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Guerras del agua: ¿se intensificarán?

por El Nacional El Nacional

97,5% de toda el agua de la Tierra es salada o se ha contaminado. Resta 2,5%, porción de la cual 70% más o menos está congelada, o sea que menos de 0,01% está disponible para el consumo humano en lagos, ríos, embalses o acuíferos. El agua es hoy un recurso escasísimo. Por esto, se han generado incluso guerras en la disputa por el agua. Veamos algunas de ellas.

Tenemos, en primer lugar, la disputa por el caudal del Nilo, de modo especial en Etiopía, que planifica edificar una gran represa en el Nilo Azul con el antagonismo de Egipto. Luego, tenemos la guerra de Yemen, que tiene un gran contenido de pugna por los recursos hídricos. En Yemen ha habido décadas de corrupción y nepotismo. Por esto acá el agua quizá no sea digna de ese nombre. La ausencia de agua ha puesto pólvora a la pelea entre comunidades. La falta de agua para ducharse, afeitarse, o regar las cosechas ha encendido la mecha.

Asimismo, tenemos las dos últimas grandes hambrunas, que tuvieron lugar en Somalia, la primera en 1994 y la segunda en 2011. La sequía provocó la muerte del y la pérdida de las cosechas. La falta de oportunidades dio lugar a la piratería y esto impulsó a jóvenes a los grupos yihadistas como Al Shabab. La guerra civil ha estado ligada a la falta de agua en las tres últimas décadas en el cuerno de África.

En la zona de los ríos Tigris y Éufrates, compartida actualmente por Irak, Siria y Turquía, también se ven los conflictos por el agua. El control de los cauces y pozos ilegales han echado a andar tensas relaciones entre Estados y comunidades durante el último par de décadas. Irak fue, en los años 60 y 70, el país más fértil de la región, pero la reducción de entre 70 y 80% del caudal de estos dos ríos, la sumió en la miseria.

Otras disputas

Tomemos en consideración algunas otras guerras que han tenido su origen en la disputa por el agua. Los recientes choques entre fuerzas afganas e iraníes, se originan en los ríos Helmand y Harirud. ¿Cuál es la naturaleza del conflicto? Irán acusa a los afganos de sobreexplotar los acuíferos para su agricultura mediante represas. Afganistán lo niega. El tratado sobre el agua entre estas dos naciones ha dado al traste. Si ponemos la vista en la sobrepoblación actual, veremos que es un conflicto en alza.

Y en China también ha problemas. El gigante asiático ejerce dominio sobre el río Mekong, el cual es una arteria vial para otras naciones como Laos, Camboya o Vietnam. Ha construido represas en su parte alta, y no contento con esto quiere drenar el río para introducir corpulentas embarcaciones de transporte y tener otras salidas al mar para uso comercial.

Hay otros conflictos más añejos, como la disputa por el río Cauvery. Está localizado entre los estados de Karnataka y Tamil Nadu. La pelea resurge con bríos entretanto el río se seca por falta de lluvias. La batalla por su cauce es legal, y vayamos más allá: las restricciones impuestas por el estado indio ha derivado en protestas violentas, con saldo de muertos y heridos.

Más casos

Otras guerras del agua no menos importantes: Turquía y Armenia han tenido vínculos muy tensos a lo largo de lo que fue el siglo XX y hasta la actualidad. El río Kars nace en Turquía, y el río Ahuryan nace en Armenia; ambos se fusionan en el río Arpacay, situado en la frontera entre estas dos naciones. El genocidio armenio, y también el conflicto Nagorno-Karabaj entre Armenia y Azerbaiyán, que se hizo más letal en 1993 y llevó a Turquía a cerrar su frontera con Armenia, han conducido a las relaciones entre ambos países a un punto muerto.

Tripoli y otras ciudades de la costa hasta Bengasi, dependen  95% del agua bombeada desde el sur de Libia, donde está ubicada la Cuenca del Nubia. Se trata de un nivel freático compartido por Libia, Egipto, Sudán y Chad. Esta cuenta fue explotada por Gadafi para llevar agua desde el desierto hasta la costa en la vía del Gran Río Artificial, el proyecto de riego más grande el orbe. Son 4 mil kilómetros de acueductos en manos de señores de la guerra que abren y cierran el grifo a merced.

Finalmente, la privatización del agua potable en Cochabamba (Bolivia) provocó la llamada Guerra del Agua en 2000, con violentas manifestaciones. El saldo fue de al menos 9 muertos. Por fin, el agua de la ciudad fue renacionalizada y el acceso a ella recibió un nuevo respaldo legal. No obstante, la escasez sigue provocando protestas.

Aumenta el calor, aumenta la demanda de agua

“En América Latina y el Caribe hay una gran disponibilidad de recursos hídricos distribuidos de forma heterogénea entre las subregiones y los países. La disponibilidad de agua es de alrededor de 13.867 billones de metros cúbicos (m3), lo que equivale a 22.162 m3 de agua per cápita. En 2014 se extrajeron 329.728 millones de metros cúbicos, entre los cuales 71% se destinó al uso agrícola, el 17% al consumo doméstico y 12% al uso industrial”, explica la Cepal.

¿Cuáles son las amenazas del cambio climático para el agua? El calentamiento de la Tierra arriesga la disponibilidad de agua; del mismo modo, la demanda para el consumo humano crece tanto y en cuanto mejora el ingreso y crece la población. En esa demanda inciden el costo del suministro, el precio de otros bienes, las características demográficas y socioeconómicas de los hogares, y el clima, en particular la temperatura y la precipitación.

El calentamiento global altera los patrones de precipitación, la humedad del suelo y la escorrentía; más allá de esto, suma puntos al derretimiento de los glaciares, lo cual repercute en la disponibilidad y la trayectoria del consumo hídrico. A mayor temperatura, mayor será la demanda de agua. “Al acentuarse el cambio climático, se espera que aumente el número de personas en situación de estrés hídrico. Este impacto es evidente en la región”.

agua

Foto: Pixabay

Latinoamérica: ¿saldremos de la pobreza hídrica?

Hay verdades que asombran apenas las conocemos. Son epifanías. Por ejemplo: América Latina dispone de una tercera parte del agua dulce del orbe. Y su dotación per cápita es de 22 mil 929 metros cúbicos por persona al año, es decir, casi 300% por encima de la media global. Si algo nos sobra, es agua. ¿Cómo explicarse entonces que tengamos tantas desigualdades en cuanto al uso de los recursos hídricos?

Víctor Arroyo es asesor y facilitador para la innovación y la adopción de tecnologías en el sector agua. Especialmente motivado en explorar cómo las nuevas tecnologías y la innovación pueden mejorar la eficiencia y la productividad en el sector del agua. Es asesor de la CAF en esta materia, y articulista regular de América Economía.

El experto explica que “lo cierto es que también en este rubro la región registra importantes desigualdades, aunque estas no son creadas directamente por el hombre, sino por la naturaleza. América Latina presenta una distribución geográfica del agua desigual, con zonas extraordinariamente ricas y otras más secas, y con el 80% de la lluvia concentrada en pocos meses del año”.

El fenómeno descrito más arriba tiene nombre y apellido: se llama “inseguridad económica del agua”. La misma está asociada al déficit de infraestructura, capital humano, institucional, financiero y de gobernabilidad de un país, que lleva a situaciones de escasez, más allá de la presencia del recurso.

“Evidentemente, hacer que el agua esté donde más se necesita tiene un costo. Se calcula que para cubrir la demanda de infraestructura hídrica en América Latina es necesario invertir el 0,3% del PIB hasta 2030, unos niveles de inversión que no se han cumplido hasta la fecha. Pero teniendo en cuenta que el costo de la mala calidad del agua representa entre el 1 y 2% del PIB, este esfuerzo tiene una relación coste-beneficio muy favorable”, desenmaraña el experto en América Economía.

El provecho de que los países dediquen un 0,3% a mejorar y crear infraestructuras hídricas no es pequeño, precisamente. El impacto se notaría en todos los ámbitos productivos y sociales. ¿Por qué? Según estimaciones de CAF esto permitiría la universalización de los servicios de agua potable; “alcanzar una cobertura de 94% en el saneamiento; garantizar que al menos el 60% de las aguas residuales sean tratadas adecuadamente, y que el 85% de las áreas urbanas tengan sistemas eficientes de drenaje”. No es poco decir. Vale la pena, y con creces.

Con miras a reducir la inseguridad económica del agua en nuestra región, garantizar un uso eficiente y un acceso universal al recurso hídrico, además de las inversiones en infraestructura es necesario incidir algunos aspectos: fortalecer la gobernabilidad de las empresas de agua potable; aumentar la eficiencia en áreas irrigadas y en la agricultura de secano; disminuir los niveles de contaminación en las aguas superficiales e incrementar la protección de cuencas; y otros como consolidar una gestión sostenible de las aguas subterráneas.

El agua, ¿será convertida en mercancía?

El agua es uno de los recursos más escasos del mundo. Es capaz de generar guerras, enrarecidas alianzas geoestratégicas, o miríadas de refugiados ambientales cuando falta o cuando llueve demasiado. Especular con el agua es una opción. La otra es garantizar su buen uso. ¿Cómo? Mediante una adecuada gestión y la satisfacción de necesidades de áreas tan disímiles como la agricultura, la industria o el planeamiento urbanístico. Son las dos caras de la moneda.

Y esa parece ser la disyuntiva ante la entrada del agua como commodity en el mercado de futuros, o sea, como nuevo valor bursátil. En diciembre de 2020, el líquido esencial de la vida comenzó a cotizarse en Wall Street, conforme al índice Nasdaq Veles California Water (NQH2O). Este indicador, más que el volumen de agua, registrará  los derechos de uso. Para Nasdaq la iniciativa es “un intento de proporcionar mayor transparencia en la gestión de un importante recurso natural”, según declaró a Market Watch, Laurent Dillard, VP ejecutiva de Nasdaq.

Sin embargo, el Informe para 2021 de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos en el Mundo, titulado “El Valor del Agua”, expresa lo que sigue: «Quienes controlan cómo se valora el agua controlan cómo se usa. Los valores son un aspecto clave de poder y equidad en la gobernanza de los recursos hídricos. La incapacidad de valorar plenamente el agua en todos sus diferentes usos se considera la raíz, o un síntoma, de la desatención política hacia el agua y de su mala gestión. Muy a menudo, el valor del agua o el conjunto de sus múltiples valores no constituye un factor de peso en la toma de decisiones», indica el resumen ejecutivo.

Audrey Azoulay, directora general de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, declaró que “el agua no puede reducirse a su precio. Debemos considerar que el agua es un bien común mundial”.

“La actividad de los hedge funds (fondos de alto riesgo) que apuestan por la escasez del agua es peligrosa. La especulación no tiene cabida en la gestión responsable del agua, un derecho humano básico y un recurso natural fundamental, que debe ser un fideicomiso público de todos”, dijo a El País la directora de la campaña Agua para todos, de Food & Water Watch, Mary Grant.

De su lado, el relator especial de la ONU para el agua, Pedro Arroyo, dijo que, “desde mi punto de vista, y desde el punto de vista de la ONU, el agua no puede considerarse una simple mercancía y, por ello, en 2010 se reconoció el agua y el saneamiento como derechos humanos”. No es simple. Hay implicaciones ética muy hondas acá.

Tanto, que el domingo 21 de marzo de 2021, en sus palabras de El Angelus, el papa Francisco indicó que “estamos invitados a reflexionar sobre el valor de este maravilloso e insustituible regalo de Dios. Para nosotros los creyentes, el agua no es una mercancía”. Invitó a dejar de lado la palabra consumo, utilizada para hablar de la utilización del agua, y sustituirla por “uso sensato”.