Todo pelotero sueña con llegar a las grandes, repiten sin cesar los jugadores. Uniformarse con el mismo logo que alguna vez llevaron Babe Ruth, Joe DiMaggio, Derek Jeter, los criollos Luis Aparicio y Vitico Davalillo, por nombrar algunos, es el anhelo que mantiene despierto a más de uno en el terreno. Sin embargo, para Ozney Guillén, hijo menor del media blanca, no es lo primordial en su carrera.
Con una corta carrera como beisbolista, Ozney, quien cuenta con 25 almanaques en su haber, reconoce que desde un principio su objetivo no era ser un jugador, sino managear un equipo, tal y como lo ha hecho Ozzie con los Marlins de Miami, los Medias Blancas de Chicago y los Tiburones de La Guaira.
“Hace dos años me invitaron para ser manager de un equipo en los Estados Unidos pero rechacé la oferta”, dijo. “Ahorita me enfoco en ser un buen pelotero, pero a mediano y largo plazo quiero ser manager de un equipo. Me atrae la idea porque he crecido en una familia de peloteros, y he compartido junto a ellos el deporte”.
Habilidoso en la primera base, Ozney se destaca en la posición mientras bromea con sus compañeros en la práctica previa al juego contra Caribes en el universitario. A pesar de que la clasificación de los salados pende de un fino hilo, el outfielder de los escualos no se rinde ante la posibilidad de lograrlo.
En la sombra del padre. Rellenar los zapatos de quien logró múltiples victorias al bate de equipos de Grandes Ligas y junto a la escuadra que ahora maneja, no es tarea fácil.
Para Ozney, hijo menor del ganador del Guante de Oro en el 90, crecer bajo la figura de Ozzie fue una experiencia agridulce.
“Crecí con un rencor. En vez de disfrutar lo que hacía, me la pasaba pensando en él, en qué diría, qué pensaría de mí al bate y ese tipo de cosas. Por eso me retiré un año del beisbol. Me dije: ¿para qué voy a ser beisbolista si voy a estar pensando en otra persona?”, soltó.
“Me alejé de mi familia un tiempo, reflexioné y mis hermanos me aconsejaron que, así juegue mal o bien, disfrute lo que hago. Todos dicen que soy un mal jugador pero, gracias a Dios, no me han botado de ningún equipo hasta ahora. Eso dice mucho de mi personalidad, de mis características. A lo mejor caigo bien, no sé (risas), pero es eso, ser yo mismo hasta el final”, concluyó.