Al escritor colombiano Héctor Abad la «muerte» le pasa «rozando cerquita», según reconoció tras someterse a una operación a corazón abierto y sobrevivir al ataque de un misil el año pasado en Ucrania.
La literatura es el salvavidas que le ayuda a «digerir» las vivencias complejas, ejemplo de ello es su último libro Salvo mi corazón, todo está bien, que le ayudó para «reconciliarse con su propio corazón».
A su llegada a Ciudad de Panamá para participar en el Hay Forum, el también poeta oriundo de Medellín reflexiona en una entrevista con EFE sobre su último libro, la experiencia en Ucrania, la políticas de paz del gobierno de Gustavo Petro y el reciente fallecimiento de la senadora Piedad Córdoba.
El corazón
—Su reciente libro habla sobre los problemas cardíacos del padre Luis Córdoba. Usted también hace referencias al corazón en otros escritos. ¿Qué relación mantienen ahora con ese órgano del cuerpo?
—Antes de este libro no tenía una relación particular con el corazón. Me parecía un órgano más, una víscera más, sin ninguna carga emocional o simbólica. Sin embargo, siempre me había llamado la atención un hecho real de un cura que se había ido a vivir a mi casa esperando un trasplante de corazón después de que me había separado. Mientras empecé a escribir esa historia también enfermé del corazón. Me hicieron una operación de corazón abierto y entendí la dimensión psicológica mucho más compleja que tiene enfermarse de algo que uno sabe que si se para se muere.
—Sobrevivió al ataque de un misil en Ucrania y su corazón también se paró, ¿cómo vivió ese momento?
—Es una cosa que todavía tengo que digerir. Yo para digerir algo creo que lo tengo que escribir. De algún modo la novela del corazón me sirvió para reconciliarme con mi propio corazón abierto operado y para sobrevivir a esa muerte temporal que es una operación. (…). Para saber exactamente qué es lo que pienso en mi experiencia de Ucrania, del hecho que nos hubiera caído un misil tan cerca, de que si hubiera muerto en ese atentado de los rusos…. Eso despierta muchos sentimientos. A veces de culpa y de extrañeza por estar vivo. Es como si en el caso del corazón y el del misil la muerte me pasara rozando muy cerquita, pero no me ha matado todavía por algún motivo.
—¿Esa experiencia cambió su visión sobre la guerra en Ucrania?
—No. Esto simplemente confirmó lo que yo pensaba: es una invasión criminal de (Vladimir) Putin, del Ejército ruso, de una potencia imperial contra un país más joven y más pequeño. (…) Todos pudimos haber muerto. Estamos vivos de chiripa, milagro, gracias a la buena suerte o al azar, pero los que tiraron ese misil, lo tiraron para matar.
Héctor Abad y la política
—Ahora se están llevando a cabo un nuevo ciclo de las negociaciones por la paz en La Habana entre el gobierno colombiano y el ELN. ¿Colombia algún día tendrá paz?
—Colombia ha hecho muchos avances hacia la paz. Lo que pasa es que hay que hacerlo bien. El gobierno de (Juan Manuel) Santos (2010 – 2018) hizo un proceso de paz con la guerrilla más grande de Colombia, las FARC. Ese proceso de paz fue exitoso y llegaron a un acuerdo muy valioso. Cuando llegó el gobierno de (Iván) Duque (2018 – 2022) no se implementaron porque el gobierno no estaba de acuerdo con ese acuerdo de paz.
Ahora el gobierno de (Gustavo) Petro (actual presidente de Colombia) quisiera hacer cualquier tipo de paz, con todo el mundo, de cualquier manera y rápido. Y el ELN es un grupo bastante complejo. Cuando hubo un proceso de paz con las FARC, lo primero que se exigió era que no podían seguir secuestrando. Eso ni siquiera se ha exigido al ELN. Creo que como casi todo en este gobierno se arrastra hacia adelante con buenas intenciones y buena voluntad pero con resultados muy pocos satisfactorios.
—Usted es de Medellín, ¿vivió esa época violenta?
—Tanto que a mi papá lo mataron los paramilitares en el 87.
—Recientemente falleció la senadora Piedad Córdoba. ¿Tenía relación con ella?
R: Vine a verla cuando le dieron el Premio Nobel de la Paz a Juan Manuel Santos en Noruega (…) Había sido muy crítico con ella porque francamente sentía que de algún modo había hecho un doble juego con los venezolanos y Colombia. Poco antes de su muerte, el hermano de ella, que está preso en Estados Unidos y que ella decía que estaba injustamente en manos del imperialismo norteamericano, confesó sus delitos de narcotráfico. Me imagino que esa confesión debió de ser muy dura y debió de ser una de las causas fatales de su desenlace.
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