El Reino Unido y la Unión Europea (UE) se disponen a intensificar a partir de este lunes sus conversaciones con el objetivo de forjar un acuerdo comercial antes del 31 de diciembre.
Se trata de un último impulso que llega tras cuatro meses de negociaciones técnicas infructuosas y con un calendario muy ajustado ante la negativa del gobierno británico a extender el periodo de transición del Brexit.
Las reuniones se retomarán de forma presencial mañana en Bruselas y se extenderán semanalmente, ya sea como rondas completas o citas más reducidas, hasta el 27 de julio en Londres o la capital belga. Para agosto, se espera una ronda negociadora en Bruselas entre los días 17 y 21.
Aunque el primer ministro británico, Boris Johnson podría solicitar extender la transición antes del 1 de julio por un periodo de uno o dos años bajo los términos del Acuerdo de Retirada, no lo hará, dejando así un plazo de seis meses para cerrar un tipo de pacto que habitualmente precisa de varios años.
«El Reino Unido podría haberlo pedido (una extensión) y se ha negado constantemente a hacerlo. En realidad, fue un compromiso que los Conservadores llevaban en su manifiesto y que después fue consagrado en 2020 con la ley sobre el Acuerdo de Retirada», indicó a Efe Catherine Barnard, profesora de Derecho Comunitario en la Universidad de Cambridge.
El «premier» oficializó su rechazo en la conferencia que mantuvo a mediados de mes con los presidentes de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, del Consejo Europeo, Charles Michel, y del Parlamento, David Sassoli, durante la que también se constató la falta de avances en las cuatro rondas de conversaciones que han mantenido ambas partes desde marzo.
Entre los puntos más difíciles: el acceso a las aguas pesqueras del Reino Unido; el «level playing field» («campo de juego en igualdad de condiciones», en inglés), que se refiere a las normas y estándares que la UE espera que sigan las empresas británicas para que no operen con ventajas competitivas, y el deseo de Bruselas de atar todos los aspectos de la futura relación entre Londres y Bruselas en una única ley.
«Hay bastantes posibilidades para un Brexit sin acuerdo comercial. Pero creo que el Reino Unido quiere abandonar con algún tipo de tratado», señaló Barnard.
Según la profesora, los tiempos apuntan a que lo pactado irá en dirección a un «acuerdo de mínimos», menos ambicioso del «cero tarifas, cero cuotas» que ambas parten esperaban al inicio del diálogo y que dejará otros detalles y aspectos esenciales como los servicios para más adelante.
Un compromiso tal serviría para evitar llegar a final de año sin ningún pacto en el comercio, donde un no acuerdo equivaldría a negociar bajo las normas genéricas de la Organización Mundial del Comercio (OMC), lo que supondría la aplicación de aranceles a muchas exportaciones.
«Siempre pensé que era extremadamente improbable que pudiéramos soñar con conseguir un buen tratado. En parte, debido a la asimetría de ganancias y pérdidas, porque tenemos mucho más que perder que ganar en comparación con la UE», señaló Tim Besley, economista y profesor de la London School of Economis (LSE) en una conferencia de la institución sobre el impacto del coronavirus en el Brexit y la economía.
«Pero lo más importante es que la UE tiene que darnos un mal tratado para evitar perspectivas de salidas futuras» añadió.
De momento, el Consejo de la UE hizo este jueves un llamamiento a los Estados miembros, las instituciones de la Unión y todas las partes a «intensificar su trabajo» sobre la preparación a todos los niveles para «todos los resultados», incluyendo el de que no haya acuerdo.
Ratificación
Mientras que Johnson cree que un acuerdo puede forjarse para finales de julio, el negociador europeo, Michel Barnier, marcó el 31 de octubre como la fecha límite para tener un acuerdo y poder completar a tiempo el proceso de ratificación del tratado, para lo que se necesita la luz verde de los 27 parlamentos nacionales de la UE.
«Cualquier tratado necesita ratificación por los parlamentos nacionales y regionales, tendrán que pasarlo por sus ordenamientos legales», señala Barnard, que cree que el trámite será especialmente duro en países como Bélgica, con profundas divisiones en su parlamento Federal, o en España, que aprovechará para poner sobre la mesa asuntos como la pesca o Gibraltar.
La epidemia, que dejó caer el Brexit en la lista de prioridades políticas durante meses, también dificulta la adaptación a una nueva realidad de las empresas europeas y británicas, que no podrían afrontar la crisis por la pandemia y un posible desorden en la frontera británica tras las la ruptura definitiva el 31 de diciembre.
Descartado el mecanismo para extender la transición del Brexit, los expertos aseguran que todavía cabría la posibilidad de modificar la fecha de la ruptura definitiva cambiando los términos del acuerdo de salida que se ratificó en enero. Una opción que supondría adentrarse en un laberinto legal en Bruselas y que puede requerir el visto bueno del Tribunal de Justicia de la Unión Europea.
También contemplan la redacción de un nuevo tratado que establezca un periodo de transición de la duración que consideren adecuada; una maniobra que, sin embargo, acarrearía problemas a Johnson para llegar a acuerdos comerciales con terceros países.
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