sobre las dudas y preguntas existenciales que yo he tenido durante todo este tiempo y que la fotografía me ha permitido responder”.
El lugar del autorretrato
El interés de Aglaia Berlutti por el autorretrato como forma de expresión surgió de manera casual. Como hija única, durante buena parte de su infancia no tuvo muchos compañeros de juego. Hay un hábito de mirarse cuando se está solo que se termina por reflejar en lo que se hace. El autorretrato, para ella, es una componenda sobre el hecho de estar y ser, es una conversación válida con todos sus puntos de vista. Poder publicarlos en la muestra fue su forma de entablar ese mismo diálogo con alguien más.
“Lo que siempre he querido con los autorretratos es darle lugar a la gente que pareciera no pertenecer a ningún espacio. En Venezuela la fotografía está mucho más inclinada hacia cosas más prácticas como denuncias políticas, regionales, geográficas o culturales y también a todo lo que es la fotoguerrilla. Mi fotografía está relacionada directamente conmigo. Yo intento que toda esa gente que necesita que hablen por ella sienta que mi exposición pueda permitirles dar un primer paso hacia lo que quieran hacer”.
Para Berlutti, la fotografía expresa a través de símbolos visuales todo lo que pasa en su vida. Su gran objetivo con la exposición es que toda esa gente que se siente rara, que su fotografía es muy privada, encuentre un lugar. Como fotógrafa no tiene ninguna intención de hablar de política. “Ese tema ya nos supera y nos sobrepasa, tampoco quiero hablar de todos los cambios estructurales, cíclicos, políticos. Ninguno de esos temas me interesa, mis grandes temas son existenciales, artísticos. Ricardo Jiménez entendió eso y una de las cosas que él dejó como trascendencia y legado es abrirle la puerta a una nueva generación de fotógrafos que están haciendo su propio lugar y no tienen por qué hablar solamente de lo que se espera que hable un artista”.
Ricardo Jiménez, insiste, tuvo la visión de abrir esos espacios a nuevas voces y a personas que no solo están explorando todo lo que la fotografía puede hacer sino que también están creando nuevas expresiones. “Su gran consejo fue decirme que confiara en lo que hago. Creo que una de las grandes cosas que hizo fue dejar un espacio para que uno tuviera una identidad, no importa si no coincide con nada de lo que se hace en la fotografía venezolana. Confía en lo que haces siempre, ese fue su gran consejo”.
Bruja y ácrata en ocasiones
En sus redes sociales, Aglaia Berlutti se describe a sí misma como bruja y ácrata en ocasiones. Como agente de cambio en el mundo intelectual, no se avergüenza de ser diferente. Tampoco esconde su obsesión por la muerte, sobre todo esa gran pregunta de cómo afronta el ser humano ese hecho inevitable.
“Para las personas que sufrimos de ansiedad, la muerte nos produce un punto de pánico porque no hay forma en que tú puedas darle un control o sentido a lo que sea que pase después de la vida. A mí esta exposición me ha ayudado mucho a profundizar en el punto de que la vida, la muerte y todo lo que nos rodea son procesos que además de ser naturales tienen su propia belleza. Para mí tratar de expresar la belleza que veo en la muerte es una forma de reconciliarme con el hecho de que en algún momento va a suceder y cuando suceda yo voy a aceptarlo”.
Sin embargo, no todo el mundo comparte su visión o le encuentran lo bello a morir. El día de la inauguración, cuenta Berlutti, muchos de los presentes se le quedaron mirando extrañados. “Se me quedaban viendo en plan: Esta mujer está loca. Exponerse de esta forma hace que cualquier persona se haga una opinión de lo que tú haces. Pero lo que me dicen a mí mis autorretratos es una gran conversación que se ha mantenido toda mi vida. Se ha hecho más rica, profunda, elaborada, sincera y frontal. Es una conversación que ha estado presente en todos los momentos y yo he sido privilegiada de poder tenerla”.
Algunos, incluso, se acercaron para comentarles su preocupación por su relación con la muerte, pero a ella no le afecta. “Perfomantizar la muerte no es algo que a la gente le guste. Una de las fotografías muestra una cicatriz de una autopsia… hay una cantidad de cosas que no son fáciles ni digeribles para la mayoría de las personas que nos rodean. Creo que se puede entablar comunicación, hablar de la forma en la que las mujeres nos vemos es importante y yo lo hago con los autorretratos”.