La CAF -banco de desarrollo de América Latina- elegirá este lunes 5 de julio a su presidente ejecutivo para el período 2021-2026. Los candidatos son el argentino Christian Asinelli, subsecretario de Relaciones Financieras Internacionales para el Desarrollo de la Secretaría de Asuntos Estratégicos de la Presidencia de Argentina, y director suplente de la CAF, y Sergio Díaz-Granados, abogado, especializado en Gobierno y Finanzas, que busca ser el primer colombiano en dirigir el organismo .
Para Asinelli la pandemia ha puesto de relieve las debilidades estructurales que arrastra la región. Aboga por una renovación de los organismos multilaterales, que recuperen su rol protagónico.
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Candidatura a la presidencia de la CAF
—¿Cómo llega a postularse como candidato a la presidencia de la CAF?
—Mi recorrido comenzó en 2005 como Director Nacional de Modernización del Estado en Argentina, allí tuve mis primeros contactos con organismos multilaterales de crédito. Yo estaba a cargo del proyecto de modernización y llevaba las negociaciones con el Banco Mundial. Hoy, soy Subsecretario de Relaciones Financieras Internacionales para el Desarrollo y, previamente, fui Subsecretario en Jefatura de Gabinete manejando ese mismo tema. Esto me ha permitido entender las necesidades de los países para generar y trabajar por el desarrollo de la región. Además, el hecho de haber transitado la pandemia nos ha supuesto un gran estrés desde el punto de vista financiero y de la salud, lo cual ha sido un gran aprendizaje. Finalmente, he trabajado cuatro años en la CAF y conozco la institución desde adentro, por lo tanto tengo la experiencia y el conocimiento para guiarla en el camino correcto de cara a afrontar los desafíos futuros.
—¿Cuál es su lectura sobre la realidad de una región tan compleja y heterogénea como lo es América Latina?
—Hoy América Latina atraviesa una fuerte caída de la actividad económica, en gran parte producida por la pandemia, sumada a gran inestabilidad financiera y una urgente crisis social, sanitaria y ambiental que desafía a todos los gobiernos. Esto se enmarca en un contexto de desigualdades históricas en términos de condiciones de vida, género, educación, empleo, tecnología y desarrollo territorial. En este marco, necesitamos que instituciones multilaterales como la CAF recuperen un rol protagónico en la movilización de recursos, el financiamiento de bienes públicos globales y regionales, la generación de conocimiento y el establecimiento de estrategias de inversión a largo plazo al servicio de un Nuevo Pacto para el Desarrollo.
—Desde un punto de vista económico, ¿es aún posible pensar en promover el desarrollo en América Latina?
—América Latina y el Caribe cuenta con una alta desigualdad y bajo crecimiento, y si bien hubo avances, sigue siendo la segunda región más desigual del mundo. La pandemia pegó, además, con especial fuerza a las poblaciones más vulnerables exacerbando las asimetrías. La desigualdad se expresa también en las condiciones de vida y en el acceso a los servicios públicos básicos. El 20% de la población más pobre de la región aún no tiene acceso a electricidad o acceso al agua potable y el 40% no tiene acceso a saneamiento. Estoy convencido que desde la CAF podemos aportar al desarrollo de América Latina. Desde esa comprensión, de ser electo trabajaría con el foco en generar impacto real con los recursos de los fondos multilaterales, ampliando el financiamiento para reducir las brechas existentes.
América Latina, región desigual
—América Latina es la región más desigual del mundo y, en el contexto de la pandemia, crecieron las tasas de desempleo y empeoraron las tasas de participación laboral, sobre todo de las mujeres. En este contexto, ¿cuál es el papel de la banca multilateral y en especial de la CAF-Banco de Desarrollo de América Latina?
—Lamentablemente las desigualdades de género también son estructurales en la región. Las mujeres son quienes suelen asumir las responsabilidades de cuidado en el hogar, lo que explica una desigual inserción y desarrollo en el mercado de trabajo. Hoy la participación laboral de las mujeres es en promedio 32% menor que la de los hombres, pero para las mujeres que se encuentran entre 20% más bajo de la distribución del ingreso, es 42% menor. Por ello, creo que desde la CAF se podría avanzar en iniciativas que contribuyan a visibilizar estas desigualdades y en el financiamiento de proyectos que fortalezcan la autonomía social y económica de las mujeres y el colectivo LGBTI+, siguiendo los principios rectores de igualdad de oportunidades, diversidad e interculturalidad.
—En su reciente libro Financiando el desarrollo: el rol de la banca multilateral en América Latina destaca que la CAF ha ampliado su ámbito de financiamiento y cooperación, tanto en el sector público como en el privado. ¿Qué factores diferencian a la CAF respecto al Banco Mundial (BM) o al Banco Interamericano de Desarrollo (BID)?
—Si bien el objetivo original de las tres instituciones es el desarrollo de los países en los que actúan, tienen distintas formas de organizar sus gobiernos internos, distintas agregaciones territoriales, diferencias entre países prestatarios y no prestatarios, en la conformación de sus directorios, su tamaño y también en los intereses de cada uno de sus miembros. Estas diferencias hacen que se relacionen de manera distinta con los gobiernos de la región, que son los otros actores en esta ecuación, y que tienen también sus diferencias. La CAF tiene todas las capacidades para hacer crecer la unidad en la región. Creo que puede y debe ser una generadora de puentes que permitan consolidar esa unidad e identidad regional. Y a la vez, debe liderar un Nuevo Pacto para el Desarrollo de la región fundado en aquello que hizo crecer a la CAF: la infraestructura.
Medio ambiente, cambio climático y pandemia
—Uno de los problemas más urgentes a nivel global es enfrentar la degradación del medio ambiente y el cambio climático. En este escenario, ¿cómo pensar en la promoción de un desarrollo que sea realmente sostenible, más allá de los programas basados en la economía verde?
—La crisis ambiental es uno de los retos mundiales más acuciantes de este siglo y hay mucho trabajo por hacer en ese campo. Nuestra región es particularmente vulnerable a los efectos del cambio climático y se calcula que entre 2008 y 2018 hubo 29.000 millones de dólares de pérdidas por desastres naturales. Debemos avanzar rápidamente en proyectos de mitigación y adaptación al cambio climático. La CAF debe transformarse en la Banca Verde de América Latina, impulsando proyectos de infraestructura verde, de desarrollo de ecosistemas naturales urbanos, de energías limpias y renovables, de movilidad sustentable, entre otros. Pero también es necesario trabajar en una transformación productiva y cultural, que desacople el crecimiento económico y el consumo de recursos finitos.
—¿Cómo será la recuperación poscovid-19 en América Latina y cuáles cree que serán las dificultades, desafíos y fortalezas de la región en ese proceso?
—La pandemia ha puesto de relieve las debilidades estructurales que arrastra nuestra región. Esto nos presenta desafíos para atender a corto plazo, porque la pandemia no terminó aún, y otros para pensar en un esquema post pandemia. Tenemos que salir de esta compleja situación sanitaria a la vez que pensar en una recuperación post pandemia que sea justa y sostenible. Esto necesitará de un plan inteligente y focalizado, teniendo en cuenta las diferentes situaciones y coyunturas de cada país, y esto se hace, en mi opinión, siempre desde el consenso. En términos de lo urgente, sabemos la importancia de la vacunación que, junto con medidas de aislamiento e higiene, nos están dando una herramienta clave en la lucha contra este virus. Una cosa que podríamos hacer desde la CAF es ver cómo podemos trabajar para que América latina pueda producir vacunas y no dependa de otros países.
Por María del Carmen Villarreal Villamar, profesora de Ciencia Política y Relaciones Internacionales en el PPGCP-UNIRIO. Editora de Latinoamérica21.