Con su fichaje por los Tampa Bay Buccaneers, Tom Brady sigue los pasos de Michael Jordan, Joe Montana y otros mitos del deporte estadounidense que decidieron concluir sus carreras en un equipo distinto al que forjaron sus legados, aunque su caso es único en varios aspectos.
A sus 42 años, Brady jugó durante dos décadas para los New England Patriots, donde batió récords con seis triunfos en el Super Bowl que le llevaron a ser considerado el mejor mariscal de campo de la historia.
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Cuando la crisis de salud por la pandemia del nuevo coronavirus lo permita, Brady vestirá por primera vez una camiseta diferente a la de los Patriots, como hizo también Jordan, el mítico «23» de los Chicago Bulls, cuando en 2001 volvió de su segundo retiro con 38 años y se incorporó a los Washington Wizards.
En Washington, Jordan jugó dos temporadas en las que consiguió números asombrosos para su edad (22,9 y 20 puntos media en las dos campañas) pero no consiguió llevar a los modestos Wizards a los playoffs.
En un nivel inferior, en las Grandes Ligas también se recuerdan casos como el de Tom Glavine, uno de las figuras de la dinastía de los Bravos en la década de los noventa, que abandonó Atlanta en 2003 tras 16 temporadas para pasar a los New York Mets.
Más común ha sido en el football americano que grandes estrellas abandonen sus equipos de toda la vida en la recta final de sus carreras.
Joe Montana, leyenda de los San Francisco 49ers y también en la discusión de los mejores jugadores de la historia de este deporte, se enroló en los Kansas City Chiefs cuando estaba a punto de cumplir 37 años y ya tenía cuatro campeonatos de Super Bowl y tres premios al Jugador Más Valioso (MPV) de la NFL en su vitrina.
En el caso de Montana, fueron los 49ers quienes, frente a las continuas lesiones de su estrella, decidieron traspasarle y apostar por un joven mariscal de campo, Steve Young. En la primera de sus dos temporadas en los Chiefs, Montana lideró a la franquicia hasta la final de la Conferencia Americana, donde cayeron frente a los Buffalo Bills, pero en la segunda cayeron en la primera ronda de playoffs.
Un caso más reciente y exitoso fue el de Peyton Manning, que durante 14 años fue el ícono de los Indianápolis Colts guiándoles al título en 2007. Tras perderse la temporada 2011 por lesión, los Colts permitieron que los Denver Broncos se hicieran con los servicios de Manning a sus 36 años, y éste les guió a dos finales de la Super Bowl y a un título en 2016.
Brady, el más longevo
Brett Favre, Joe Namath y Johnny Unitas son otros nombres ilustres de la NFL que salieron de sus equipos de siempre poco antes de su retiro.
Ninguno de todos estos ejemplos, sin embargo, dio el salto a la edad que lo hace Tom Brady, que en agosto cumplirá 43 años y se ha comprometido por varias temporadas con los Buccaneers.
Brady aspira a que su autoexigencia y liderazgo impulsen un salto de calidad en este equipo no solo para clasificar a los playoffs por primera vez desde 2007 sino para aspirar a una nueva final de Super Bowl, que en 2021 tendrá como sede el estadio Raymond James de Tampa Bay.
El juego, sin embargo, está cambiando y muchos se preguntan cómo Brady podrá mantenerse en la élite de los mariscales de campo frente a la nueva generación emergente.
Estrellas como Patrick Mahomes, que llevó al título en febrero a Kansas City Chiefs, o Lamar Jackson, ganador del premio al Jugador Más Valioso (MVP) de la última temporada, no tienen más de 24 años.
Ambos han revolucionado el puesto de quaterback al conjugar la precisión en el psae con una velocidad en carrera capaz de romper a las defensas.
El reto no ha asustado a Brady, un mariscal de campo más tradicional, que este viernes ha dicho estar «hambriento» por comenzar su nuevo viaje en la NFL.