Es probable, mientras se dispone a seguir estas líneas como parte de su esparcimiento dominical, que ya Ronald Acuña esté de vuelta en la nómina de los Bravos de Atlanta. A poco de comenzar la temporada 2018 de las ligas mayores, el jardinero fue enviado a las menores, decisión que provocó desconcierto y molestia entre los aficionados. De los Bravos, y en particular, entre los fanáticos venezolanos. A simple vista no era para menos. ¿Acaso el joven de 20 años de edad oriundo de La Guaira, no es el Prospecto Número Uno de todo el beisbol? Y sí, con mayúsculas.
Para comprobar su estatus en el entrenamiento primaveral, Acuña conectó para .432 con 4 jonrones y 11 carreras empujadas, las cifras más sobresalientes en el período de prácticas. ¿Entonces?, se preguntaban todos.
Faltó poco para que los Bravos y sus directivos fuesen enviados a la hoguera. Bastaba explicar y tratar de entender las interioridades de la relación laboral entre los conjuntos y los peloteros de la gran carpa en este siglo XXI, que estimularon la resolución de Atlanta.
Relación cuya naturaleza centenaria no ha cambiado, solo que ahora es más compleja dadas las exorbitantes sumas de dinero que van y vienen en el escenario. Amigos, el beisbol organizado es una empresa más, donde sus protagonistas procuran obtener los máximos beneficios.
Si Acuña pasaba los primeros quince días del calendario regular en las ligas menores, los Bravos podrían tenerlo en su plantilla de las mayores hasta 2024. De lo contrario, Ronald podría declararse agente libre un año antes. Posibilidad que Atlanta podía evitar solo si el jardinero ascendía a las ligas mayores a partir del 13 de abril.
El de Acuña no es el primer acontecimiento de este tipo en las historia de las grandes ligas. Es decir, el de un prospecto que alberga escasas incertidumbres sobre si está o no listo ya para el grado bautismal, y su equipo resuelve aventarlo por un tiempo más a las granjas de la organización. Los modelos a continuación pueden parecer desproporcionados en este instante, pero lo ocurrido después con ellos no cuenta. Este es solo un episodio apreciado como una anécdota más.
El primero, el jonronero Willie Mays, uno de los peloteros más ilustres que jamás haya pasado por las grandes ligas. Con veinte años al igual que Acuña, en 1951 apareció en el campo de entrenamiento de los Gigantes de Nueva York con una carta de recomendación que no abrigaba reservas sobre su posibilidad de custodiar el jardín central de los Gigantes desde el primer día: .353 en bateo, 4 jonrones, 8 triples, 20 dobles en 81 juegos con el Trenton «B» el años anterior. Como el de Ronald, el entrenamiento de Willie correspondió a su talento, pero el manager Leo Durocher no consiguió convencer a la directiva para que de una vez lo dejaran en el conjunto. Fue remitido a «AAA», y solo fue a Nueva York a finales de mayo luego de batear para .477 con 8 cuadrangulares y 30 impulsadas en 30 desafíos. Mays estuvo en las mayores hasta 1973, golpeó 660 vuelacercas y está en el Salón de la Fama.
En 1996, los Bravos padecieron con el jardinero Andruw Jones una coyuntura similar a la vivida con Acuña. El jardinero curazoleño, también a un paso de los veinte años de edad, se pavoneaba por el campo de entrenamiento, entretanto exhibía a todos los 25 jonrones, las 100 remolcadas, las 104 anotadas y los 56 robos alcanzados en clase «A» en 1995. La gerencia ni se inmutó y Jones fue asentado a las menores. No escaló a las mayores hasta el siguiente mes de agosto luego de coleccionar un promedio de .339 con 34 vuelacercas, 92 impulsadas y 30 bases robadas en 116 encuentros repartidos entre «A», «AA» y «AAA». Semanas más tarde ante los Yanquis de Nueva York, se convirtió en el primer bateador en despachar cuadrangulares en sus dos primeros turnos al bate en una Serie Mundial. Se mantuvo en servicio en la gran carpa hasta 2012.
No podemos saber si Miguel Cabrera estaba listo para estrenarse en las mayores aquella primavera de 2003. Pero sus 75 remolcadas con 9 jonrones y 43 dobles en clase «A» la campaña anterior, a sus casi 20 años de edad, le concedían el beneficio de una duda razonable a su favor. No obstante, los Marlins de Florida prefirieron colocarlo en «AA». El prospecto venezolano estuvo allí hasta hasta el 20 de junio cuando debutó en la gran carpa. La ocasión se presentó al ver cómo Cabrera ligó para .365, con 59 impulsadas y 10 vuelacercas en 87 juegos. Desde entonces está en las mayores con su cúmulo de números y estadísticas que no muchos han aglutinado en sus primeros tres lustros.
Eludiendo el trasfondo financiero del caso “Ronald Acuña”, desde la oficina principal de los Bravos, el gerente general Alex Anthopoulos aclaró que el descenso de Acuña a las menores perseguía la intención de darle más oportunidad de pulir sus herramientas para cuando llegara la hora de llamarlo a las Grandes Ligas. El manager Brian Snitker lo respaldó con una exposición más pormenorizada. “No creo que eso afecte a Ronald”, afirmó el piloto. “Cuando le toque llegar, queremos que sea para que se quede arriba, definitivamente”.
¿Cómo dudar de sus palabras?
El dato
.325 en bateo, 21 jonrones, 82 remolcadas, 44 robos. Parte de los números de Acuña en las menores en 2017