El periódico estadounidense The Washington Post publica este jueves 16 de abril un reportaje, titulado «Venezuela se queda sin gasolina y Maduro sin opciones», en el que describe la gravedad de la crisis por el combustible que empeoró desde que se nició la pandemia de coronavirus.
En el texto, el rotativo cuenta historias de varios afectados por la situación, entre ellos Onasis Múñoz, quien se perdió varias sesiones de diálisis debido a la crisis. Cuando su presión arterial comenzó a aumentar peligrosamente, la única opción que le quedó fue caminar 20 minutos a la clínica más cercana.
«No había medicamentos antes, y ahora no hay gasolina», le dijo a The Washington Post Múñoz Múñoz, quien tiene 28 años de edad y vive en Carabobo.
«¿Qué esperanza tengo?», lamenta.
El diario advierte que la crisis de la gasolina ocurre desde hace años, pero analistas consideran que la actual no tiene precedentes. Es tan grave que las cosechas se están perdiendo en los campos, los médicos no pueden ir a trabajar e incluso Caracas, que por mucho tiempo ha sido una burbuja frente a lo que ocurre en el interior del país, se ha visto afectada.
«La escasez de gasolina se está convirtiendo en uno de los mayores desafíos que ha enfrentado (Nicolás Maduro) desde que asumió el poder», dijo Geoff Ramsey, director de Venezuela de la Oficina de Washington para América Latina.
«La escasez de gas no es nueva en Venezuela, pero el alcance de esta sí lo es. Los trabajadores de salud ni siquiera pueden ir a trabajar. Tiene un efecto dominó en toda la sociedad venezolana», agregó.
A pesar de que Venezuela tiene enormes reservas de petróleo, la falta de repuestos y la fuga de técnicos han paralizado las refinerías de gasolina. Durante años, el país envió crudo a Citgo, subsidiaria estadounidense de Pdvsa, pero el acuerdo terminó cuando Washington rompió los lazos con Maduro el año pasado y arrebató el control de Citgo a Pdvsa.
La petrolera rusa Rosneft intervino y logró acuerdos lucrativos con Venezuela para enviar y vender su petróleo en los mercados mundiales. Pero luego el gobierno de Trump sancionó el brazo comercial de Rosneft en febrero por ayudar a Maduro, y la compañía vendió sus inversiones venezolanas a una entidad más secreta propiedad del Estado ruso.
«No están recibiendo gas de los rusos», dijo a The Washington Post Russ Dallen, socio gerente de Caracas Capital Markets, una firma financiera y consultora que rastrea el petróleo venezolano.
El régimen de Maduro ha recibido envíos recientes de diesel por medio de acuerdos en curso con empresas europeas que tienen participaciones en el país, lo que le permite al líder chavista trasladar algunos camiones para la distribución de alimentos, particularmente en la capital. El país ha buscado nuevos acuerdos para la gasolina a través de un puñado de compañías mexicanas que ahora envían su petróleo a Asia, según expertos de la industria, con un éxito limitado.
Desesperado por un salvavidas, el régimen, dice el rotativo, recurrió el mes pasado a un multimillonario leal, Wilmer Ruperti, en busca de ayuda. El magnate petrolero venezolano ayudó al presidente Hugo Chávez a manejar la escasez de gas en 2002 mediante la contratación de una flota de petroleros rusos para transportar combustible a Venezuela en medio de una huelga general.
Una factura a la que tuvo acceso The Washington Post muestra que Maroil Trading AG facturó a Maduro 12 millones de dólares por hasta 250.000 barriles de gasolina.
«Pero aún no ha llegado, están tratando de encontrar los barcos para traerlos», dijo una fuente al diario estadounidense.