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¿Podremos detener la autodestrucción?

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Conviene recordar aquí la advertencia que contiene el documento “La Emergencia del Cambio Climático en América Latina y el Caribe”, producido por la Cepal en el 2020: “El aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero derivado de las decisiones globales de producción y consumo tienen ya un efecto visible sobre el clima”. Según la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos, “a los gases que atrapan el calor en la atmósfera se les llama gases de efecto invernadero”. ¿Cuáles son? Dióxido de carbono, metano, óxido nitroso, gases fluorados.

La ciencia ha verificado de modo incontestable que el cambio climático tiene un origen antropógeno, es decir, es producto de la actividad humana. La vida moderna impone patrones de producción y consumo que acusan al “actual sistema económico como principal factor determinante de la quema de combustibles fósiles, de sus emisiones y del cambio climático”. Por lo tanto, en su corriente mayor, es posible afirmar que el cambio climático es, sobre todo, producto de la actividad económica industrial y del uso que hacemos de los combustibles fósiles.

El documento ofrece un dato alarmante: “En solo 200 años, las actividades humanas han provocado cambios en el clima que, de forma natural, habrían tomado millones de años”. Pero, ¿cuál es el problema real? Los incrementos del nivel de temperatura del planeta, que a su vez generan mutaciones en el sistema climático.

Calentamiento y consecuencias

¿Cuáles son las consecuencias del calentamiento global? Se modifican los patrones de precipitaciones, aumenta el nivel del mar, se reduce la criósfera (las superficies de la Tierra donde el agua se encuentra en estado sólido), y se intensifican los fenómenos climáticos extremos, como sequías, inundaciones, ciclones y huracanes.

Salvo que se asuman medidas agresivas de mitigación se espera un aumento promedio de la temperatura respecto de la era preindustrial (1750) superior a 1,5 °C, muy probablemente a 2  °C, hacia finales de siglo. Esto, ahora mismo, parece inevitable.

Aumentarán las temperaturas altas y disminuirá el frío. A fines del siglo XXI se sumará la modificación de la intensidad y frecuencia de fenómenos de precipitación extrema. Es probable que la frecuencia de ciclones tropicales aumente. En cuanto al nivel del mar, “se espera un aumento de entre 24 y 30 cm, y de entre 40 cm y 63 cm hacia mediados y finales del siglo XXI, respectivamente”. La cubierta de hielo del Ártico y los glaciares seguirá decreciendo.

Añade la Cepal esta reflexión que concierne a cada ciudadano, sin excepción: “El problema central es que la velocidad del calentamiento global y sus consecuencias rebasan la capacidad de los sistemas sociales y económicos para adaptarse a ese cambio, lo que da lugar a una distribución muy regresiva del impacto. No modificar los factores causales, sobre todo la quema de combustibles fósiles, agrava el problema y posterga la adopción significativa de patrones alternativos de inversión, producción y consumo”.

La temperatura hacia el 2100

Siendo América Latina un reservorio de vegetación y agua, “los cambios también son evidentes en América Latina y el Caribe. Se observa que el promedio de temperatura del período 2000-2016 es 0,7 °C superior al promedio del período 1901-1990, y que los fenómenos climáticos extremos como las sequías y las inundaciones son más frecuentes”. Son las tragedias naturales que vemos siempre en los noticieros.

Según todos los pronósticos, en las subregiones de América Latina y el Caribe la temperatura aumentará un promedio de 1°C hacia 2100 con respecto al período 1986-2005. La lluvia decrecerá 22% en el noreste del Brasil y aumentará 25% en la zona sudeste de América del Sur.

Calentamiento irreversible

“El incremento promedio de la temperatura se manifiesta en una reducción del número de días y noches fríos, y en un aumento del número de días y noches cálidos”, se lee en el texto de CEPAL. No luce posible evitar que la temperatura aumente 2 °C hacia mediados del siglo XXI; esto hará cuesta arriba la meta de cumplir con la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) y el Acuerdo de París.

La CMNUCC entró en vigor en 1994, cuando todavía no existían las evidencias científicas de hoy. Tomó prestada de la historia de otros acuerdos como el Protocolo de Montreal (1987), para obligar a los Estados miembros a actuar en interés de la seguridad humana, incluso ante la incertidumbre científica.

El portal unfcc.int relata que el 12 de diciembre de 2015, en la COP21 de París, las partes de la CMNUCC alcanzaron un acuerdo histórico para combatir el cambio climático. El objetivo central del Acuerdo de Paris es reforzar la respuesta mundial a la amenaza del cambio climático. La meta es mantener el aumento de la temperatura mundial en este siglo muy por debajo de los 2 grados centígrados. ¿Alcanzará la humanidad ese logro?

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Foto: Pixabay

Cuánto costará el aumento de temperatura

Este impacto tiene tres características: es significativo, no lineal y heterogéneo (incluso hay algunos efectos positivos en la agricultura de la parte sur del continente). Es muy probable que el impacto del cambio climático siga aumentando.

Según Cepal, tenemos evidencia de que hay efectos en las actividades agropecuarias, la disponibilidad de agua, la biodiversidad, el nivel del mar, los bosques, el turismo, la salud y las áreas urbanas. Distintos estudios proyectan que el impacto crecerá exponencialmente a medida que se incremente la temperatura: un aumento de entre 2ºC y 3ºC reducirá el PIB mundial alrededor de un 1,5%. Impacto que será heterogéneo en los distintos países.

De aumentar la temperatura 2,5°C -lo que probablemente ocurrirá hacia alrededor de 2050-, el cambio climático le costará a América Latina y el Caribe entre el 1,5% y el 5% del PIB actual. Hay una estimación más reciente que ubica ese costo en torno a una pérdida del 2% del PIB. Estamos hablando de calidad de vida. No sólo por los efectos climáticos en nuestras vidas, sino por las repercusiones económicas que este fenómeno acarrea.

Efectos que podrían empeorar

¿Cuáles son las características del cambio climático? Existen cuatro puntos que lo definen, y, a su vez, hacen difícil su solución en los países en desarrollo, especialmente en América Latina y el Caribe. Parece que en esta historia pagan justos por pecadores. Veamos esos cuatro puntos:

Uno. La paradoja temporal: Los efectos del cambio climático surgen a largo plazo. Es difícil identificar esos efectos. Pero cada vez hay más conciencia de la urgencia de actuar. Hay que atender en simultáneo los procesos de adaptación y mitigación.

Dos. La asimetría fundamental entre las emisiones y la vulnerabilidad: Las características geográficas, climáticas, socioeconómicas y demográficas de América Latina y el Caribe hacen especialmente vulnerable a la región. No obstante, las emisiones de la región son solo el 8.3% de las emisiones mundiales. “Se estima que, hacia 2050, el costo económico del cambio climático en la región representará entre el 1,5% y el 5% del Producto Interno Bruto (PIB) regional actual”.

Tres. La desigualdad en el interior de los países: Los pobres son más vulnerables a los efectos del cambio climático, pero su aporte a las causas del mismo son menores que los estratos más altos.

Cuatro. La inevitabilidad y la urgencia de la adaptación: La mayor frecuencia de los fenómenos climáticos extremos y la trayectoria inercial de las emisiones de gases de efecto invernadero nos llevará a un aumento de la temperatura del planeta de al menos 2 grados centígrados en el siglo XXI, lo cual hace imperativos los procesos de adaptación.

Hay ciertos patrones de consumo asociados a este fenómeno. “En América Latina hubo un gran dinamismo económico durante el auge de los precios de las materias primas: la tasa de crecimiento promedio anual del PIB fue del 3,0% entre 1990 y 2015, lo que derivó en una tasa de crecimiento promedio del PIB per cápita del 1,6% en esos mismos años”. La tasa de pobreza se redujo del 48,4% al 29,2% entre 1990 y 2015.

¿Qué significa esto? A menos pobres, nuevos patrones de consumo. “Estos nuevos espacios de consumo no coinciden con un desarrollo sostenible ni con el cumplimiento de las metas climáticas que los países han manifestado en sus contribuciones determinadas a nivel nacional”, dice CEPAL. A medida que aumenta el ingreso también lo hace el consumo de gasolina. “La concentración del gasto en combustibles para el transporte en los grupos de ingresos medios y altos es más evidente al considerar el porcentaje de personas por quintil que realmente consumen gasolina y disponen de un auto”.

En América Latina, la existencia de sucedáneos apropiados para el transporte privado es escasa. “En un entorno de rápido crecimiento económico, sería insuficiente intentar reducir el consumo de gasolina únicamente por medio del mecanismo de los precios”. Por consiguiente, se hacen necesarias las regulaciones. En la región también influyen los cambios en el uso del suelo, por la deforestación. Hay una “tensión entre la necesidad de lograr mejoras duraderas en cuanto al bienestar y que estas se produzcan en el marco de patrones de producción y consumo menos intensivos en carbono”.

Crecerá el impacto de los desastres climáticos

Según el tomo de la Cepal, “los fenómenos climáticos extremos se pueden convertir en eventos desastrosos para las actividades económicas, las condiciones sociales y los ecosistemas. Por consiguiente, su efecto es el de un choque, aleatorio en su magnitud y ubicación geográfica, que perturba la estabilidad económica y social”, expone el organismo.

El impacto negativo de los fenómenos climáticos extremos es coyuntural sobre el bienestar de la población. No es obligante que se refleje en la trayectoria del PIB. Su efecto es débil o difícil de cuantificar a corto y mediano plazo. ¿Cuáles son los factores que determinan el efecto? A saber: el tipo de desastre y su severidad, el sector afectado, la estructura y la composición de la economía, y el ingreso per cápita.

“Los efectos de los desastres naturales son más fuertes en los países en desarrollo que en los países avanzados, y el sector agrícola normalmente los sufre de manera más intensa”, refiere la investigación que usamos como insumo. Las regiones como Centroamérica y el Caribe son particularmente sensibles a los desastres naturales, por su menor tamaño y exposición.

No es así para los países más grandes: estos tienen más opciones para compensar su efecto. Los fenómenos climáticos extremos y el deterioro de los ecosistemas disparan procesos de retroalimentación; “por ejemplo, la deforestación y la destrucción de los manglares aumentan la vulnerabilidad en las costas y otras áreas geográficas”.

¿Qué otros impactos tienen en la región los desastres naturales? Tienen efectos colaterales. En las finanzas públicas y la infraestructura, verbigracia, “además de provocar pérdidas en la propiedad, cambios del modo de vida y desarticulación del transporte y el comercio internacional, al tiempo que refuerzan las trampas de la pobreza”. Cuando uno accede a esta data, no puede dar crédito a la torpeza del ser humano en el tratamiento de su propia casa: el planeta Tierra.

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