La selección de fútbol de Irán recibió una tibia acogida a su regreso a Teherán tras su descalificación del Mundial de Qatar después de perder contra Estados Unidos.
Solo unas pocas docenas de aficionados esperaban a los jugadores de la selección dirigida por el portugués Carlos Queiroz cuando llegaron a última hora de anoche a la capital iraní, y que pocos medios de comunicación locales recogieron.
El delantero Sardar Azmoun expresó a su llegada que no estaba contento con el desempeño en la cita mundialista del equipo, que no logró pasar a octavos de final tras perder 0-1 contra Estados Unidos, su mayor archienemigo geopolítico desde 1979, año del triunfo de la Revolución Islámica.
Tras esa derrota se escucharon en Teherán gritos de gritos de «muerte al dictador», en referencia al líder supremo de Irán, Ali Jameneí, en una muestra del descontento de parte de la población con la situación política del país.
Esos gritos son una muestra de apoyo a las protestas que sacuden el país desde la muerte en septiembre de la joven Mahsa Amini, que falleció en septiembre tras haber sido arrestada supuestamente por haber violado el estricto código de vestimenta que rige en el país.
Las protestas han sobrevolado a la selección de fútbol de Irán y a sus jugadores, atrapados entre quienes les exigen que se unan a las movilizaciones con gestos simbólicos y quienes les acusan de traidores cuando lo hacen.
Los futbolistas iraníes no cantaron el himno de su país antes del partido del mundial de Qatar 2022 frente a Inglaterra, que perdieron 6-2, pero sí lo hicieron ante Gales el viernes y hoy ante Estados Unidos.
Horas antes del partido ante los estadounidenses, la CNN informó de que los jugadores habían recibido amenazas contra sus familias para que se comportasen.
Y es que los futbolistas se encuentran entre las figuras públicas que han apoyado las protestas de forma más clara, con manifestaciones en redes sociales o gestos en partidos.
Más de 300 personas han muerto en la represión policial y al menos 2.000 han sido acusadas de diversos delitos por su participación en las mismas, de las que seis han sido condenadas a muerte hasta ahora.