El empresario hongkonés W. Wong todavía recuerda el día de 1972 en que escuchó por primera vez a los niños de su barrio alabar una figura que parecía legendaria: Bruce Lee.
Este consumado artista marcial, cuyas películas sembraron por todo el mundo el furor por el kung-fu, fue uno de los primeros asiáticos en convertirse en una estrella en Hollywood.
Su influencia perdura en Hong Kong, donde pasó su infancia y sus últimos años y donde sus seguidores preparan esta semana exhibiciones y muestras de artes marciales para conmemorar el medio siglo de su muerte con solo 32 años.
«Cada niño necesita algún tipo de modelo y yo elegí a Bruce Lee», dice Wong, de 54 años, que dirige desde hace casi tres décadas el mayor club de fans dedicado a la estrella en la ciudad.
«Deseaba que mi vida se pareciera al Bruce Lee que veía: guapo, fuerte, con grandes habilidades en artes marciales, una imagen heroica», agrega.
En un gimnasio de Wing Chun, el estilo de arte marcial que Lee practicaba antes de inventar su propio método Jeet Kune Do, el legendario maestro de artes marciales es venerado como algo parecido a un santo patrón.
Su propietario Cheng Chi-ping, de 69 años, explica que su generación empezó a entrenar bajo la influencia cultural de Lee, pero «nunca pudo igualar su velocidad, su fuerza o su físico».
El atractivo de Lee no disminuyó en la siguiente generación, asegura Mic Leung, de 45 años, que entrenó en el mismo gimnasio y como adolescente devoraba las películas antiguas de su ídolo.
«Cuando hablamos sobre el ‘dios de las artes marciales’, solo podemos hablar de Bruce Lee. No hay otro», afirma.
Rompió barreras
Nacido en San Francisco en 1940, Lee creció en Hong Kong y tuvo un temprano flirteo con la fama como actor infantil, respaldado por su padre que era un famoso cantante de ópera cantonesa.
A los 18 años, continuó sus estudios en Estados Unidos y durante la siguiente década dio clases de artes marciales y tuvo pequeñas apariciones en Hollywood hasta conseguir el papel de Kato en la serie televisiva El avispón verde.
Pero no fue hasta su regreso a Hong Kong que obtuvo un papel protagonista en la película de artes marciales El gran jefe, que lo convirtió en una figura en Asia tras su estreno en 1971.
Al año siguiente saldrían dos nuevos éxitos, Fist of fury (Puños de furia) y The way of the dragon (El furor del dragón), que consolidó la imagen de Lee como un luchador implacable y rápido como un rayo.
Lee completó la grabación de su cuarta gran película, Operación dragón, y estaba rodando la quinta cuando murió el 20 de julio de 1973 a causa de una inflamación cerebral atribuida a una reacción adversa a los analgésicos.
El académico cinematográfico Aaron Han Joon Magnan-Park, que enseña películas de Lee en la Universidad de Hong Kong, opina que el actor simbolizó una especie de identidad china que cruzó fronteras.
«Describiría a Bruce Lee como el parangón del éxito del poder blando sinófono», dice a la AFP.
En Hollywood, Lee rompió los estereotipos racistas, demostrando que los hombres asiáticos eran algo más que sirvientes y villanos.
Las escenas en las que flexiona sus músculos con el torso desnudo, el «kung-fu estriptis» como lo llama Magnan-Park, eran esenciales porque demostraban que los cuerpos esculpidos también pertenecían a los héroes asiáticos.
«Convirtió en atractivos a los hombres asiáticos y eso es algo de lo que no hablamos suficiente», dice.
Preservar el legado
La duradera fama de Lee contrasta con las dificultades de preservar su legado en Hong Kong, dice el presidente del club de fans. El respaldo del gobierno ha sido intermitente, lamenta.
Sus seguidores solicitaron con éxito en 2004 erigir una estatua de Lee en el afamado paseo marítimo de Hong Kong, pero una campaña para volver a usar su antigua casa no pudo salvarla de la demolición en 2019.
En una exhibición sobre la vida de Lee preparada por un museo gubernamental, una mujer apellidada Yip dice a la AFP que quería enseñar «un símbolo del antiguo Hong Kong» a sus dos hijos.
Wong, que organizó una exhibición más modesta en el populoso distrito de Sham Shui Po, reconoce el declive del interés de los jóvenes, pero defiende que la filosofía de Lee puede volver a ser relevante.
Señala como ejemplos a los manifestantes prodemocracia de 2019 en Hong Kong, que citaban el mantra del luchador, Be water, my friend (Sé agua, amigo) como recordatorio de la necesidad de adoptar tácticas flexibles de resistencia.
El debate se desvaneció después de que las autoridades aplacaran la resistencia, pero Wong recuerda que entonces la gente se preguntaba por qué los jóvenes manifestantes se fijaban tanto en Lee.
«Mientras todo el mundo siga recordándolo (a Lee), una vez se despierte en alguien el interés, tendrá la oportunidad de redescubrirlo», asegura.