Como si ser hija del consagrado pintor venezolano Jacobo Borges no fuese suficiente carta de presentación, Ximena, rindiéndole honor a sus raíces, es –entre muchas otras cosas, dice– músico, cantante de ópera y compositora. Pero primero es madre, y no de cualquier niño, sino de Marcel, su duendecito, la inspiración detrás de un emprendimiento, Juliet & the Elf, cuyo foco es abrirle un mundo de posibilidades a padres e hijos a través de la música clásica y el jazz.
«Ser hija de Jacobo es parte importante de esta historia», asegura antes de entrar en materia sobre su negocio. Y es que su padre, siendo el pintor que es, siempre tuvo en una mano su pincel, pero la otra era responsable, a cada tanto, de ir reemplazando los viniles de las óperas de Wagner, uno tras otro.
Ximena Borges es músico desde los 12. «Hasta los 6 recuerdo claramente cuando viajábamos para sus exposiciones y lo único que no podía hacernos falta, nunca, además de sus herramientas de trabajo, era el tocadiscos donde escuchábamos 24/7 las piezas más exquisitas de música clásica», manifiesta. «Mis cuentos para ir a dormir eran las óperas del Anillo del nibelungo; quería saber qué pasaría con Siegfried, por ejemplo. Se podría decir que pasé por cierto ‘entrenamiento’ sin saberlo y hoy día estoy haciéndole a Marcel lo que papá me inculcó a mí», señala.
“Es algo que tengo grabado en mi ADN. la música compleja ha formado mi pensamiento un 100% y eso es lo que quiero dejar en el mundo”
Juliet & the elf de Ximena Borges
Ximena nació y creció en Venezuela, luego se fue a Nueva York para estudiar ópera en el Manhattan School of Music. «Canté en Europa por varios años, comencé una compañía de ópera en Venezuela y luego volví a Nueva York, en donde cambié mi objetivo musical a la composición experimental». Mientras tanto, daba clases de arte y música a niños, y en el ínterin, gracias a una de las mamás de sus alumnos, conoció a su esposo, su media naranja.
Hace 5 años dio a luz a su duende, como le dicen a Marcel. Y lo primero que la emocionó de este hecho fue que podría, finalmente teniéndolo en brazos, mostrarle el poder de la música, ya no desde el vientre.
«Desde que lo tuve en la barriga hasta que nació, fui posteando cada uno de sus procesos evolutivos. Siempre acompañados de melodías; música con la que crecí y me conectaba. Era casi ritualístico», afirma. Como Ximena publicaba esos detalles en sus redes sociales por diversión, fue testigo del creciente interés que generaba entre sus amigos, también padres, familia y conocidos.
«Después de tanto responder: ‘qué música es esa’ o ‘en qué momento se la pones’, entendí que había un vacío enorme de desinformación sobre el tema. La música proporciona estímulos que ayudan a aumentar el desarrollo cognitivo y emocional, incluso desde el vientre, y este estímulo quedará fijado en la memoria del niño creando un fuerte vínculo de tranquilidad y seguridad entre la madre y el bebé… Esto es algo que pocos saben», subraya.
«Mi emprendimiento nació para llenar ese vacío y aquí estamos desde entonces: ayudamos a integrar la música clásica y el jazz en la vida de los niños y contribuir en su evolución como seres humanos; Julieta y el duende (su segundo nombre + el seudónimo de su retoño) fue pensando para ser un instrumento educativo para niños y padres en el mundo entero», destaca.
Pero, ¿por qué la música clásica y el jazz? «Porque funcionan perfectamente. En su fusión existe conexión», expresa. «Los bebés comienzan a escuchar a las 16 semanas de gestados; ya a las 25 tienen una mejor audición, pero a las 32 lo hacen perfectamente. Además, lo hacen dentro del agua, es decir, en la placenta, y ésta sirve como una amplificación del sonido. Imagínate el universo auditivo al que podríamos exponerlos».
Ciencia, decibeles y frecuencias
La ciencia, algo que Ximena Borges acredita con convicción, explica que hasta los 5 años de los hijos, los padres tienen la capacidad de ofrecerles una exposición musical basta y enriquecedora. «Más de la que normalmente pensamos. La cuestión aquí es no conformarse con ponerles música básica de 8 compases como ‘Los pollitos dicen’ o el ‘dudu dudu’ de Baby Shark, sino en ir más allá», asevera y añade que, como padres, no deberían quitarle las opciones a sus hijos de escoger lo que les gusta.
«Es exacto al tema de la comida», compara. «Con la música tendemos a olvidarnos de plantearles opciones, y hay miles. Y no solamente dárselas, sino nombrárselas. Así tu hijo va a poder decirte abiertamente qué desea. Al presentarle opciones, le das el derecho de escoger lo que le gusta».
Comenzando su emprendimiento, Borges desarrolló algunas playlist curadas por ella para horas específicas del día, con diferentes compositores e instrumentos. «Pero desde hace 2 años desarrollé a su vez un curso online donde les muestro a los papás, paso por paso, cómo integrar estas listas de canciones en sus vidas y cómo realmente tener un efecto importante en el desarrollo y comportamiento de los niños en su día a día», señala.
«Todo está en la nube, es digital, utilizo herramientas como Spotify, Apple y Amazon Music. También tenemos YouTube; sin pero se nos complica por el tema de las publicidades y las versiones de los temas que muchas veces no son las que busco para construir metódicamente los audios».
Las canciones de sus playlist van desde Mozart hasta Fauré, Gounod y Debussy. Si se trata de jazz, Duke Ellington, Nina Simone y Ella Fitzgerald tienen temas, además de icónicos, divertidos y deliciosos de escuchar. Marcel, comenta, está obsesionado con la canción de Gene Kelly, Singin’ in the Rain, Pedro y el Lobo, Mozart, fútbol y los carritos. «Verlo responder a la música me ha inspirado a compartir mi proceso y conocimiento con otros padres», apunta.
Ximena con J de Julieta
Una de las lecciones más importantes que le ofrece Borges a los papás es usar la música para facilitar las transiciones del día: el baño, la siesta, hacer las tareas, dormir en la noche, la cena, parar o jugar.
“Ese puente es complicado y doloroso para ellos. Muchas vecen no saben cómo asumir el cambio”
«Si usamos música para darles claves de que viene otra cosa, especialmente para un bebé que no habla aún, el cerebro lo ubica en el mejor escenario posible para trabajar la aceptación», describe.
Los primeros 10 meses de un bebé, explica Borges, son los mejores para alimentarlos en las materias más complejas de información. «Aunque estén ahí sentaditos y pienses que no están haciendo nada, ese es el momento en donde su cerebro trabaja más», recalca. «Cuando les pones música compleja, hay muchas capas de nutrición, armonías, polifonías, instrumentos, ritmos, melodías largas y que no se repiten. Ante esto, ellos tienen que hacer un esfuerzo mental mucho más grande para poder comprender y memorizar los patrones. Así pues, los estamos ‘obligando’ a trabajar mucho más, a un nivel avanzado».
Los adultos, cree, tienen ideas preconcebidas de las cosas porque no tienen conocimiento de ellas. «La música clásica es compleja, no les gustará’. Todo eso es un mito. Nuestros niños no tienen prejuicios y mi labor es guiar a los padres para que sepan qué hacer y cuándo. Lo que pido a cambio es la consistencia y la apertura de hacerlo todos los días», señala.
«El cerebro de nuestros pequeños crea una cadena neuronal o una autopista de recuerdos que se crean hermosamente; siempre están construyendo nuevas conexiones. Es algo bárbaro», describe. «Cuando le pones todas las noches, a una hora en específico, la misma playlist a un bebé, por ejemplo, esa autopista va a ser tan fuerte que ellos, sin darse cuenta, se adaptarán al sueño, a las ganas de bañarse, o a lo que hayan estado predispuestos a hacer según la atmósfera que los padres hayan creado. Yo me remito a ese ambiente, eso me ayuda a curar las canciones; más que los autores, es el clima del hogar y la familia», afirma.
Dentro del mundo de la terapia musical se ha estudiado que el sonido se procesa en el mismo lugar en el cerebro donde lo hace la frecuencia cardíaca y la presión arterial. «Eso significa que, si escuchas una música lenta, la frecuencia y la presión se ralentiza, y si es al contrario, pasa lo mismo en ambas. Si exponemos a los niños a una música muy rápida, la presión, el pálpito y el comportamiento será una copia de lo que están escuchando».
Ximena Borges, entonces, invita a usar la música como instrumento para lograr la paz, tranquilidad o atmósfera que se necesite.
Pionera
Borges tiene 23 años fuera de Venezuela. No obstante, aunque está radicada en Nueva York, no se ha olvidado de Venezuela. Así pues, Juliet and the Elf, es una página web que también se encuentra traducida al español para adaptarse a cualquier cliente alrededor del globo.
Su emprendimiento pudiera ser catalogado como pionero. «No existe nada como Julieta y el duende ni en el país ni en Estados Unidos. La enseñanza de esta cultura es casi nula. Por supuesto que inscribir a los hijos en clases de música es algo recurrente, pero eso es otro oficio. En esta fase esencial del primer año, tal vez el segundo, no están hablando del tema: la comida, el lenguaje, los movimientos, sí. Pero el audio nadie lo está investigando, nadie te habla de qué música le vas a poner mientras juegan», rescata.
Y eso es lo que ha convertido este negocio en algo retador: darle a entender a las personas que la música no es un extra en la vida de los niños y que el efecto en su desarrollo cerebral no tiene sentido ignorarlo. «La gente no necesariamente está buscando el servicio y viendo cómo se lleva a cabo. No hay que comprar un piano de cola o un equipo extraordinario para enseñarle este método de comportamiento a nuestros hijos», asegura. «Es nuestro deber como padres exponerlos a las creaciones más bellas de la humanidad; que crezcan siendo sensibles, abiertos, artísticos, plenos en corazón y en buscar y crear belleza a su alrededor», concluye.
Precios
Ximena Borges no cobra por las playlist sino por los cursos.
El precio, por 1 año, es de 280 dólares e incluye 25 listas de canciones, lecciones, calendarios, videos, podcast y notas de ayuda/apoyo para niños y padres.
Coordenadas
Juliet & the Elf | Instagram y Página web oficial