ENTRETENIMIENTO

«No te vayas todavía», el tema inédito para conmemorar los 75 años del nacimiento de Sandro

por Avatar GDA | La Nación | Argentina

No es una fecha más. Un día como hoy, hace 75 años, nacía Roberto Sánchez, el chico que se crió en Valentín Alsina y se consagró como Sandro; acaso el mayor ídolo que haya dado la canción popular en Argentina y una de las grandes estrellas latinoamericanas de todos los tiempos.

La celebración tiene carácter especial: Sony Music lanzó el miércoles «No te vayas todavía», tema inédito, una joya preciada para los fanáticos del ídolo que sumarán una nueva pieza de colección a sus archivos. Guitarra rocker y la voz del prócer. Este 19 de agosto no podía tener mejor acontecimiento. «Es un tema festivo, alegre que recuerda aquellos éxitos que sus nenas cantaban en los recitales», expresa a La Nación Olga Garaventa, viuda y el gran amor de Sandro.

Curiosidades del destino, la efeméride en torno al creador de «Rosa, rosa» da cuenta de varios acontecimientos que merecen ser recordados. Este 2020, cuando se cumple una década sin la presencia física del cantante, se celebra el medio siglo del estreno de Muchacho, aquella película en la que Sandro volvió a confirmar su sex appeal frente a la cámara y que resultó, obviamente, un suceso de taquilla. Es que todo lo que tocaba se convertía en oro. Un fenómeno tal que no sabía de fronteras. Semejante trascendencia también tiene, este año, un aniversario ineludible: pasaron 50 años de aquella epopeya que pocos lograron: sus dos primeras presentaciones en el Madison Square Garden de Nueva York confirmaron la trascendencia del fenómeno a escala internacional.

Hoy, la pandemia de covid-19 no permitirá la reunión de «las nenas», esas fanáticas incondicionales que lo seguían a todos lados. Esas mismas que cada 19 de agosto se congregaban en la puerta de la mansión de Banfield ilusionándose con el saludo de Roberto Sánchez y hasta con la posibilidad de pasar al hall de ingreso para conversar un rato con él. Un ritual único. Ningún artista del mundo, del alcance de Sandro, ha mantenido ese diálogo tan fluido, místico, con sus seguidores.

En esa mansión de Banfield, a tan solo 100 metros de las vías del ferrocarril, rodeada de recuerdos y objetos de gran valor afectivo, continúa viviendo Olga Garaventa, quien con estricto perfil bajo es la encargada de preservar el legado de su esposo. La mujer es adorada por esas chicas maduras que ven en ella el sueño cumplido, la fantasía concretada. 2020 es un año de números redondos en torno a la figura del músico. Una buena excusa para, una vez más, mantener viva su memoria y celebrarlo.

El año próximo, cuando la pandemia sea recuerdo, Pablo Ferraudi, hijo de Olga Garaventa, a quien Sandro quería como propio, terminará de poner en marcha el funcionamiento del castillo que el músico tenía en el barrio de Boedo y seguirá avanzando en el ambicioso proyecto de convertir parte de la mansión de Banfield en un espacio para ser recorrido de manera pública.

Hollywood en castellano

6 de agosto de 1970. Fue un jueves, como marca la tradición. Pasaron más de 600 meses, 2.611 semanas y 18.275 días. La función, que estaba anunciada para las 9:30 pm, comenzó más de una hora tarde. La calle Lavalle se encontraba atestada ante una multitud que pugnaba por verlo de cerca. El cine Normandie resplandecía con una marquesina iluminada y un hall de piso de mármol y escaleras ampulosas. Desde la mañana hubo gente haciendo cola para acceder a las primeras proyecciones de la matinée. La función vermouth, como se decía en la época, había sido suspendida para que se pudiera acondicionar la sala para la llegada de los famosos que asistirían al estreno oficial. Pero, sobre todo, para el arribo de él.

Un joven huérfano que vive con su abuela y canta en embarcaciones turísticas en el Delta, ese lugar donde desafían la pobreza y las inclemencias climáticas. Una hermosa turista que llega al Tigre se ve seducida por este muchacho sensual. La historia rosa y perfecta. Un entramado que permitía que los fanáticos siguieran un relato de amor y pudieran disfrutar de las canciones del ídolo que lucía, en ese Delta de verano, su seductor físico. Tenía solo 25 años y sabía que mostrándose en traje de baño sumaba un plus a su enorme talento artístico. El guion de Jorge Falcón, que fue dirigido por Leo Fleider, nació como El muchacho y reunía todo lo que el público esperaba. El año pasado, La Nación tuvo acceso al guion original de la película que aún conserva anotaciones de su celebridad protagonista. Si algo tuvo claro Roberto Sánchez es ser fiel a su propia ética y estilo artístico, y ser consecuente con lo que la gente esperaba de él.

Aquel jueves de 1970, en Lavalle 855 todo estaba listo para el estreno de lo que sería una de las grandes producciones cinematográficas del ídolo. Antes, en junio del mismo año, se había editado el primer disco de Sandro que contenía la banda sonora completa de una película suya. El material incluía temas como «Trigal», «La vida sigue igual» o «Te propongo», clásicos del repertorio del Gitano que también cumplen su medio siglo de vida. El vinilo fue un suceso de ventas y solo contenía un título que no era de autoría de Roberto Sánchez y Oscar Anderle: «Pobre mi madre querida». Aquel pop luminoso atravesado por la balada romántica, en su voz sonaba poderoso. Irresistible para ellas y también para ellos. En aquellos tiempos, los hombres encontraban en Roberto Sánchez una suerte de modelo inspiración, de masculinidad pura. Y también disfrutaban con sus canciones. Con los años, las mujeres ganaron por mayoría las plateas de los conciertos.

La película Muchacho estuvo todo el año en cartel, siguiendo el derrotero trascendente de sus antecesoras Convención de vagabundos, Tacuara y Chamorro pichones de hombres, Quiero llenarme de ti, La vida continúa y Gitano. En Muchacho, Sandro estuvo acompañado por Irán Eory, una actriz de origen iraní que desarrolló su carrera en México.

New York, New York

Entre el rodaje y el estreno de Muchacho aconteció un suceso histórico para el cantante y para la música argentina: el 11 de abril de 1970, Sandro se convirtió en el primer artista latino en cantar en el Madison Square Garden de Nueva York. Dos conciertos sold out, en el Felt Forum, convocaron a más de 5.000 espectadores. «Viajó el 8 en vuelo directo a Nueva York. Estaba muy cansado y con un fuerte estado gripal, que contrajo en Tigre mientras filmaba en el río escenas de Muchacho», refleja la periodista y biógrafa Graciela Guiñazú en su libro Sandro de América, editado por Planeta, el testimonio documental más exhaustivo sobre la vida pública y privada del prócer romántico.

En Sandro de América, biografía en la que se sustentó la serie televisiva, Guiñazú detalla: «El 11 de abril se levantó temprano, desayunó jugo de naranja y café en su cuarto, el 2115 del Hotel Americana. Desafió los dos grados de temperatura con un suéter amarillo, pantalón de terciopelo gris perla y sobretodo de piel sintética color negro, que había comprado el año anterior, cuando actuó en el Teatro Puerto Rico de Nueva York».

Graciela Guiñazú explica que, durante el ensayo vespertino, Sandro fumó dos cigarrillos por tema. 25 canciones conformaban el guion de lo que sería el gran show, el espectáculo bisagra para una sala emblemática no acostumbrada a los artistas latinos. En la platea de la prueba de sonido estaban Isabel Sarli y Armando Bo y los músicos de La Joven Guardia. Cacho Fontana, quien compartió camarín con el astro, fue el encargado de presentarlo ante la multitud.

A las 8:30 pm, hora local, Sandro salió a escena. Y la rompió. «¡Aquí está el ídolo de América: Sandro!». Las palabras de Cacho Fontana para presentarlo fueron el mejor prólogo. La multitud estalló con solo escuchar su nombre y los primeros acordes de la orquesta, integrada por 18 músicos, liderada por Jorge López Ruiz. En Buenos Aires, Pipo Mancera refunfuñaba porque no contaba con la transmisión. Y, Alejandro Romay, que si tenía a Sandro entre sus artistas exclusivos, le retrucaba al creador de Sábados Circulares que no sabía competir. Es que Mancera aseguraba que lo único que se vería en vivo sería la partida del Apolo Xlll. Pasaron 50 años de aquellas presentaciones históricas. Sandro ya era una estrella en casi toda Latinoamérica. Le faltaba Estados Unidos para completar el continente. Lo logró. Y le abrió puertas a muchos otros que llegaron detrás de él.

«Amaba a su público y se preocupaba para que todos pudieran verlo y disfrutar de su música. Las fans fuimos extras en Subí que te llevo; yo, sin querer, participé en Querido Sandro. También le tomé la fotografía que ilustró el show de los 35 años, que tuvo el récord del Teatro Gran Rex. Aquel año en el que estuve muy mal, como consecuencia de mi asma, a él le tocó viajar a Estados Unidos para actuar en el Carnegie Hall. Cuando supe que partía, le pedí un aparato que se vendía allá para tratar mi dolencia. No solo me lo consiguió, sino que no me lo cobró», recuerda Mabel Armentía, una de esas nenas históricas, una fanática con programa de radio propio siempre dispuesta a mantener viva la memoria de su ídolo.

El 4 de enero de este año se cumplieron 10 años sin su presencia física. Aquella crónica de un final anunciado, luego de mucho tiempo de padecimiento físico, marcó el final del hombre para comenzar a construir el mito, la leyenda de ese gitano de Valentín Alsina que conoció el éxito grande, poderoso e importante. Logró lo que casi nadie logra. Y, sin embargo, nunca se apartó de su verdadera esencia de hombre de barrio. Ese que salía poco de su mansión de Banfield. El que se escapaba con Olga y su hijo Pablo para comprar pizza en La blanqueada de Pompeya.

Una década desde su fallecimiento, 50 años del estreno de Muchacho y de los conciertos en el Madison Square Garden de Nueva York. Hoy hubiese cumplido 75 años. ¿Por qué pensarlo en pasado? Sigue vivo. Tan vivo como su arte. Ese arte que sedujo a las masas porque no era tipo de guetos. Les cantaba a las multitudes, primero con rock y luego con baladas. Hoy sus fanáticos podrán disfrutar del estreno de «No te vayas todavía», legado del astro que se resiste a morir.