Las llaman las medtech -tecnologías médicas- y han llegado para establecer un nuevo marco profesional y científico en la relación entre médicos y pacientes, de mayor precisión y profundización. Lo ocurrido en las últimas dos décadas, apenas puede calificarse de mejoría o avance. Es mucho más que eso: se trata de largos y sustantivos saltos cualitativos en el diagnóstico, el tratamiento y en el uso de recursos sanitarios, que continuarán perfeccionándose en los próximos años.
El análisis de los beneficios explica por qué las proyecciones para las próximas décadas lucen tan promisorias. Los tecnólogos explican: al trasladar algunas tecnologías al paciente, especialmente aquellas que tienen como objetivo el control de las enfermedades -medidores de la glucosa, de la presión arterial, de la presencia de oxígeno en la sangre, etcétera- , el paciente asume un rol más activo con respecto a su padecimiento. Se compromete más y asume su propio cuidado y vigilancia. Reduce, en alguna medida, su dependencia del médico tratante.
En los próximos años, los sistemas sanitarios incorporarán, de forma creciente, más y mas tecnologías. Las realidades operativas de los profesionales de la salud y de los pacientes cambiarán de forma sustantiva. Y cambiarán para bien. El uso de herramientas como la Inteligencia Artificial, la Big Data, la impresión 3D para la producción de implantes, producirán resultados todavía inimaginables para la mayoría de las personas.
Salto en la diagnosis
El primer gran beneficio ocurrirá en el ámbito de la diagnosis: cada día habrá más instrumentos para la prevención o para la detección temprana de enfermedades. La medicina y los sistemas se enrumbarán, de forma más sistemática, hacia programas que eviten o retrasen la aparición de dolencias. Las personas disfrutarán de vidas más sanas y los sistemas sanitarios mejorarán su capacidad para acompañar, eficazmente, el crecimiento de la población.
El desarrollo de softwares y técnicas de gestión hospitalaria reducirá o eliminará las colas y la concentración indeseable de pacientes en pasillos y salas de espera. La inesperada presión que el Covid19 creó a los centros de salud hizo posible los primeros avances en esa materia: se crearon protocolos para evitar la concentración de pacientes. El paciente invertirá cada vez menos tiempo en las consultas, y reducirá la posibilidad de contagiarse por el contacto con pacientes portadores de otras enfermedades. Lograr una cita con el médico correspondiente será cada día más fácil y accesible. La expansión de la telemedicina ampliará las opciones del paciente: asistir al consultorio, recibir la visita del médico en su casa o hacer la consulta a través de una plataforma.
De forma simultánea, la llamada hiperconectividad -que se refiere a la realidad de estar siempre conectado a internet, a través de distintos dispositivos: móviles, relojes inteligentes, sensores digitales- facilitará el control de los pacientes, avisará a los médicos si es necesario un cambio de tratamiento, reducirá la posibilidad de que se produzcan emergencias. Así, la atención médica será permanente: incluso en las horas del sueño, al levantarse y pararse frente al espejo, en los vehículos, al revisar el móvil o encender la computadora, al caminar o al realizar cualquier otra actividad, el paciente estará monitoreado por algún tipo de sensor, cinta o parche adherido al cuerpo, que medirá el desenvolvimiento de sus variables vitales.
Otro cambio significativo en curso: mejoras sustantivas en la calidad y precisión de las imágenes, producto del escaneo corporal, resonancias magnéticas y radiografías. Las tecnologías nos permitirán ‘ver’ el interior de nuestro cuerpo, con mejor definición y mucha mayor precisión.
Una de las perspectivas más espectaculares, que nadie lo dude, lo constituirá el amplio y masivo desarrollo de las llamadas Cirugía 4.0 y de las cirugías de precisión, que producirán dos resultados: intervenciones menos invasivas, y operaciones donde los cirujanos trabajarán con el apoyo de robots, capaces de calcular movimientos y de realizar análisis sobre el estado del paciente, en tiempo real. El paso por el quirófano será así una experiencia más segura y rápida.
¿Crecerá el autodiagnóstico y automedicación?
Informes del 2019 señalan que aproximadamente la mitad de los adultos propietarios de una computadora doméstica realizan consultas en la web, apenas se produce la aparición de algún síntoma o alteración en el funcionamiento corporal.
Una década atrás, la cifra no alcanzaba el 20%. Por lo tanto, la previsión es que esta conducta continuará creciendo en las próximas décadas, especialmente en América Latina, donde el uso de internet en el ámbito doméstico todavía es limitado -el porcentaje varía entre 20 y casi 70%, dependiendo del país-. Hasta aquí, la cuestión no constituye una amenaza. Sin embargo, la tendencia cambia cuando se la relaciona con la automedicación: más de 70% consumen medicamentos o realizan alguna forma de tratamiento, tras consultar en la web.
Aunque, hasta la fecha, no hay estudios que indiquen cuánta asertividad hay en este proceder -es decir, cuántos mejoran con soluciones propias-, lo que si se conoce es el caso de personas que incurren en graves errores de interpretación, minimizan el significado de los síntomas, y deciden consultar con un especialista, cuando la enfermedad ha empeorado. Sostienen los futurólogos que esta conducta podría expandirse, a medida que se disemine la penetración de internet y la disponibilidad de computadoras domésticas.
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La OMS y la digitalización de la salud
En agosto de 2020, la Organización Mundial de la Salud publicó el Proyecto de Estrategia Mundial sobre Salud Digital 2020-2025, bajo la premisa de que el futuro de la salud mundial dependerá de la incorporación sistemática, pronta y amplia de las tecnologías digitales a los servicios de salud. Este nuevo documento viene a dar continuidad a los llamados que la OMS viene realizando desde hace 15 años.
¿A quién van dirigidos los lineamientos sugeridos en este documento fundamental? En un primer nivel, a los responsables de diseñar y hacer posible la incorporación y uso de las tecnologías en los sistemas de salud. Se hace especial hincapié en cuestiones como la sostenibilidad y la seguridad en el manejo de las mismas.
A continuación, a los profesionales de la salud, llamados a actualizarse y a lograr el mejor provecho de las tecnologías digitales, para beneficio de los pacientes y del propio desempeño. También le habla a los posibles usuarios y a la población en un sentido amplio: en lo esencial son los destinatarios de los avances.
Es importante considerar que la propuesta fue emitida en plena pandemia y, sobre todo, después de que la OMS recibió severas críticas por su gestión ante el Covid19.
La estrategia tiene un carácter global. Parte de cuatro principios rectores que, en rigor, tienen mayor pertinencia en los países pobres: los Estados -los gobiernos- deben comprometerse, es decir, estudiar sus realidades y capacidades, planificar, financiar y acelerar la adquisición o desarrollo de las tecnologías necesarias. El segundo principio se refiere al de integración de los esfuerzos, que supondría, entre otras cosas, la coordinación entre las distintas instituciones de salud y el sector privado. El tercer principio es el uso de las tecnologías adecuadas, que tiene un impacto directo en la política de adquisiciones: por ejemplo, no siempre el equipo más avanzado será el más útil y eficaz. Por último, el cuarto principio, que debe ser entendido como una apelación: los países con mayores recursos y las empresas que han logrado mayores avances tienen un deber, que es moral y sanitario, de prestar su colaboración a los países “menos adelantados para implantar las tecnologías de salud digital”.
Pandemia, acelerador de la digitalización
No hay actividad organizada en el mundo que no haya sido impactada por la pandemia. Desde el último trimestre de 2020, voceros de los distintos sectores han sido unánimes al analizar y concluir que la pandemia, entre tantas secuelas negativas, ha tenido una consecuencia positiva: la aceleración de los procesos de transformación digital.
Quizás sea el acelerón en el ámbito de los servicios de salud, el que ha estimulado la reflexión más recurrente. Analistas sanitarios divergen en el diagnóstico: si en el lapso de unos pocos meses -el segundo semestre del 2020- se produjo un avance de 5 o de 10 años. Pero en lo que hay una inequívoca coincidencia, es en la afirmación según la cual han bastado apenas unos meses para establecer las bases de lo que será la atención sanitaria durante los próximos años y hasta décadas.
Esos avances ocurrieron en ámbitos específicos. En el plano de la atención, se produjo un importante desarrollo de la telemedicina: encuentros entre médicos y pacientes, a través de múltiples plataformas, que también fueron utilizadas para dictar talleres u ofrecer videos tutoriales para prestar apoyo a pacientes que, de forma regular, necesitan del apoyo de paramédicos para recibir medicación, masajes, ejercitaciones y seguimiento constante de su estado. Paradójicamente, aunque los especialistas reconocen que el contacto personal es necesario e insustituible, la telemedicina demostró una capacidad especial para el seguimiento más constante de los pacientes. Objetivos como los de diagnóstico, prevención y vigilancia, se cumplieron con altos niveles de respuesta. En otras palabras, la pandemia demostró que la telemedicina puede operar masivamente.
En otro plano, para los sistemas de salud, se hizo fehaciente, cuáles son las fallas y requisitos básicos que debe cumplir la transformación digital en instituciones públicas o privadas. Ellos van, desde la formación del personal, hasta la comprensión de cuáles son los puntos que permiten el uso de robots. Las organizaciones sanitarias han tenido la oportunidad de entender, con una comprensión plena, el valor real y potencial que los datos tienen para tomar decisiones, tanto en el plano de las políticas sanitarias, como en el de atención directa a los pacientes.