El salario mínimo en Venezuela se desvanece a diario. Los 40.000 bolívares, decretados por el régimen de Nicolás Maduro en una Gaceta Oficial que se filtró a los medios de comunicación la segunda semana de abril, se han convertido en sinónimo de insuficiente, poco, escaso, pobre.
Entre los 10 productos de primera necesidad que se pueden comprar con el salario mensual de un trabajador venezolano se encuentra el arroz, el cual tiene un precio de 12.000 bolívares por kilo, y la pasta, que está en 13.000 bolívares; mientras que el kilo de harina de maíz cuesta 11.500 bolívares.
Si hablamos de productos cárnicos y avícolas, el kilo de pollo entero varía entre 12.500 y 16.500 bolívares, y el picadillo mantiene su precio en 15.500 bolívares. La carne de primera está en 26.000 bolívares, solo por mencionar algunos.
En consecuencia, los 40.000 bolívares se convierten en sal y agua en las manos del venezolano. Con este monto no se cubren necesidades básicas como vestido, vivienda y mucho menos un momento de esparcimiento.
“Esto es una burla”
En menos de un año, el régimen de Maduro ha aumentado cuatro veces el salario mínimo, como parte de su programa de “recuperación” económica que hasta el momento solo ha incrementado la pérdida del poder adquisitivo del venezolano, pese a la desaceleración del ritmo de la hiperinflación de los últimos meses.
En agosto de 2018, el salario subió a 1.800 bolívares, lo que para el momento representó un alza de 5.900%. Posteriormente, 3 meses después, aumentó a 4.500 bolívares (150%). En enero de 2019 se incrementó a 18.000 bolívares (300%) y en abril a 40.000 bolívares (122%).
“Yo cobro 20.000 bolívares quincenal y con eso no me compro ni una caja de pastillas para el dolor de cabeza. Esta quincena que pasó solo me alcanzó para comprar 8.000 bolívares de queso requesón y harina para arepas”, expresó entre risas Karina Oropeza, conserje de un edificio en el centro de Caracas.
Aseguró que su familia sobrevive a la crisis con los “trabajitos” que le salen a su esposo entre los días de semana. “Él es todero. Siempre le sale algo y con eso es que comemos. No es mucho, pero ahí vemos cómo resolvemos”, agregó.
Oropeza aseguró que nunca les ha faltado la comida en su casa, aunque confesó que a veces les ha tocado comer arroz sin ningún acompañante o simplemente plátano o yuca sancochados.
Una empleada pública, que prefirió mantenerse en el anonimato, rechaza que el salario mínimo en Venezuela sea de 40.000 bolívares y criticó que no se tomen medidas efectivas para mejorar la situación. “Eso es una burla. Con eso no compro nada”, dijo de manera tajante al ser consultada.
“En mi casa se come porque mi hija me ayuda. Sin ella me estaría muriendo de hambre. Los 20.000 bolívares que cobro cada 15 días, los gasto en café o en alguna fruta que me provoque de momento”, expresó.
Mencionó que el régimen les hace jornada de ventas de alimentos, pero destacó que eso no es de manera frecuente. “Hace como cuatro meses nos dieron una caja de comida. Para recibirla, duré todo el día haciendo cola. Eso no es justo. Sufro de la tensión y de la columna. Sufrí mucho ese día y no vale la pena. Nadie hace nada para resolver esto”, finalizó.
El Fondo Monetario Internacional difundió este martes un informe en el que calculó una implosión de la economía de Venezuela y una contracción de 35% del PIB contra 25% que había calculado en abril.
“La profunda crisis humanitaria y la implosión económica en Venezuela siguen teniendo un impacto devastador, y se prevé que la economía se contraiga alrededor de 35% en 2019”, dijo el FMI.
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