El número de test de diagnóstico PCR se ha multiplicado en estos días, bien porque cada vez hay países que los exigen a los viajeros que llegan a su territorio, bien porque las personas prefieren someterse a uno antes de visitar a sus seres queridos.
Paralelamente a este aumento de las pruebas, los expertos consultados lamentaron la guerra de precios, que penaliza a los más pobres y también a la lucha contra la pandemia.
Cuando Fithrah Auliya Ansar, que había viajado con su hija y su marido a una boda a la isla de Sulawesi en Indonesia, quiso volver a su casa en Sumatra, las reglas habían cambiado y era necesario un test PCR para volver. La familia tenía que pagar 170 dólares y la mujer decidió retrasar su vuelta hasta que «el gobierno cambie las normas», explicó.
La situación se repite, independientemente de los continentes. En Rosebank, un barrio acomodado a las afueras de Johannesburgo, en Sudáfrica, el test PCR, realizado en el parking de un laboratorio cuesta 850 rands, es decir más de 50 dólares.
«¿Quién puede pagar una suma así en este país?», se pregunta la canadiense Lauren Gelfand, que tiene que hacerse la prueba para volver a su casa, en Nairobi.
Pero este no es en absoluto el test más caro del mundo. Según un estudio de la empresa de seguros April, una prueba PCR puede costar unos 188 dólares, en Estados Unidos; 307 dólares, en el Reino Unido y hasta 426 dólares, en Japón.
«Las diferencias se deben a las circunstancias médicas del país. En algunos, ir a un médico significa acudir al sector privado donde los cuidados son extremadamente caros», dijo Isabelle Moins, directora general de los seguros April International.
Sin embargo, los test siguen siendo prácticamente imprescindibles para viajar. En noviembre, la Organización Mundial del Turismo contabilizó 126 países que exigían pruebas PCR a los turistas internacionales.
En países como Francia, por ejemplo, la prueba es gratuita, independientemente de las circunstancias que la motiven. Pero en otros lugares solo reembolsan a los pacientes con síntomas o en el mejor de los casos a los que han tenido contacto con un enfermo. Eso implica que numerosos viajeros deben pagar ellos mismos por la prueba.
Es lo que ocurre en el Reino Unido, donde los test PCR son gratuitos para las personas que tienen síntomas o viven en las zonas donde las restricciones son más elevadas. El resto tiene que dirigirse a laboratorios privados. Boots, una de las principales cadenas de farmacias, propone un test a 160 dólares. En la clínica privada Harley Street Clinic de Londres, cuesta más del doble.
En Corea del Sur, exceptuando Seúl y su región, hacerse un test PCR sin síntomas cuesta unos 108 dólares.
En España, los ciudadanos no tienen que pagar nada por la prueba si la ha prescrito un médico. En caso contrario, deben ir a un centro privado y pagar entre 140 y 220 dólares, según datos de la organización de consumidores OCU.
En otros países, como Alemania o Italia, los precios pueden ir de 72 a 234 dólares, dependiendo en qué lugar se realice la prueba.
¿Cuánto cuesta realmente?
Entender cómo se fija el precio de una prueba PCR es un verdadero rompecabezas. Con prescripción o sin ella, en un centro privado o en un lugar público… Es difícil aclararse en este embrollo de normas y de precios.
Los laboratorios y los fabricantes son discretos sobre sus tarifas y el coste real de estas pruebas.
Según un estudio de julio de 2020 realizado por la organización Epicentre, que apoya las tareas epidemiológicas de la ONG Médicos Sin Fronteras (MSF), «el coste de una prueba PCR se sitúa entre 18 y 30 dólares dependiendo de los métodos», sin contar el material de extracción como el hisopo, los salarios del personal que los realiza y los equipos de protección que deben usar para practicar el test o el coste del lugar donde se realizan estas pruebas.
La seguridad social francesa ha estipulado que el Estado debe pagar a los laboratorios 53 dólares por cada test.
«El precio es fijado por los servicios de salud de cada país», indica el grupo francés de análisis Eurofins, que realiza unos 2 millones de pruebas PCR al mes.
En este contexto, algunas personas pueden renunciar a hacerse el test o incluso ir a un mercado negro donde suministren un falso resultado negativo.
Muchas personas prefieren «no someterse a un test debido a la falta de medios económicos», dijo Ayman Sabae, encargado de las cuestiones de salud en la ONG Iniciativa egipcia para los derechos personales. En este país, se cobra 2.000 libras, unos 127 dólares, por un test, es decir, el salario mensual de un funcionario local.
Test falsos
En Mozambique las autoridades detectaron en octubre una red de falsos test negativos en una zona fronteriza con Sudáfrica. La mayoría de las pruebas en Mozambique se realizan en clínicas privadas y su coste es igual al del salario mínimo.
En Gabón, donde se exige un test negativo para pasar de una provincia a otra en transporte público, una joven estudiante de Libreville que tiene que tomar el autobús para ir a ver a su familia dice, sin querer revelar su identidad, que paga unos 18 dólares para obtener un falso certificado. «Es rápido, escanean el sello de un laboratorio y me dan un resultado falso que realmente parece un documento verdadero. La persona que revisa los certificados no tiene ni el tiempo ni los medios materiales de verificar», explicó.
Por ello, en muchos lugares, las cifras actuales de contagios no reflejan en absoluto la realidad.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce que los test PCR necesitan recursos y una infraestructura considerable, condiciones que no se dan en muchos lugares del mundo. La institución puso en marcha un mecanismo llamado ACT-Accelerator para poner a disposición de países en vías de desarrollo 500 millones de test en 2021.
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