Desde 2007-2008 apróximadamente no se realizan censos de animales. Venezuela contaba entonces con 12,9 millones de cabezas de ganado. Hoy día el Estado asegura que se trata de 17 millones, aunque productores y gremios lo sitúan entre 2 millones y 12 millones. El censo y catastro de las fincas es tan solo uno de los pasos que debe dar el gobierno para obtener la certificación internacional de fiebre aftosa, permiso para exportar carne.
Venezuela es el único país de América Latina que no cuenta con la certificación de fiebre aftosa (fiebre y ampollas en boca, nariz, pezones y patas de animales de doble pezuña).
En el país tendrían que cumplir con una serie de fases que, de acuerdo con Rodrigo Agudo, director del Instituto Venezolano de la Leche y la Carne, son potestad del Estado y no de los productores. Tmabién debe garantizar la eliminación del endemismo, realizar muestreos periódicos y la última fase que consiste en la integración con países vecinos. De esa forma, la Organización Mundial de Sanidad Animal podría emitir la certificación.
«Hace un mes vi una declaración de un funcionario diciendo que ya se había hecho una vacunación de 34% sobre un rebaño de 12 millones. (…) Si nosotros tuviéramos 12 millones de cabezas -aunque el gobierno dice que son 17 millones- y tú vacunas 10 millones de animales, si fuesen cifras reales estás vacunando a 80%», señaló Agudo en una entrevista con Unión Radio.
El papel del Estado ante la fiebre aftosa
Es responsabilidad de los gremios exigirle al gobierno y ponerse a la disposición del gobierno para hacer ese catastro y censo, explicó Agudo. Recalcó que el Estado debe generar la infraestructura para hacer los exámenes necesarios, y recordó que el Ministerio de Agricultura debe realizar los censos de cabeza de ganado, además de definir cuántos hatos o haciendas se dedican a esto.
«El ministerio se ha puesto a hacer cosas que no sabe hacer. El gobierno no sabe ser ganadero, no sabe ser empresario, no sabe ser comerciante. El gran problema de los últimos 20 años es que el gobierno se puso a hacer lo que no sabe hacer y dejó de hacer lo que debe hacer: garantizar los servicios para la actividad económica, generación de empleo; garantizar los servicios y la infraestructura», dijo Agudo.
Por ello Venezuela, según lo explicado por el director del Instituto Venezolano de la Leche y la Carne, exporta productos a países como Irán e Irak, pues «ellos no se preocupan por la sanidad animal», indicó.
«Mientras nosotros no reconozcamos de la situación, como dice las Naciones Unidas, de emergencia humanitaria compleja que vivimos en términos de salud y en términos de la economía, y no lo digo yo, cito al ministro de Agricultura; y mientras el discurso sea que lo primero es lo político y después lo económico, nunca vas a poder realizar el trabajo técnico que necesitas para garantizar ante el mundo que tú tienes condiciones de salubridad humanas y animal», expresó.
Carne y lácteos en Venezuela
En Venezuela, dijo, 85% de la leche producida es informal y 50% de esa informalidad es queso artesanal y el otro es el queso rural. Indicó asimismo que 82% de los 135.000 ganaderos son pequeños productores y, de acuerdo con el Ministerio de Agricultura, 70% de ellos no cuentan con estudios básicos.
«Entonces tú no le puedes pedir a un ganadero que no tiene apoyo en términos de educación, en términos de orientación, que tiene que tener responsabilidad sanitaria sobre sus animales si está intentando sobrevivir», añadió.
Sin embargo, resaltó un aspecto positivo en cuanto a la ganadería y la producción de leche en Venezuela: «Nosotros tenemos un activo, un know how y un conocimiento que durante 40 años hemos desarrollado una lechería en un clima tropical».
Añadió que el país cuenta con un gran potencial para el desarrollo agroalimentario, incluso cuando 90% del territorio se ubica por debajo de los 1.000 metros de altitud.
Con respecto a la carne, los precios se ubican entre los 12 y 13 dólares de acuerdo con el corte.
Agudo puntualizó que al año el venezolano consume 11 kilos de carne; anteriormente eran de 17 kilos. Sin embargo, este descenso se debe a los altos costos de producción, que son inferiores, por ejemplo, a los del sector avícola.
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