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Pdvsa y el gas: explosiones, leña, desidia y mucha ineptitud (y II)

El potencial contaminante de Pdvsa en sus operaciones de producción rondaba 216 millones de toneladas de CO2 por año a fines de 2023, sin incluir las operaciones aguas abajo. Desde 2004 Venezuela ha experimentado múltiples accidentes industriales en instalaciones operadas por Pdvsa que multiplican sus daños ambientales y sobre la salud de la población
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En el norte de Monagas, las comunidades de Jusepín, Colombia, Punta de Mata y El Tejero el ruido de los mechurrios es ensordecedor, pero es el resplandor de las llamas de los mechurrios de los campos petroleros Santa Bárbara, Jusepín, Carito y Quiriquire lo que más sorprende. El venteo y la quema de gas natural mantiene una nube radiactiva y de vapores tóxicos en que no deja de crecer.

Los vecinos no pueden escucharse. Es como pasar las 24 horas en la pista de un aeropuerto y con los motores de todos los aviones rugiendo, en medio de un calor bestial y el humero pastoso. En los aeropuertos los operadores deben estar protegidos de la contaminación sónica. La exposición prolongada al ruido produce pérdidas auditivas, dolor de cabeza y molestias generalizadas, trastornos del sueño, efectos perjudiciales en los sistemas cardiovascular, hormonal y metabólico, y deficiencias cognitivas en los niños que se traducen en problemas de lectura. Fatiga atencional.

El ruido ensordecedor se relaciona con casos de cardiopatía isquémica y muertes prematuras. La Organización Mundial de la Salud clasifica el ruido como la segunda causa ambiental de problemas de salud, detrás de la contaminación atmosférica. Las dos circunstancias que caracterizan el norte de Monagas. Hasta ahora, ni Pdvsa ni el Ministerio de Salud han manifestado preocupación al respecto. Tampoco la Fiscalía General de la República ni la Defensoría del Pueblo. El cuerpo humano no termina acostumbrándose a los ruidos fuertes y al aire tóxico, sino que se deteriora, queda incapacitado o muere.

Los estándares mundiales recomiendan que los trabajadores no deben estar expuestos durante más de ocho horas a ruidos superiores a 85 dBA (nivel de las aspiradoras y herramientas eléctricas). Con este rango de sonido se tiene que gritar para que oigan a un metro de distancia. Si el ruido y la exposición es mayor deben utilizar protección auditiva.

La exposición crónica al ruido puede tener graves consecuencias en la salud. Desde aumento de la tensión arterial hasta cardiopatías, pero también hay un aspecto psicológico. Si las personas sienten que no tienen control sobre el ruido que las atormenta, puede afectarles la salud mental. Registran aumentos de la ansiedad y la depresión, con episodios de histeria.

El ruido afecta el sueño. Al interrumpirlo de manera crónica y no ser reparador, aparecen efectos fisiológicos, como disfunción de los vasos sanguíneos y cambios en el metabolismo de la glucosa y la regulación del apetito. Se traducen en obesidad, diabetes, hipertensión, enfermedades cardiovasculares y desmejora de la función cognitiva. Además, ambientes ruidosos disminuye el rendimiento laboral, la concentración y la cooperación en el equipo.

Pdvsa

Delcy Rodríguez. Foto: Pdvsa

Solo cinco heridos en Muscar

La información oficial sobre las víctimas que hubo en la cadena de explosiones en el Complejo Operativo Muscar el 11 de noviembre fue escuetas: cinco lesionados. Después se supo que tres eran trabajadores de Pdvsa y los otros dos residentes de la población Punta de Mata. Nunca se publicaron sus identidades ni las características de las “lesiones”, ni los hospitales privados que los atendieron ni dónde.

Igual hermetismo se aplicó con los presuntos 11 terroristas que Delcy Rodríguez anunció que estaban detenidos como responsables de las explosiones en planta gasífera de Muscar. Nunca dijo quiénes eran, ni el fiscal Tarek William Saab los presentó ante los tribunales ni les abrió proceso alguno.

No ocurrió lo mismo con las pérdidas. La vicepresidenta ejecutiva, en su rol de ministra de Petróleo, Delcy Rodríguez, aseguró que la explosión en el complejo Muscar ocasionó pérdidas y daños en petróleo, gas, petroquímica y las empresas de la CVG que alcanzan un total de 246,9 millones de dólares. Especificó que 157 millones de dólares totalizan las afectaciones para la industria petrolera, 55 millones de dólares en el sector petroquímico y 30 millones de dólares por el suministro de gas natural a las empresas de básicas de Guayana. Dijo que faltaba agregar el impacto en el transporte y en el sector industrial del país.

No se refirió a la población que se quedó varios días sin electricidad, sin agua, sin gas de bombona y directo y sin socorro humanitario durante el resto de noviembre y aún no ha vuelto la normalidad. Todavía se registran largos apagones de hasta 12 horas diarias en la isla de Margarita en otras de oriente que dependen en gran medida de centrales térmicas.

Ineptitud, terrorismo, Estado, desidia y corrupción

En primer comunicado relacionado con las explosiones y el incendio de Muscar, Pdvsa informó en su particular gramática que “un equipo técnico ejecutaba acciones para determinar las extrañas circunstancias del accidente que lo perfilan como un ataque a la industria petrolera venezolana”.

Las circunstancias no son extrañas, son las que rodean a Pdvsa desde su enrojecimiento. Trabajadores y extrabajadores de la empresa petrolera han señalado, en condiciones de anonimidad, que desde 2015 el complejo de Muscar está en ruinas por falta de mantenimiento y de recursos. Las instalaciones operan con 6.000 libras de presión en líneas que soportan hasta 5.000. El sistema de segregación presenta fallas continuas y para evitar la sobreacumulación, el gas se quema en los mechurrios. Las llamas son visibles a 30 kilómetros de distancia indicando que el complejo no funciona bien.

Antes que atender las necesidades de gas y electricidad la población, el régimen aplicó el manual de la economía de guerra y le dio a la extracción de petróleo, al mejoramiento de crudo y la reactivación de las industrias de Guayana. El consumo doméstico se dejó para después, y no será pronto. Muscar es el centro de recepción y distribución de 80% del gas que se produce en Venezuela y el impacto del accidente tendrá repercusiones en lo inmediato y a mediano plazo.

El accidente fue catastrófico. Las explosiones y el incendio destruyeron una infraestructura estratégica de producción de gas y petróleo. La línea de gas Muscar-Soto de alta presión, de 26 pulgadas de diámetro y 1,5 pulgadas de grosor, requiere mantenimiento cada 2 años para eliminar líquidos condensados y sedimentos. Pero no se había limpiado en 5 años.

Al intentar despresurizarla para aplicar un material sintético que arrastra los sedimentos de la tubería para despejarla encontraron oxígeno en lugar de gas y ocurrió la explosión que dañó el “múltiple”, la instalación que recibe y despacha gas natural a las plantas de extracción de líquidos de Santa Bárbara y San Joaquín y a la planta de compresión de Muscar, que se encuentra muy cerca del lugar de una explosión y resultó afectada.

Se destruyó una red importante de gasoductos, hay daños en la electrónica, y en la instrumentación que acompaña la operación y afecta directamente la producción en Punta de Mata y El Furrial, donde se producen los crudos livianos Santa Bárbara y Mesa 30, que Pdvsa utiliza para diluir el crudo extrapesado extraídos en la faja petrolífera del Orinoco y para su procesamiento en las refinerías del país.

Desde el accidente, Muscar no cumple ninguna función de separación, ni procesamiento eficiente del gas asociado a la producción de crudos. Se han hecho algunas conexiones, tipo by pass, pero tomará tiempo e importantes inversiones que opere con normalidad.

Mientras, por la falta de gas, se encuentran alternativamente fuera de servicio centrales eléctricas de Anzoátegui, Sucre y Nueva Esparta; el Complejo Petroquímico Jose; las plantas petroquímicas Metor I, Metor II y Fertinitro; las plantas de fraccionamiento y extracción de líquidos asociadas al Complejo Muscar, como San Joaquín y Santa Bárbara.

La reconstrucción, que es bastante grande, puede tomar hasta ocho meses si no ocurren otros accidentes y se hace  el mantenimiento adecuado de los equipos. Los trabajadores de la planta de Centro Operativo Tejero, en Picador, se quejan de la falta atención a los equipos, desde las tuberías hasta las válvulas chiper de entrada y de cierre. Si se daña alguna no hay repuesto, ni se fabrican en el país.

Héctor Obregón, presidente de Pdvsa. Foto: Pdvsa

La atmósfera como basurero de Pdvsa

En 2022, Venezuela lanzó a la atmósfera en promedio 2,6 billones de pies cúbicos diarios de gas quemado o crudo, que representan 60% de su producción total de gas. Un volumen similar al que requieren Colombia y Trinidad y Tobago juntos. Los efectos en el medio ambiente son catastróficos. Los datos de Pdvsa indican que anualmente libera 7,6 millones de toneladas métricas de metano, un gas de efecto invernadero 80 veces más dañino en que el dióxido de carbono en un período de 20 años.

La densa humareda negra maloliente que cubren el cielo monaguense es el cúmulo las emanaciones por quema y venteo, pero habría que sumar las del crudo y las de los otros procesos nada limpios de la faja del Orinoco. En 2020, la quema y venteo de gas registró un máximo de 44,6 metros cúbicos por barril.

El potencial contaminante de Pdvsa en sus operaciones de producción rondaba 216 millones de toneladas de CO2 por año a fines de 2023, sin incluir las operaciones aguas abajo. Desde 2004 Venezuela ha experimentado múltiples accidentes industriales en instalaciones operadas por Pdvsa que multiplican sus daños ambientales y sobre la salud de la población. Un patrón atribuible a la falta de inversión y de supervisión técnica.

En 2010, mucho antes de las sanciones petroleras de Estados Unidos, la emisión de metano de Venezuela era de 5 millones de toneladas. En diciembre 2015 se comprometió junto con otros 171 países a reducir 30% las emisiones de gases invernadero para el año 2030. Después de 9 años las ha multiplicado, pero su estrategia es el silencio. No presentar los informes, no tocar el tema. Inacción absoluta.

El negocio preterido, pérdidas y daños en aumento

Venezuela posee una de las concentraciones más grandes del mundo de reservas probadas de gas. Más de 200 billones de pies cúbicos. La mayor parte asociada con el petróleo crudo, pero en del norte de Monagas el gas está 100% asociado a la producción de crudos, desde condensados hasta livianos y medianos. Sin embargo, en los últimos cinco años el gas liberado al ambiente es muy superior a los volúmenes producidos. Se mantiene la prioridad de explotar y vender crudo, no gas natural ni sus componentes. La mayor ganancia con la menor inversión.

El gas natural tiene una alta demanda como fuente de energía más limpia que el carbón y sus precios son más estables que los del petróleo, pero se requiere de una extensa, compleja y costosa infraestructura para participar en un mercado altamente competitivo.

En el contexto actual de transición energética y disminución de las emisiones de gases de efecto invernadero (dióxido de carbono (CO2), metano (CH4), óxido nitroso (N2O), hidrofluorocarburos (HFC), perfluorocarburos (PFC) y hexafluoruro de azufre (SF6), que contribuyen al calentamiento global, el gas natural licuado o GNL puede ser una importante fuente de ingresos para Venezuela.

A finales del siglo XX, Pdvsa mostró grandes planes para el aprovechamiento del gas, como el Proyecto Cristóbal Colón. No se concretó nada, pero Trinidad y Tobago sí hizo la inversión y comercializó exitosamente sus reservas hasta agotarlas. Mientras Trinidad y Tobago se quedaba sin gas para procesar, Venezuela lo quemaba y venteaba en cantidades criminales. Se estima que si Pdvsa enviara el gas que quema a través de un gasoducto a Trinidad y Tobago obtendría ganancias estables y sostenibles por más de 1.700 millones de dólares anuales. Pero el gasoducto no existe.

El gobierno firmó un acuerdo con BP y la Compañía Nacional de Gas de Trinidad y Tobago por 20 años para desarrollar la parte venezolana de un yacimiento marino Cocuina-Manakin que comparte con Trinidad y Tobago, con unas reservas estimadas en 1 billón de pies cúbicos. Con Shell y la misma empresa de Trinidad y Tobago el contrato es por 30 años para explotar el yacimiento Dragon cuyas reservas se estiman en 4 billones de pies cúbicos de gas natural. Podría producir 185 millones de pies cúbicos diarios, que se bombearán a Trinidad y Tobago y se licuarán. Pero no es inmediato, se debe construir la conexión submarina.

Para disminuir la quema de gas o eliminarla por completo, Pdvsa debe invertir en tecnología, en formación técnica y construir la infraestructura. Los cálculos de los expertos venezolanos proyectan que se necesitarían 4.000 millones de dólares para aumentar en 3 meses la producción en 400 millones de pies cúbicos, y los venezolanos no solo tendrían su bombona de gas y su aire más limpio sino que tendría ingresos asegurados por unos cuantos miles de millones de dólares. Y sin hacerle reformas a la ley aprobada en 2002. Habría que proceder cuanto antes, el petróleo y los hidrocarburos líquidos están en proceso de sustitución por energías limpias.

Es factible llevar a Trinidad el gas que se quema en Monagas. Pero requiere una importante inversión en compresores para recolectar gas de baja presión, la construcción de gasoductos para ampliar la capacidad de transporte desde Anaco hasta Güiria, frente a la costa de Trinidad. Ahí se instalaría una estación compresora y una tubería de 95 km hasta el centro industrial de Point Lisas, en Trinidad. Una inversión total de 350 millones de dólares. Una transnacional, un consorcio y hasta una empresa venezolana podría asumirlo con financiamiento internacional. Es muchísimo menos que los 3.000 millones de dólares que le está pagando el Estado a Chevron por la expropiación que le aplicó Hugo Chávez. Pero falta lo más importante: confianza, seguridades de que habrá unas reglas de juegos, de que se aplicará la ley al pie de la letra y habrá garantías de suministro y reservas de gas.

gas doméstico en Venezuela

Ronaldo Schemidt / AFP

Sangre, lágrimas de luto y leña

Pdvsa administra, explota y comercializa las mayores reservas de gas de Latinoamérica, pero muchos venezolanos han vuelto a cocinar con leña. No tienen gas ni electricidad. La palabra ineficiencia tendría que ser revaluada exponencialmente y todavía sería débil para calificar la gestión de la empresa petrolera roja rojita. El servicio de gas doméstico es inexistente 95% del mes, y cuando aparece explota la bombona, entre otros incidentes. La caída en la cadena de valor es palpable, mientras que en el mercado negro se valoriza.

La escasez comenzó con expropiación de los bienes y servicios relacionados con explotación de petróleo que ejecutó Hugo Chávez entre 2007 y 2010. Desde Chevron, Total y BP, las distribuidoras de gas doméstico, hasta las pequeñas empresas que surtían de agua, café y patacones a los trabajadores de PDVSA en el lago de Maracaibo. El valor de las expropiaciones en la faja petrolera del Orinoco ascendía a 30.000 millones de dólares y las de los negocios ligados al petróleo 10.000 millones de dólares.

Diez años después, la falta de gas era absoluta y los venezolanos volvieron a cocinar como en los tiempos de Guaicaipuro, con leña. En noviembre de 2020 se estimaba que 4 millones de habitantes quemaban pedazos de madera para preparar sus alimentos. No solo se producían más emisiones tóxicas, sino incendios y quemaduras. Una diputada del PSUV resultó herida cuando pretendía encender una tapia en Aragua. Poco después falleció un niño de 18 meses en un accidente con un fogón.

Las bombonas explotan aunque no lo publiquen los medios. Entre agosto y septiembre de 2024 hubo 34 accidentes en las zonas populares de Caracas por bombonas de gas. Todos con muertos y numerosos heridos. Un bombardeo doméstico de alta e inmediata letalidad.

De 15 millones de bombonas que mueve el mercado, más de 12 millones están inservibles en pésimas condiciones. Tienen fugas y no duran 15 días, se les sale el gas. No son seguras y deben ser sustituidas. Tampoco hay gas. Apenas alcanza para abastecer menos de 10% del consumo nacional. El Estado que quema más gas que el alcanza a procesar no tiene disponibilidad monetaria.

Pdvsa, un asesino silencioso contra su propio pueblo

El 28 de diciembre de 2020, en la tarde, explotaron 168 bombonas de gas doméstico en la comunidad rural Caño de los Becerros, en el municipio Piar del estado Monagas. Murieron once personas. Dos niños, tres adolescentes y seis adultos. Los heridos pasaron de cuarenta, muchos con quemaduras de segundo y tercer grado. Era un día de alegría. Después diez meses sin gas, el vecindario fue convocado a la casa de la responsable Unidad de Batalla Chávez (UBCH) y de las bolsas CLAP. Iban a distribuir una bombona por familia.

Sin que nadie estuviera fumando, pero por cualquier chispazo de energía estática o por los celulares, la nube de gas acumulado explotó. Los gritos de los heridos eran desgarradores. Costó llevarlos en ambulancias, patrullas policiales y vehículos particulares al Hospital Universitario Dr. Manuel Núñez Tovar, de Maturín, médicos y enfermeras corrieron a atender a los quemados, pero no contaban ni con gasas para curar las heridas.

Fue noticia nacional y a los tres días se presentó la gobernadora Yelitza Santaella en la comunidad con una comitiva, que incluía al alcalde Miguel Fuentes, que entregó juguetes a 91 niños y 126 bolsas de comida. Ese día trajeron los materiales para la construcción de la casa la jefa de la UBCH, Benilde Amundaraín, donde ocurrió la explosión. Santaella asumió ante los vecinos la rehabilitación de las 28 casas dañadas con la explosión y Gasmaca, la distribuidora de gas regional, restituyó las 168 bombonas de gas.

Santaella convirtió la tragedia en una festividad. Entregó 50 colchones matrimoniales, 504 bombillos ahorradores para las viviendas, calzado deportivo, medicamentos para el control de enfermedades crónicas y dos tensiómetros. También prometió refaccionar un ambulatorio y asistencia económica a varias familias.

La única casa que construyeron fue la de Benilde, al ambulatorio le pusieron el techo y lo abandonaron sin puertas ni ventanas. Las promesas hechas pasaron al olvido.

El 20 de enero hubo otra explosión en Caripito, Monagas, y dos mujeres resultaron heridas. El gas se acumuló y explotó, como dijo Ramírez en Paraguaná. La municipalidad aseguró que el accidente ocurrió porque se instaló mal la bombona, pero los vecinos afirman que los cilindros están en malas condiciones.

Era el quinto accidente en el estado desde el 28 de diciembre. En uno que ocurrió en Costo Abajo murió un niño de 5 años que sufrió quemaduras de segundo y tercer grado en 95% de su cuerpo.

El 12 agosto explotó una bombona en Petare. Murieron 13 personas y otras 22 resultaron heridas. En septiembre, la explosión ocurrió en Caricuao, hubo una persona muerta y quince heridos. Es el resultado de una infraestructura deteriorada, pero sobre todo de una gestión en la que prima la ganancia sobre cualquier gesto de humanidad.

Monagas explosión, pdvsa

Foto: @MariaGMonagas

Plan leña contra el olvido

Aunque no se recuerda en las efemérides revolucionarias oficiales, fue histórico el encuentro en Brasilia en enero de 2006 de los presidentes Luiz Inácio Lula da Silva, Néstor Kirchner y Hugo Chávez y su anuncio de construir una tubería de alta presión de 10.000 kilómetros para abastecer de gas a Brasil y Argentina a un costo aproximado de 30.000 millones de dólares. Ni siquiera se empezó, pero en los últimos 20 años se han convertido en importante procesadores y proveedores de gas natural licuado.  Mientras la producción de Venezuela con las mayores reservas del mundo no llegó a 30.000 millones de metros cúbicos anuales, Argentina produjo 42.000 millones y Brasil tanto como 24.000 millones de metros cúbicos anuales.

Los dos socios de Mercosur han invertido en infraestructura para comercializar gas natural licuado, mientras que en Venezuela se ha convertido en chatarra el parque industrial de Pdvsa, por accidentes, falta de mantenimiento y desidia excesiva, Argentina prevé producir más hidrocarburos que Venezuela en 2030. En julio de 2023 puso en servicio mojado un gasoducto de 558 kilómetros desde Vaca Muerte hasta Salliqueló, en Buenos Aires. Se construyó en 178 días y atraviesa 85 cruces especiales compuestos por ríos, carreteras, líneas eléctricas y de ferrocarriles.

¿Homenaje a Guaicaipuro?

Para “remediar” la escasez de gas doméstico, en octubre de 2020, el mayor general Ovidio Delgado, máxima autoridad militar de los Andes venezolanos, activó el Plan Leña. Dijo que con los aliados cortarán los árboles de las represas y repartir leña en las comunidades para evitar la tala indiscriminada de árboles.

Los sancochos cocinados con leña a orillas del río son muy sabrosos y muy venezolanos. Alegran el espíritu uno que otro sábado, pero utilizar leña en un fogón para todas las comidas del día en espacios abiertos o cerrados no es recomendable para la salud. Es tóxico.

Aunque le agrega un gusto distinto a la carne puede ocasionar la enfermedad pulmonar obstructiva crónica, neumonía o enfisema pulmonar, sobre todo si las casas no cuentan con extractor de humo. También dolores de cabeza, irritación en los ojos que puede ocasionar cataratas.

Asimismo, afecta el sistema cardiovascular y contribuye con el padecimiento de insuficiencia cardiaca. Si las embarazadas están expuestas al humo de la leña o de carbón, sus hijos nacen bajos de peso y talla.

En el informe Estado global del aire de Health Effects Institute los cálculos apuntan que 56.200 personas murieron en Venezuela entre 2015-2019 por causas atribuibles a la polución del aire.

Las estadísticas de la Organización Mundial de la Salud indican que cada año fallecen 4 millones de personas de personas por el humo de la leña para cocinar. La contaminación del aire domestico por leña o quema de gas provoca accidentes cerebrovasculares y enfermedades como neumopatía obstructiva crónica, cardiopatía isquémica y cáncer de pulmón. En los niños menores de 5 años, respirar humo es la causa de 50% de las muertes por neumonía.

(*) Muchos de los informantes provienen del interior de la industria petrolera o han sido trabajadores de la misma. Los datos proporcionados, aquí reflejados, han sido redactados de tal forma que se mantenga el anonimato y la confidencialidad. Las historias son verídicas en fondo y forma, quizás con ligeros cambios, redactadas para facilitar su lectura y que no se identifique a los que dieron la información.

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