El boxeo y la tragedia suelen darse la mano, Yoel Finol lo sabe bien. Pero este ágil púgil venezolano se sobrepuso al asesinato de su hermana a manos de su mentor, ganó una medalla olímpica en Río de Janeiro-2016 y ahora quiere volver a hacerlo en Tokio-2020.
Medallista de plata en los últimos Juegos Olímpicos en el peso mosca (52 kg), Finol no se da golpes de pecho por el pasado y ve, con ambición, hacia el futuro: «Mis expectativas son bastante altas. Estamos trabajando para repetir la medalla y, ¿por qué no?, estar en lo más alto del podio».
«Tanto para mí como para Venezuela fue una sorpresa (la presea de Río-2016), porque yo lo que tenía era un año de haber llegado a la selección nacional (…), tenía 19 años (…), ahorita tengo más experiencia, me conozco más, tengo mejor técnica, estoy profesionalizado y tengo todas las ganas de buscar el objetivo», dice en una entrevista con la AFP.
Edwin Valero, un doble campeón mundial que ganó por KO todos sus 27 combates, estaba casado con su hermana Jennifer, con quien tuvo dos hijos, y Finol dio sus primeros pasos en el ring bajo su guía cuando era un chico de 13 años.
Las drogas y el alcohol destruyeron a Valero, quien asesinó a Jennifer el 17 de abril de 2010, se entregó a la policía y se suicidó en su celda.
Finol le perdonó hace tiempo el desgarrador dolor que causó y se queda con lo bueno: «Él fue para mí una inspiración y compartí mucho tiempo con él. Cuando se hacía el boxeo de calle en Caracas, todos los fines de semana, Edwin siempre me llevaba (…). Estaba en su mundo profesional y yo entrenaba con él».
El ‘Boxeo de Calle’, programa lanzado en 2009, aunque semiparalizado por la crisis venezolana y más recientemente por la pandemia de covid-19, capta a niños y jóvenes para la práctica del deporte en zonas pobres, castigadas por bandas criminales.
«Siempre veía sus combates. Fue un orgullo tenerlo como familia», continúa el peleador nacido en la población andina de El Vigía, en el estado andino de Mérida, 750 km al oeste de Caracas, donde coqueteó con el fútbol y el atletismo -incluso ganó un maratón-, antes de tomarse en serio el boxeo.
Originalmente Finol ganó bronce en Río-2016, pero le fue asignada plata por dopaje del ruso Misha Aloian.
«El mejor café»
La clasificación de Finol a Tokio fue accidentada. Ganó el cupo por ranking, tras la cancelación por covid-19 del preolímpico de las Américas, pautado en Argentina, y echó en falta ganarse su plaza sobre los cuadriláteros como hizo en vía a Rio-2016.
«La ansiedad fue mucho mayor, porque no hubo un clasificatorio en el que uno diga: me voy a subir al ring, voy a buscar mi clasificación y si pierdo, bueno, lo di todo», comenta este boxeador de 1,68 m. «Hubo un momento en el que temí no asistir a los Juegos Olímpicos, pero el tiempo de Dios es perfecto».
Una mañana le llamaron por teléfono.
«Recibí la hermosa noticia: clasifiqué. Fue el cafecito de la mañana. El mejor café de mi vida», cuenta con risas de alegría.
Su ciclo olímpico fue golpeado por la crisis y los conflictos dirigenciales por el control de la federación de boxeo, perdiéndose los Juegos Centroamericanos y del Caribe de 2018 por falta de boletos aéreos para la selección nacional que viajaría al clasificatorio.
No fue un caso aislado: equipos venezolanos de voleibol, sóftbol y esgrima, entre otras, dieron forfait en competiciones internacionales.
Pero fiel a su carácter, Finol se sobrepuso y saltó al boxeo profesional en 2019, al cual se dedicará de lleno después de Tokio-2020.
Ahora piensa en alimentar el palmarés de un deporte de gran simbolismo para Venezuela. Un boxeador, Francisco ‘Morochito’ Rodríguez, fue el primer medallista de oro del país sudamericano en México-1968.
«Tener mi nombre en el libro de los medallistas de Venezuela para mí es gratificante, porque el día que yo me retire de este deporte vendrán los hijos, los nietos, y ahí van a ver: Yoel Finol».
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