Ante la repentina tendencia a los shows por Internet, cabe no perder de vista tampoco los discos que, ante las horas de encierro que aún quedan por delante, en estos apenas 80 días de 2020 captaron la opinión más o menos unánime de la crítica de estar entre lo mejor del año.
The Slow Rush, de Tame Impala
Lo último del australiano Kevin Parker es vistoso desde la portada, un trabajo que a punto estuvo de ser pasto de las llamas del último incendio en California pero que, rescatado “in extremis” por su autor, se presenta al público como virtuoso acercamiento pop, rock y dance a su amado disco-funk blanco.
YHLQMDLG, de Bad Bunny
Acrónimo de Yo Hago Lo Que Me Da La Gana, el puertorriqueño publicó el disco un sábado y no en viernes junto al resto de novedades. Aun así, rompió récords mundiales con sus contagiosas 20 canciones para llevar el urbano latino a un lugar de prestigio con sus fusiones y su respeto por la mujer y el público LGTB.
After Hours, de The Weeknd
El canadiense Abel Tesfaye hace gala en su retorno al mercado de una espiritualidad más oscura y melancólica, con un punto de Annie Lennox, en un disco de r&b que se viste de arreglos ochenteros y electrónicos que lo convierten en un trabajo evocador que se irradia como una onda en el agua.
Miss Anthropocene, de Grimes
Complejo, con abundancia de géneros y canciones que son como puzzles inverosímiles pero que funcionan, así es este trabajo en el que una de las figuras más peculiares de la música vuelve a reinventarse para hablar de temas actuales como el cambio climático.
Suddenly, de Caribou
El retorno tras cinco años de ausencia a ese alter ego electrónico de Dan Snaith está fundamentado sobre la fragilidad y es tan personal que recoge una viejísima grabación de su madre cantándole una nana infantil. Es solo uno de los muchos recursos de un disco impredecible en sus giros, pero sujeto por grandes melodías.
Heavy Light, de U.S. Girls
Aplaudida ya con el previo In a Poem Unlimited (2018), la compositora Meg Remy convierte su memoria emocional en fuente de inspiración para llevar más allá aquella experimentación con el glam rock o el disco-funk a una paleta quizás más sobria, menos electrizante, pero no menos divertida ni espiritual.
Manic, de Halsey
Aspirante a diva pop de largo recorrido pero difícilmente encuadrable en la masa por su gusto por el rock, el hip hop y sus guiños a Alanis Morissette y Shania Twain como bases en un disco franco, en el que se muestra estoica frente al desengaño y en el que desde el título parece dispuesta a sacar algo bueno de su trastorno bipolar.
Circles, de Mac Miller
Dos estilos se engarzan como en un círculo en el disco póstumo de este artista de hip hop, cuyo fallecimiento accidental por sobredosis trascendió globalmente por su relación con Ariana Grande, pero brilla especialmente cuando afronta los tramos más honestos y frágiles, como en el corte que lo abre y que le da título.
Colores, de J Balvin
Creador incansable, el colombiano mantiene la línea apuntada con sus últimos álbumes en este disco conceptual que halla en la policromía emocional su inspiración y que ha concebido como vuelta a sus orígenes, en cuanto que, con solo dos colaboraciones, ofrece la versión más depurada de su visión del urbano latino, la que lo convirtió en un astro global.
Sanación, de María José Llergo
Comparada con Silvia Pérez-Cruz y Rosalía por su manera de aproximarse al flamenco y por su voz hipnótica, la española entrega un debut balsámico, como indica su título, en el que destacan joyas como “Nana del Mediterráneo”.