Tras un 2019 para olvidar, la hispanovenezolana Garbiñe Muguruza está de vuelta a la élite del tenis al lado de Conchita Martínez, su entrenadora. Con ella reconoce tener «una complicidad especial», y confía en volver a instalarse en el ‘top-ten’ de la clasificación de la WTA.
«Lo que tenemos muy bueno es que ella fue una jugadora de muchísimo nivel y en seguida nos entendemos. Es una complicidad muy especial, porque necesitamos la mitad de palabras para entendernos», explicó la jugadora nacida en Venezuela.
El exitoso binomio Muguruza-Martínez no es fruto de la casualidad. En Wimbledon 2017, la ex tenista aragonesa sustituyó durante dos semanas al francés Sam Sumyk, el entrenador que llevó a Garbiñe a alcanzar el número 1 del mundo y que no pudo estar en aquel Grand Slam británico por un asunto personal.
Con su guía, Muguruza se coronó por primera vez en el All England Club, 23 años después de que lo hizo la ex jugadora de Monzón. Aunque luego volvió con Sumyk, allí supo que sus caminos se volverían a encontrar.
«Conchita es una persona que siempre he considerado. Y esta vez, cuando buscaba entrenador, se dio la coincidencia de que estaba disponible (hacía pocas semanas que había finalizado su relación profesional con la checa Karolina Pliskova). Cuando llegó el momento, no dudé en contactarla para trabajar con ella«, revela.
Ambas anunciaron que volverían a entrenar juntas en noviembre pasado. Muguruza, que acabó el año 36 del mundo, su peor ránking desde 2013, había decidido que era el momento de cerrar la etapa con Sumyk y en el sí de Martínez vio una oportunidad.
«El relevo del equipo técnico fue difícil, pero como todo, el deporte son ciclos. Sentía que necesitaba cambiar de aires, una voz nueva, un nuevo equipo, renovar un poco la energía. Y lo de Conchita se dio muy rápido», señala.
Una pausa en el Kilimanjaro
Antes de empezar otra pretemporada, se fue a Tanzania a escalar el Kilimanjaro, la montaña más alta de África (5.895 metros). Necesitaba limpiar la mente, olvidarse por un tiempo del tenis y reencontrarse consigo misma.
«Era un reto personal. Quería ponerme en una situación difícil, saber de qué estoy hecha. Aprendí a estar más en contacto con la naturaleza. Fue un duro viaje de resistencia, sacrificio, mentalidad… Una experiencia muy buena», recuerda.
El ‘reset’ le sirvió para iniciar un nuevo año con ilusiones renovadas. Y, a las pocas semanas, se plantaba en su cuarta final de Grand Slam, que perdía con la estadounidense Sofia Kenin (4-6, 6-2 y 6-2).
Mantener el nivel
Tras derrotar en semifinales del Abierto de Australia a Simona Halep, la rumana declaró que, si Muguruza fuese capaz de jugar más a menudo a ese nivel, sería la mejor tenista del mundo.
La hispanovenezolana es consciente de eso y también de que le falta aportar más constancia a su juego.
«Está claro que la regularidad es algo muy difícil de conseguir. Demostrar cada día un alto nivel de tenis es un reto para todas», admitió.
De momento, la Muguruza de este inicio de 2020 se acerca a la que en 2016 ganó Roland Garros y un año después Wimbledon, y que llegó a ser la mejor tenista del mundo.
«El comenzar un año nuevo con un equipo nuevo me ha ayudado bastante. Y seguir con el trabajo también, porque los resultados llegan antes o después. Hay que ser paciente y lidiar con esa frustración. No sabía cuándo llegarían los resultados, pero la verdad es que llegó muy rápido», comentó Garbiñe, ahora en el puesto 16 de la clasificación de la WTA.
Muguruza pone orden
Su resurrección, como casi siempre, llega en un major.
«Está claro que todos los torneos son importantes, pero no puedo negar que los de Grand Slams me motivan más. Se me da mejor cuando siento esos grandes escenarios y me enfrento a las grandes jugadoras o simplemente siento esa gran adrenalina», manifiesta.
A los 26 años de edad, en su cabeza está lógicamente recuperar el número 1, «un puzzle muy grande que hay que poner junto», por eso es «muy difícil de conseguir», apunta.
Y ahora se ha puesto en manos de Conchita Martínez para que encauce su inagotable talento: «Trabajamos mucho en poner orden a todo eso. En cómo organizar la jugada, el estilo de juego. Muchos detalles técnicos que, en el alto nivel, marcan la diferencia».