Río de Janeiro, sede de los Juegos Olímpicos de 2016, reencendió en la noche de este jueves su pebetero en un acto simbólico para pasar el testigo a Tokio, que el viernes inaugura la versión de 2020.
Durante la ceremonia que marca el paso del testigo, dos menores, alumnos de una villa olímpica municipal, encendieron el pebetero ante el alcalde de Río de Janeiro, Eduardo Paes, y el cónsul general de Japón Ken Hashiba.
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Encendido para Tokio
El pebetero olímpico de Río de Janeiro, parte de una obra de arte de 12 metros de altura, estuvo apagado desde la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos de 2016 y ahora estará encendido nuevamente hasta el final de la cita en Tokio.
El pebetero de Río, una atracción turística en la zona portuaria situada frente a la iglesia de la Candelaria, corona una obra de arte del escultor estadounidense Anthony Howe que imita al sol y cuyas enormes astas de acero inoxidable se mueven en diferentes direcciones de acuerdo con el viento.
«Nosotros conseguimos, con todo un escenario adverso, ofrecer unos Juegos que fueron inolvidables. Fueron unos Juegos Olímpicos que alegraron al mundo. Desde el punto de vista de su organización fueron un gran éxito y le dejaron un enorme legado a la ciudad», afirmó Paes.
Pese a destacar el legado de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, Paes, en un acto en la mañana de este mismo jueves, anunció nuevos usos para las instalaciones que fueron construidas para la cita de 2016 y que permanecían abandonadas.
De acuerdo con el alcalde, tres de los coliseos del Parque Olímpico de Río serán convertidos en escuelas municipales y otros espacios serán ofrecidos en concesión a la iniciativa privada.