El ingeniero informático Michelle Delgado nunca imaginó que su pasión por el diseño, desarrollo y aplicación de la tecnología se vería relegada por su necesidad de intentar colaborar con la conservación del planeta. Sincerarse consigo mismo sobre la naturaleza de su llamado lo llevaría por el camino que siempre imaginó transitar: emprender en un área que solucione grandes problemas. Y eso es, precisamente, lo que hace a través de Recyclers, club de reciclaje.
Aún recuerda qué despertó su interés. Un famélico oso polar luchando por sobrevivir en medio de un desgastado glaciar en el Ártico se hizo viral a través de las redes sociales y medios de comunicación alrededor del mundo porque, cruelmente, muestra lo que está pasando con el ecosistema. Tenía 11 años y estaba en sexto de primaria. Aquella imagen le dio otro sentido a su vida y supo, incluso desde tan temprana edad, que debía idear alguna forma de colaborar para que situaciones así no se repitieran. Como todo niño se valió de un sueño para comenzar su emprendimiento. Hoy, con 25, puede decir con certeza que, a pesar de que apenas está gateando hacia su objetivo, el trecho por el que correrá en los próximos años está asegurado.
El club de reciclaje
Recyclers nació en Petare, comunidad de donde proviene. El que fue su colegio, Corazón de María, sirvió de escenario para forjarse metas. De esta manera se educó, aprendió y entendió que se dedicaría de lleno, en algún momento de su vida, al reciclaje.
Así pues, el pequeño que hizo durante el bachillerato todas sus maquetas con cajas de corn flakes, sacando la mayor puntuación. Despertando el interés de sus pares y maestros demostró que las cosas de calidad son posibles ahorrando dinero y usando conciencia.
En 2013, y gracias a la empresa HP junto con Jóvenes emprendedores de Venezuela, se creó el primer movimiento en el que se involucró. «Recyclers fue Recicladores en un principio. Éramos 5 miembros activos que compartían la premisa de hacer juguetes a base de desechos», recuerda. «Tuvo tal impacto que lo representamos a nivel nacional contra otros países». Pero querían abarcar más.
Cinco años después, en 2018, se convirtieron en Recyclers, club de reciclaje. «Seguimos siendo 5 miembros oficiales. No obstante, esta vez contamos con voluntarios y colaboradores -o agentes de cambio, como les llaman-. Una red que podría sobrepasar las 500 personas», describe.
“Así como cambiamos de nombre, también la visión y el alcance de nuestros sueños”
«Recyclers es un universo de posibilidades», afirma. «Brindamos soluciones sostenibles a través del tiempo, a través del reciclaje y no solo para Caracas. Este solo es el comienzo», señala Michelle Delgado.
Un comedor como sede
Actualmente tienen dos sedes. Una en el colegio donde todo comenzó y otra en la Unidad Educativa Complejo Leonardo Infante, ubicada en Campo Rico, Caracas.
El director de la institución, Alirio Rodríguez, es uno de lo que creyó en el proyecto desde el día uno. Razón por la cual, y a pesar de no contar con las instalaciones más idóneas, quiso colaborar con la causa.
«No importa el estado. Al final, es un espacio que permite implementar una cultura ecológica no solo entre alumnos sino entre los visitantes», afirma Delgado. «Permite un proyecto de gran avance para la comunidad. Esta área posee más de 350 metros cuadrados y a pesar de estar desatendida y deteriorada por sus 10 años en desuso, funciona perfecto para nuestra labor».
Michelle Delgado y su equipo intercambian por la oportunidad servicios de limpieza, pintura y mantenimiento de las áreas dentro y fuera de la institución. «La cuestión siempre es apoyar», dice.
¿Qué reciben en Recyclers?
Aceptan papel (libros, cuadernos, periódicos y revistas), cartones –a pesar que muchos afirman que no se puede reciclar– que son apartados con el fin de hacer compostaje. También plásticos que son clasificados en 7 categorías según sus tipos: tereftalato de polietileno (PET o PETE), polietileno de alta densidad (HDPE), policloruro de vinilo (PVC), polietileno de baja densidad (LDPE), polipropileno (PP), poliestireno (PS) y otros como policarbonato, estireno, nylon…
«Si hay un tipo de plástico que no podemos recibir, se avisa con anterioridad. Hay materiales que, apenas salen a la calle, son de por sí basura», subraya Michelle. Por eso y más, indica, está considerado como el material más complejo de reciclar.
Ante esta situación, no obstante, se apoyan en movimientos como el Upcycling o suprarreciclaje, un proceso de reutilización creativa que aprovecha los productos, materiales de desecho o residuos para fabricar nuevos materiales o productos de mayor calidad, mayor valor ecológico y mayor valor económico. «Se convierten en algo así como obras de arte», manifiesta Delgado.
También reciclan vidrios como el de las botellas, no los cristales pues tienen propiedades completamente diferentes, rescata. El aluminio también forma parte de sus desechos, que son transformados en budares u ollas y cuya ganancia se ve reflejada en la donación de harina para alguna organización o escuela que las necesite. «20 o 30 personas comerán de esa compra», señala.
Es el único grupo de reciclaje en Caracas que recibe anime. «Con él, estamos haciendo algunas pruebas para usarlo como pegamento o relleno de almohadas o colchones», señala. Finalmente, son pioneros en la realización de los eco ladrillos, que definen como envases de botellas de refresco a las que se les introducen envases de plástico no reciclable y se transforman en madera plástica para hacer bancos, casas y otras estructuras de soporte.
No es basura, son desechos
Algo que les ofende, y no solo a ellos como club de reciclaje sino a quienes forman parte de este tipo de iniciativas en general, es que las personas sigan insistiendo en llamar basura a los insumos con los que trabajan.
Llaman educarse sobre el tema. «Basura se le llama a los desperdicios, lo que nosotros recolectamos son recursos valiosos», increpa Michelle Delgado.
«90% de lo que hay en una bolsa negra se puede reciclar y ese restante, aunque también se pudiese trabajar, depende de quienes la producen, porque no siempre se cumplen los protocolos para lograrlo», expresa.
Así la basura, advierte, sí es un gran problema ambiental. «De hecho, después de tantos años de tanta acumulación, los mismos estudios señalan que estamos consumiendo microplásticos. A la semana, estaríamos comiendo el equivalente a una tarjeta de crédito, es decir, ya es inevitable decir que no hay plásticos en lo que comemos o tomamos».
En Caracas, asevera, según estadísticas especializadas, se producen cuatro toneladas – o 4.000 kilos– de basura diaria. «Nosotros manejamos números de hasta 5 toneladas al mes y sí, puede que no parezca mucho, pero lo es. Lo importante es que entra y sale, lo que hace efectivo el sistema. Es rotativo y nada se acumula, sino que se trabaja”, indica.
Triple impacto necesario
La comunidad en general y las empresas, tanto del sector público como del privado, juegan un papel muy importante en el desempeño de emprendimientos como este. «La sostenibilidad como eslabón de la cadena de reciclaje es fundamental para la labor que hacemos», decanta Delgado.
Actualmente trabaja bajo el esquema de las alianzas. «Con la Alcaldía de Caracas y otras pequeñas organizaciones gubernamentales hemos participado en algunas actividades de recolección de desechos», dice. «Se está avanzando. El ruido está latente, pero hace falta más», confiesa.
Del sector privado, destaca en su lista algunas empresas reconocidas de café venezolano, las cuales trabajan y hacen aún más visible el movimiento sostenible.
Importantes compañías del sector ronero también han trabajado con ellos para ponerle fin a algunos problemas como lo son las tapas plásticas que han sido rechazadas porque podrían ser perjudiciales para el consumidor final en temas como el derrame o la aceleración de vencimiento.
Sin embargo, Michelle Delgado insiste en que la mejor colaboración posible hoy día es la de los propios ciudadanos.
Con una tapa, de las infinitas que llegan a la playa –explica– el impacto que se hace al recopilarlas para construir murales como los de Óscar Olivares es impresionante. «¿Sabían que evitamos que lleguen al mar o a la basura al menos por diez años? Eso es lo que se conoce como un proyecto de triple impacto: económico, social y ambiental», destaca. Y esa, precisamente, es la base de Recyclers, club de reciclaje.
No todo es color de rosa
Michelle Delgado afirma que tiene tanto tiempo reciclando que ya no ve los obstáculos como lo que son: trabas para rendirse. Gracias a ellos sigue buscando excusas para crecer y superarse.
Apunta, por su parte, que está dedicado a Recyclers al 100%. «En algún momento me desempeñé en mi profesión, pero entendí rápidamente que no era lo mío. El reciclaje, sí», recapitula. «Y no, sacando números reales, si alguien viene y hace un reporte oficial, claramente no es un proyecto sostenible. Al menos no como desearíamos», rescata. «Sí, vivo de eso y he logrado mantenerme, pero no es totalmente rentable. La industria del reciclaje requiere de una gran inversión y yo estoy empezando desde cero en este que ya no es un sueño, sino una meta».
A futuro quisiera incorporar el apoyo de un carro eléctrico en sus actividades de recolección. Por ahora, está en stand by porque necesitan lo más importante: el auto.
«El tema del traslado del material, a veces, se complica mucho. Ir a buscar los desechos no resulta rentable porque es muy poco lo que podemos transportar; además, se gasta dinero en transporte o en gasolina y hay un esfuerzo de formación importante detrás. Aquí tenemos el control de recibir todo el material y poder mantener la clasificación, pero con el carro haríamos la recolección a domicilio porque entendemos que estamos bastante lejos para muchos colaboradores», describió.
Recyclers y Venezuela
Delgado está convencido de que la conciencia del venezolano después de la pandemia evolucionó significativamente y es una oportunidad para aprovechar. «Si no existe el sistema como tal, eso mismo es la fortaleza que permitirá crearlo. Estamos ante un vaso vacío que se puede llenar. El cambio es posible», señala.
Destaca, a su vez, que la comunidad de reciclaje en Venezuela está creciendo y lo interesante es que 90% de ese grupo responde muy bien y son mujeres.
“Las mujeres Son las que más reciclan, esa es la realidad. Ese empoderamiento en el área es grandioso y gratificante»
Desea expandir Recyclers, club de reciclaje, por todo el país. «Queremos que exista en cada unidad educativa, en cada estado. Tener un equipo con estructura y manuales. Apostamos por un sistema automatizado donde se puedan formar clubes a base de herramientas tecnológicas. A través de eso, podríamos convertirnos en potencia y eso, no nos lo quitará nadie».
¿Cómo colaborar con Recyclers?
Los días martes y jueves, de 9:00 am a 1:00 pm, con previa agenda. Podría organizarse también encuentros desde las 4:00 hasta las 6:00 pm. Los sábados desde las 9:00 am hasta la 1:00 pm.
Para más información sobre Recyclers, club de reciclaje, ingresar a sus redes sociales: Instagram o a través del número +584143161378.
Actualmente trabajan en el desarrollo de su página web.
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