El 13 de noviembre de 1940 se estrenaba en el Teatro Broadway de Nueva York Fantasía, la película de animación y música clásica más ambiciosa y experimental de Disney. En los 80 años transcurridos ha conquistado a millones de personas y se considera uno de los grandes clásicos de la animación.
Y ello a pesar de que no fue un éxito de taquilla ni de público en el momento de su estreno. La película, muy adelantada a su tiempo, si fue bien recibida por los críticos, que rápidamente la encumbraron como una obra maestra, tardó más tiempo en calar entre los espectadores.
Con el paso de los años se convirtió en uno de los títulos más apreciados del cine de animación y ocupa el quinto puesto en la lista de las 10 mejores películas de animación de la historia del American Film Institute (AFI), por detrás de Blancanieves y los siete enanitos (1937), que fue precisamente el primer largometraje de Disney, seguido de Pinocchio (1940), Bambi (1942) y El rey león (1994).
El germen de Fantasía estuvo en dos circunstancias. La primera, la necesidad de Walt Disney de darle a Mickey Mouse un empujón de popularidad, ya que el Pato Donald y Goofy se estaban ganando las preferencias del público, desplazando así al ratón. Por este motivo, Disney le daba vueltas a un corto en el que Mickey fuera el protagonista y recobrara notoriedad.
En la cabeza del gran productor rondaba la idea de hacer el corto al estilo de las Silly Simphonies (Sinfonías tontas, 1929-1939), pero con un toque distinto: el de combinar la música y la animación dándoles la misma importancia para proporcionar una experiencia nueva.
La historia y la música elegidas salieron de la pieza orquestal que el compositor francés Paul Dukas compuso en 1897 para el poema de 1797 Der Zauberlehrling (El aprendiz de brujo), de Goethe.
Una música que quedaría asociada sin remedio en el inconsciente colectivo a la imagen, poderosa como pocas en la gran historia del cine animado, de escobas marchando con cubos rebosantes de agua.
La segunda circunstancia que hizo posible Fantasía fue la amistad trabada entre Walt Disney y el compositor y director de la Orquesta de Philadelphia, Leopold Stokowski. En un primer encuentro, el productor le habló de su idea del corto y le pidió dirigir la música del mismo.
Pero, dada la cantidad de presupuesto con el que contaban, Stokowski propuso a Disney hacer una película, encadenar varios cortos animados que ilustrasen piezas célebres de la música clásica. La idea encandiló al magnate y decidieron dar luz verde a la que se llamaría originariamente «La película concierto» y que más tarde se quedó en Fantasía.
El proceso de selección de los temas musicales fue arduo. Los animadores de Disney crearon nueve cortos. Uno de ellos estaba basado en la clásica partitura de Debussy, Claro de Luna, que finalmente fue eliminado del montaje definitivo.
De esta manera, la película se dividió en ocho partes: Tocata y fuga en re menor de Bach, extractos de El cascanueces de Tchaikovsky; El aprendiz de brujo; La consagración de la primavera, de Stravinski; La Sinfonía número seis de Beethoven, conocida como «La Pastoral»; La danza de las horas, ballet tomado de la ópera La Gioconda, de Amilcare Ponchielli; el Monte Pelado de Mussorgsky y el Ave María, de Schubert.
El largometraje logró proyectarse solo en doce salas, debido al equipamiento de audio necesario para reproducir el Fantasound -técnica experimental de Disney que consistía en grabar la música con varios micrófonos y reproducirla en igual número de altavoces, creando un efecto estereofónico- de ahí que fuera un fracaso de taquilla.
Según datos del AFI, el costo del equipamiento necesario para reproducir el sonido de la película que se instaló en el Teatro Broadway para el estreno costó entre 85.000 y 200.000 dólares. En las siguientes once salas, se redujo a 30.000 dólares.
Además, el estallido de la Segunda Guerra Mundial no permitió que se pudiera estrenar en otros países. Todo ello hizo que la cinta tan solo recaudara 1,3 millones de dólares.
«A Walt no le consolaba que los comentarios más negativos llegaran de críticos musicales conservadores que no tenían contacto real con el cine, mientras que muchos de los críticos de cine más prestigiosos le colmaron de elogios», apunta Daniel Kothenschulte en el libro Los Archivos de Walt Disney. Sus películas de animación 1921-1968 (Taschen).
Sin embargo, con el paso del tiempo, los malos resultados quedaron pronto en el olvido gracias a la gran apuesta de Disney por innovar en técnicas de imagen y sonido, y que convirtieron a Fantasía en uno de los mayores logros artísticos de la compañía.
En 1999 y gracias a Roy E. Disney (sobrino de Walt) fue posible una segunda película, Fantasía 2000, pero no alcanzó las cotas de la original.
A sus 80 años, Fantasía sigue emocionando a niños y adultos, gracias a una banda sonora inolvidable y a unos dibujos animados que casi traspasan la pantalla para trasladarnos a nuestra niñez.