En un sofá de terciopelo con cojines amarillos la reconocida dramaturga y escritora británica Agatha Christie (interpretada por Nakary Bazán) se toma una taza de té con galletas de mantequilla. A veces, mientras intenta encontrar la inspiración para su próxima gran obra, sostiene un juego de llaves sobre un plato de metal hasta dar con una historia. Mientras busca ese próximo gran misterio a revelar, va contando su vida. Cómo creció siendo vigilada por las monjas que ya desde entonces le enseñaron los privilegios de los que gozaban los hombres, su primer matrimonio, sus fracasos amorosos y el éxito de la fama vacía que la hace cuestionarse quién es en realidad.
Su habitación en un hotel de Londres durante el año 1940 es el escenario donde tiene lugar la narración. Está rodeada de cartas de lectores ávidos de sus historias, libros, una máquina de escribir y un teléfono de época que no para de sonar. Aunque la interrumpe varias veces, no contesta. «El tiempo pasa. Todo pasa. Sola, débil, ya no me queda mucho más. 67 novelas, 150 cuentos. Me pregunto si ya escribí todo lo que quiero escribir. Siempre tiene que haber algo más», se cuestiona la reconocida autora cuando un avión se estrella contra la pared de su cuarto.
Entre el humo, el caos y la conmoción aparece la profesora, conferencista y pionera de la aviación estadounidense Amelia Earhart (interpretada por Zair Mora). Aunque está desesperada por encontrar a su copiloto Fred, la aviadora se percata de la presencia de la escritora. Ya se conocían; ambas habían coincidido en una convención sobre los derechos de las mujeres, pero no habían tenido la oportunidad de conversar. Tenían algo en común: ambas estuvieron en ese encuentro, sí, pero a las dos les gustan las galletas de mantequilla junto con té.
Así las dos reconocidas mujeres, íconos del siglo XIX, conversan sobre su vida, sus aspiraciones, sus ideales y su identidad en un mundo que, para la época, estaba dominado por hombres. Sus historias se cruzan en esa habitación de hotel donde la ficción y la realidad, poco a poco, se mezclan para dar a conocer lo que tienen en común una escritora de novelas de misterio y una piloto de avión.
Dirigida y escrita por Ricardo Nortier, se estrenó en La Caja de Fósforos Agatha Christie y Amelia Earhart, algo en común. La pieza, que tendrá funciones viernes a las 6:30pm, sábado y domingo a las 6:00 pm, es la obra con la que el espacio de la Concha Acústica de Bello Monte comienza su programación 2024. Con las actuaciones de Orlando Paredes y Poleo Aloisi, producida junto con el Circuito de Arte Escénico, dos grandes referentes femeninos llegan al teatro caraqueño hasta el domingo 17 de marzo.
Hay historias que se escriben solas
Cuando Agatha Christie y Amelia Earhart se encuentran en esa habitación de hotel, la reconocida novelista le asegura a la aviadora que hay historias que se escriben solas. Además de conversar sobre sus vidas y conocerse, Christie asume la tarea de contarle al mundo lo que sucedió con la piloto después de intentar darle la vuelta al mundo en 1937, año en el que desapareció sin dejar rastro. Con referencias a datos históricos, la obra le presenta al público una pieza que, en palabras del director, no buscaba representar la historia real de ambas mujeres. Nortier quería generar una ficción al respecto con un toque de humor e ironía.
Su pasión e interés por Agatha Christie data desde hace cinco años. En ese entonces le interesaba montar una de sus piezas, La ratonera (1952). Comenzó a investigar sobre la autora y en el proceso descubrió que su vida era mucho más interesante que su propia obra. «Empecé a jugar un poco con la historia de Agatha Christie, con lo que es verdad y lo que es mentira. Usé muchas verdades de la investigación histórica, mi intención no era solo hacer una obra contando su historia sino para generar una ficción sobre su propia realidad», explica el director.
Fue en ese proceso de investigación, que le tomó 2 años, que de forma no planificada se encontró con Amelia Earhart. «Me di cuenta de que las dos eran más o menos contemporáneas, Amelia era un poco más joven. También tuvieron muchos puntos en común en sus historias personales, en su matrimonio, cómo ellas veían el mundo masculino, cómo pensaban que el mundo estaba dominado por los hombres. Intentaron ganar espacio en este mundo tan difícil, totalmente masculino al inicio del siglo XIX cuando todo estaba surgiendo: la máquina, la electricidad, los autos y los aviones. Las mujeres no tenían espacio en este mundo».
Así, Nortier se percató de que ambas fueron parte de esas mujeres que en la época tenían que batallar mucho para ganarse su propio espacio y que les reconocieran sus logros. Sus vidas personales, sus deseos como profesionales y la fama que ambas tenían hizo que el dramaturgo decidiera juntar ambas historias. «Ellas no se conocieron en la vida real, se encontraron una sola vez muy rápidamente en una convención sobre los derechos de las mujeres. Como eran dos feministas, allí dije: aquí está el gatillo para generar una obra de teatro con esta información».
Tras dos años de investigación y de madurar la idea, Nortier se sentó a escribir. Después, poco a poco, la historia fue tomando forma antes de los ensayos. «La propia puesta en escena me fue dando nuevas ideas y fui trabajando la dramaturgia mientras estaba ensayando».
No ha sido fácil, confesó después de la función de estreno el 23 de febrero. En realidad, traer la historia de estas dos mujeres a las tablas ha sido «un trabajón». A pesar del esfuerzo, Nortier se muestra satisfecho con el resultado porque el trabajo duro es, precisamente, parte del juego de hacer teatro.
Un avión dentro de una caja de fósforos
Agatha Christie y Amelia Earhart, algo en común es la primera obra de la programación que ofrecerá La Caja de Fósforos este 2024. Tras meter un avión en la pequeña sala, el recinto continuará con su cronograma de eventos centrado, sobre todo, en darle importancia a la dramaturgia venezolana. De esta forma, se continuará con el taller de dramaturgia y puesta en escena dictado por Orlando Arocha. «Tiene un puente con la dramaturgia francesa y a partir de allí es dramaturgia y puesta en escena», comenta Nortier.
Luego vendrá el Maratón de lecturas dramatizadas, que se celebrará durante un fin de semana con varias obras, una detrás de otras, presentadas en La Caja de Fósforos. Luego de Agatha Christie y Amelia Earhart, algo en común, que tendrá cuatro semanas en cartelera, se estrenará Buenos muchachos de Naomi Iizuka. La pieza supone una reflexión sobre la justicia y la violencia sexual en la era de las redes sociales. Ya se presentó como parte de la IV edición del Festival de Teatro Contemporáneo Estadounidense.
«No pudimos hacer una temporada con ella porque estábamos presentándola en varios locales y barriadas. Ahora vamos a darle su temporada en La Caja. Luego vendrá una obra de Antón Figuera que es La Señora Marga. La pieza también surgió dentro del taller de dramaturgia que dictamos. Luego viene otro texto nuevo mío que se llama Dale Stop. Se estrena en julio», detalla Nortier.
Es evidente, asegura el experto, que las salas de teatro sufrieron una caída en taquilla luego de la pandemia. En 2023 el gremio teatral se enfocó en recuperar público en un esfuerzo que está comenzando a dar frutos. En 2024, dice Nortier, la gente está regresando al teatro. Sin embargo, no hay que desistir y continuar trabajando para que esto se mantenga.
«El teatro es el único sitio de expresión de encuentro y saberes. Creo que es muy importante que las instituciones, medios de comunicación, escuelas y departamentos de cultura se unan en el sentido de crear una captación de público, eso es muy importante para el progreso de la sociedad. El teatro siempre va a estar por delante en muchas cosas y eventos, y críticas. Ese intercambio de saberes que solo se da en el teatro, tenemos que defenderlo. Nos toca a todos a hacerlo», reflexiona.
Además de enfocarse en eso, asegura, La Caja de Fósforos también se centrará en la formación de nuevos creadores. Este año estará enfocada en transmitir sus conocimientos a las nuevas generaciones. «La aspiración de La Caja de Fósforos es ir generando nuevos creadores, formando nuevos actores, directores y dramaturgos. El futuro es de la juventud y nosotros tenemos que ir pasando la información. Ese es uno de los brazos fuertes de La Caja de Fósforos y con eso contamos».