Con varios campeones entre las leyendas del Tour de Francia, Bélgica, uno de los países en los que la pasión por el ciclismo es más intensa, se prepara para vivir el sábado la gran salida de la edición 2019 de la «Grande Boucle», la carrera más prestigiosa del mundo.
Entre 500.000 y 1 millón de personas son esperadas a lo largo del recorrido en las 3 primeras etapas belgas del Tour-2019, en una nación que cuenta con 11 millones de habitantes.
La salida será el sábado 6 en Bruselas, en homenaje a Eddy Merckx (74 años de edad), cinco veces vencedor de la prueba entre 1969 y 1974. «El ciclismo es muy popular aquí, se practica en todos los pueblos por los jóvenes», dijo a la AFP Johan Van Win, uno de los grandes expertos del país en este deporte y consejero del ministro de la Movilidad, Pascal Smet.
Las hazañas del «Caníbal» Merckx se transmiten de generación en generación y permitieron que en los años 1970 se disparara el número de clubes amateurs, pero la semilla estaba plantada desde principios del siglo XX. Ya en 1912, en la décima edición del Tour, un belga fue campeón.
Se trató del flamenco Odiel Defraeye. «Fue un éxito que provocó entusiasmo en su país», registra la enciclopedia Universalis. Los aficionados belgas seguían entonces el Tour a través de los periódicos. Tuvieron que esperar al final de la Segunda Guerra Mundial para poder aplaudir al pelotón del Tour en sus propias carreteras.
La segunda etapa de la edición de 1947 (Lille-Bruselas) fue la primera incursión del Tour en Bélgica, recuerda Van Win. Fue el inicio de un idilio, pues apunta que la carrera pasó «seguramente una treintena de veces» por el país.
En 2017, Lieja y Verviers fueron protagonistas y ahora el Tour vuelve a territorio belga apenas dos años después. «El Tour está intrínsicamente ligado a Bélgica, el entusiasmo aquí es tan grande que cuando va al norte de Francia hace un desvío por Bélgica», subraya Jean Michel De Waele, sociólogo del deporte de la Universidad Libre de Bruselas (ULB).
En el ADN de los flamencos. Un ejemplo es el de Philippe Thys, nacido en la comuna de Anderlecht, en Bruselas, y que ganó el Tour en 1913 y 1914, y luego en 1920, después de sus años como mecánico en el Ejército del Aire belga durante la Primera Guerra Mundial.
«Bruselas tiene una gran historia con el Tour», afirma Carremans, recordando también que el inicio de la carrera se dio en 1958 bajo el emblemático Atomium, con motivo de la Exposición Universal.
Era la época de los franceses Jacques Anquetil y André Darrigade, y de los belgas Joseph Planckaert y Rik Van Looy. Este último, un especialista belga en el esprint, vivió un curioso drama en el Tour de 1962, cuando el pelotón hacía etapa en Herentals, la localidad de la que era originario. Esperaba poder brillar ante su público, pero poco antes de la llegada se pegó a un grupo que tomó un itinerario equivocado.
«Se equivocó de carretera en su propio pueblo», sonríe Van Win. Flandes, el norte de habla neerlandesa, es el que más grandes nombres ha suministrado al ciclismo en este país eminentemente llano.
«La carrera está en el ADN de los flamencos», subraya Carremans. Valonia, el sur francófono, tiene un relieve más accidentado y ofrece un terreno de entrenamiento menos fácil. Pero la región es conocida por sus grandes clásicas (Flecha Valona, Lieja-Bastoña-Lieja) y por ser la cuna también de grandes campeones, como por ejemplo Philippe Gilbert, entre los más recientes. Paradójicamente, el aficionado belga al que le encanta vestirse como un profesional para devorar kilómetros en bicicleta no utiliza tanto ese transporte en el día a día, lamentan los expertos, que comparan esa circunstancia con la mayor presencia cotidiana de la bicicleta en la vida de los vecinos holandeses. «El belga hace cien kilómetros a tope en su bicicleta de carrera, pero luego toma el coche para ir a comprar el pan», bromea Johan Van Win.
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