En los países de América Latina y el Caribe, se admite el rol esencial que los procesos de adaptación desempeñan en las economías y sociedades regionales. Puesto que el cambio climático es irreversible, ha llegado la hora de superar la etapa de la denuncia y poner en marcha todas las respuestas posibles.
Por este motivo, en las contribuciones determinadas a nivel nacional (CDN) de estos países se han incluido acciones de adaptación referidas a las vulnerabilidades particulares de cada uno.
Daremos algunos ejemplos: en el sector energético, “las medidas incluyen analizar la disponibilidad hídrica para la producción eléctrica, reducir las contingencias en la infraestructura energética y hacer que esta última sea resiliente a los fenómenos extremos”.
Otros aspectos de relevancia: “En el sector de los bosques (que, en algunos países, también comprende los subsectores de la biodiversidad, los ecosistemas y las zonas costeras), se identifican medidas para aumentar la capacidad adaptativa y las existencias forestales de carbono, al tiempo que se generan beneficios forestales adicionales, se fomenta la resiliencia ante los efectos del clima sobre los ecosistemas y la biodiversidad, y se promueven prácticas sostenibles de manejo forestal”.
¿Qué pasa con la agricultura, otro sector de enorme valor estratégico en la región? Las políticas están direccionadas a producir cultivos resistentes a los fenómenos extremos, emplear tecnologías eficientes de riego, aplicar estrategias de apoyo a pequeños productores, cambiar las prácticas agrícolas y ganaderas, y poner en práctica sistemas de conservación de suelos.
Las ciudades deben prepararse
¿Y qué hay de las medidas de adaptación en las urbes? “En lo que respecta a las ciudades, destacan el análisis de la vulnerabilidad de la infraestructura, la gestión y la prevención de los riesgos climáticos, los sistemas de alerta sobre los desastres naturales, la construcción de infraestructura y servicios, las iniciativas verdes de sostenibilidad, la sostenibilidad urbana, el ordenamiento territorial y los proyectos de inversión pública”, sostiene la Cepal.
En lo que toca a la adaptación del sector hídrico: el manejo integrado de las cuencas hidrográficas, el abastecimiento de agua potable y de riego, los sistemas de recolección de agua, la identificación de áreas vulnerables a la sequía, la gestión de la energía hidroeléctrica y el manejo integral del agua.
¿Y en el sector salud? Se incluyen medidas y políticas para incrementar la resiliencia de la población, atender problemas derivados de las olas de calor, reducir el riesgo para la salud, adaptar los sistemas de salud al cambio de los vectores que transmiten epidemias, y contribuir al consumo y el aumento de la calidad del agua potable. “También hay medidas que promueven beneficios adicionales para la salud en diferentes sectores, como la agricultura, la vivienda y el transporte”.
Muchas formas de adaptarse
“En sentido amplio, la adaptación incluye cualquier ajuste deliberado que se haga en respuesta a nuevas condiciones climáticas, ya sea reales o esperadas. Además de reducir el impacto negativo del cambio climático, aunque no lo elimine por completo, puede tener consecuencias colaterales positivas desde el punto de vista económico, social o ambiental”, dice el reporte citado.
Hay diferentes formas de adaptación. Por ejemplo, en cuanto a las necesidades físicas y ambientales, algunas medidas son mantener los servicios ecosistémicos, y monitorear los sistemas para no superar umbrales críticos.
A continuación se mencionan algunas opciones a la hora de abordar las necesidades de adaptación. Están las Opciones estructurales y físicas, entre las cuales citamos dos:
-Ingeniería y construcción del medio ambiente. Las obras de ingeniería suelen ser alternativas costosas y de larga duración en que se debe asumir la incertidumbre asociada a la proyección del impacto climático.
-Adaptación basada en ecosistemas. Estas opciones, basadas en la capacidad de la naturaleza para absorber o controlar el impacto del cambio climático, pueden ser efectivas y eficientes y dependen menos de las proyecciones climáticas y sus incertidumbres.
O las opciones institucionales, por citar solo dos medidas:
-Economía. Entre las medidas que se pueden adoptar en este ámbito se encuentran los incentivos financieros (incluidos los impuestos y los subsidios), los seguros (en particular los basados en índices climáticos), los bonos de catástrofe, los fondos rotatorios, los pagos por servicios ambientales, las tarifas de agua, los fondos para imprevistos relacionados con los desastres, y las transferencias de dinero.
-Leyes y regulaciones. Las leyes, reglamentos y medidas de planificación, como la creación de áreas protegidas y la rezonificación del uso del suelo, son medidas institucionales que pueden mejorar la seguridad y resiliencia de las comunidades mediante la asignación del uso de la tierra. Otros ejemplos son los derechos legales y el acceso a los recursos que pueden determinar la capacidad de adaptación.
- Jeff Bezos ofrece a la NASA 2.000 millones de dólares por contrato para volver a la Luna
- Alertan sobre nuevo modus operandi para robar datos bancarios del celular
- 7 artículos que necesitas para volver tu casa inteligente
- Cómo funciona un cuaderno inteligente y por qué necesitas comprar uno para el regreso a clases
Costas: se disparará el peligro
“En la actualidad, el nivel del mar aumenta a un ritmo medio de 3,3 milímetros al año en el mundo y, a finales del siglo XXI, puede llegar a aumentar entre 40 y 63 centímetros”, informa la Cepal. Es un dato realmente alarmante.
En América Latina y el Caribe, fue de entre 2 y 7 milímetros al año el incremento del nivel del mar. Esto ocurrió entre 1950 y 2008; el menor aumento fue en las zonas del Ecuador. El mayor, en las del norte del Brasil y la República Bolivariana de Venezuela. “Las proyecciones realizadas por el Instituto de Hidráulica Ambiental de la Universidad de Cantabria indican que, entre 2010 y 2040, el mayor aumento ocurrirá en la costa atlántica, particularmente en la costa del norte de América del Sur y en las islas caribeñas”, se lee en el texto.
En este orden de ideas, cabe destacar que se estima que entre 2040 y 2070 el ritmo de subida del nivel promedio del mar se acelerará y podrá llegar a los 3,6 milímetros al año. “En este contexto, junto con el alza del nivel del mar van cambiando el oleaje y su altura, la penetración en tierra, la temperatura superficial del agua, la salinidad, el componente meteorológico de las mareas y la dinámica de los fenómenos extremos (los huracanes y el fenómeno de El Niño-Oscilación del Sur)”, reporta la Cepal.
Por lo tanto, la perspectiva es amenazante: un incremento de la erosión costera, un mayor blanqueamiento de los corales, la reducción de algunos usos turísticos y de la defensa de costa de las playas, una menor operatividad de las infraestructuras portuarias y seguridad de las obras marítimas, y mayor inundación de los ecosistemas.
Qué hacer ante el cambio climático
El cambio climático luce amenazador. Pero, ¿es irreversible? ¿Se puede hacer algo? ¿Está la humanidad a tiempo? “La adaptación al cambio climático es el proceso de ajuste al clima real o proyectado y sus efectos. En los sistemas humanos, la adaptación trata de moderar o evitar los daños o aprovechar las oportunidades beneficiosas. En algunos sistemas naturales, la intervención humana puede facilitar el ajuste al clima proyectado y a sus efectos”, dice CEepalL: afirmaciones que abren una rendija de luz.
No hay una panacea. Ni una receta única. “La adaptación puede contribuir al bienestar de las poblaciones actuales y futuras, la seguridad de los activos y el mantenimiento de los bienes, las funciones y los servicios ecosistémicos actuales y futuros. Un elemento relevante es que la adaptación es específica para cada lugar y contexto, y no existe ningún método único para reducir los riesgos que resulte adecuado para todas las situaciones”, se lee en el texto.
América Latina y el Caribe es una región altamente vulnerable a estos efectos. Por eso, ante los impactos ya ineludibles del cambio climático, uno de los asuntos primordiales de la región es aumentar la resiliencia y la capacidad de adaptación de la sociedad, así como explorar las sinergias existentes entre los procesos de adaptación y los demás objetivos de desarrollo.
“La adaptación determina el impacto físico y económico neto que el cambio climático tiene en las actividades productivas, la sociedad y los ecosistemas. Sin embargo, identificar los procesos de adaptación genuinos es una tarea muy compleja que conlleva un alto nivel de incertidumbre, como lo muestra la gran variabilidad de las estimaciones de costos”, ponen en la balanza los investigadores de Cepal. Se pueden tomar medidas, pero no es tarea sencilla.
En América Latina y el Caribe, la adaptación va ligada a la mitigación y también se beneficia, sin excepciones, de la restauración de los ecosistemas, la recuperación de los suelos, la recuperación de la cobertura vegetal general, costera y riparia, y el impacto positivo sobre la biodiversidad.
El manejo sostenible de la naturaleza es una vía para amoldarse al cambio climático. También para mitigar sus efectos. Esta manera de hacer adaptación suma puntos a la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero en una región donde el cambio de uso del suelo sigue siendo una fuente importante de emisiones.
“La necesidad de adaptarse al cambio climático es una consecuencia que los países desarrollados de Europa y Oceanía, los Estados Unidos, los países del antiguo bloque socialista y algunos países en desarrollo como China y la India impusieron de forma inadvertida a los restantes países en desarrollo debido a la acumulación de emisiones en la atmósfera. Por tanto, la medida que más beneficiaría a la región sería un ambicioso proceso de mitigación en los países desarrollados y en los grandes emisores en desarrollo”, remata la Cepal.
Especies al borde de la desaparición
La variedad climática y ecosistémica de América Latina y el Caribe tienen una consecuencia: una gran diversidad biológica. La Cepal ofrece un dato que ilustra las dimensiones del asunto: “Se han identificado 178 regiones ecológicas que representan más del 50% de la biodiversidad del planeta”. Eso es mucho. Y muy bueno.
En la región está el 21% de las ecorregiones terrestres, el 22% de las de agua dulce y el 16% de las marítimas. También los hábitats del 40% de las especies de flora y fauna del mundo. Como ya hemos dicho, América Latina y el Caribe son un reservorio gigantesco de vegetación, agua, distintas especies; un prodigio de la naturaleza.
¿Cuáles son los efectos del calentamiento global sobre este portento? “Entre 25% y 50% de las especies de América Latina y el Caribe son endémicas y son particularmente susceptibles a los efectos del cambio climático debido a sus dificultades para adaptarse a hábitats diferentes”, destaca la Cepal.
Un poderoso patrimonio forestal conformado por 935 millones de hectáreas de bosques, en 2015 representaba 23% del total mundial. Esa área disminuye debido al cambio de uso del suelo. “47% de los bosques eran primarios, lo que equivalía a 34% de los bosques primarios del mundo”, indica la investigación.
“Esta riqueza natural de la región está en riesgo como consecuencia de una compleja matriz de factores que intensifica el cambio climático. Este acentúa la pérdida de biodiversidad, altera el hábitat y favorece las especies invasoras, a lo que se suma el deterioro directo por sobreexplotación y contaminación”, denuncia el texto citado. En pocas palabras: el ser humano está destruyendo sus propios tesoros. Y todo indica, que lo continuará haciendo a lo largo de las décadas que vienen.