Venezuela despertó este lunes de su sueño petrolero con largas filas de ciudadanos, todavía confusos, que querían pagar por la gasolina, un producto que escaseó durante semanas y que por primera vez tendrá un costo real por el que hasta el momento no se han registrado protestas tal y como se temía.
«Ustedes pueden imaginar el desbarajuste que se puede presentar de aquí en adelante. El sistema para mí no está completo y menos en un país petrolero como el nuestro», explicó a Efe Gerardo Zambrano, usuario que se acercó a una estación de gasolina en Caracas para comprobar el funcionamiento.
Un precedente violento
El precedente que hacía temer esa revuelta se remonta a 1989, cuando el entonces presidente, Carlos Andrés Pérez, propuso un plan que incluía el aumento del precio de la gasolina dentro de un paquete amplio de medidas y terminó con el Caracazo, violentas protestas que se saldaron con centenares de muertos.
La continuación de esas protestas tuvo su expresión en dos golpes de Estado en 1992, el primero de ellos liderado por el entonces teniente coronel Hugo Chávez, que pretendieron cabalgar el descontento ciudadano.
Con ese recuerdo fresco en la memoria de los venezolanos, Nicolás Maduro anunció el sábado que a partir de este mismo lunes, quienes quieran comprar gasolina lo podrán hacer a un precio de 5.000 bolívares o 0,02 dólares por litro hasta un máximo de 60 litros al mes para motos o 120 para el resto de vehículos, siempre y cuando tengan acceso a los subsidios del régimen.
Para poder acceder a esos subsidios deben estar suscritos al Carnet de la Patria, un polémico sistema de identificación denunciado por su uso para el control político de la población. Quienes no lo tengan o superen la cantidad mensual subsidiada deberán pagar 50 centavos de dólar por litro en un país en que el salario mínimo es inferior a 2 dólares.
Las filas para poder comprar gasolina rodeaban varias estaciones, según pudo constatar Efe en varios puntos de Caracas.
«La cosa es abismal, nunca habíamos visto esto aquí, nunca en Venezuela, la Arabia Saudita de América; parecemos la Haití de todo el mundo», resumió Zambrano.
Una explicación por usuario
Cada uno de los usuarios que se acercaba a repostar debía pasar por la explicación pertinente del empleado que con paciencia mostraba los nuevos aparatos con los que se registra el pago, el número de cédula de identidad y los litros que se repostan para no superar el máximo mensual permitido.
Tal y como pudo corroborar Efe, el proceso se alarga unos minutos, lo que prolonga todavía más las horas de espera que deben hacer los usuarios que, en plena pandemia, están durante horas en las calles, charlando entre sí o acuden a las tiendas cercanas.
Precisamente este lunes comenzó un periodo de flexibilización de la cuarentena para algunos sectores que ha llevado a las ciudades venezolanas a recobrar su vida habitual.
«O compro gasolina o como»
En otra gasolinera, Alexis González, abogado de 40 años de edad, está a punto de llenar su vehículo tras casi 6 horas de espera y 11 semanas de cuarentena en la cual la más cercana a su casa permaneció cerrada.
Espera poder llenar el tanque completo después de casi 3 meses de espera, lo que le costará unos 400.000 bolívares (2 dólares) y teme que vuelva a multiplicarse el contrabando de gasolina que durante las semanas de escasez llevó a que se vendiera a entre 2 y 3 dólares por litro.
«Si compro gasolina no compro comida», manifiesta este ciudadano caraqueño que, como la mayoría, depende de su vehículo para moverse por una ciudad en la que el transporte público es escaso y en el que la inseguridad impide caminar durante buena parte del día.
Si bien el cobro de la gasolina a un precio definido es algo atípico en Venezuela, la mayoría de personas que se agolpan hoy en las gasolineras coinciden en preferir este sistema a tener que recurrir a un bachaquero (contrabandista), que estaba cobrando hasta tres dólares por litro las últimas semanas.