Noah Lyles, el nuevo bicampeón del mundo de 200 metros, es el gran showman del atletismo estadounidense y a la vez un activista en favor de la salud mental.
Este jueves, el velocista maravilló a los aficionados estadounidenses en el Hayward Field de Eugene (Oregón) al conquistar el oro con un deslumbrante tiempo de 19.31 segundos, a 12 centésimas del récord mundial de Usain Bolt.
Además de la espectacular carrera, Noah Lyles no decepcionó tampoco en su celebración, rugiendo de felicidad ante las gradas, desgarrando su maillot y haciendo con sus manos el gesto Kamehameha del popular manga Dragon Ball.
La exhibición del atleta de Gainesville (Florida) lo convirtió, a sus 25 años, en el estadounidense más rápido de la historia en los 200 metros. Superó así el anterior récord del estelar Michael Johnson (19.32).
Aspirando a que su figura trascienda el deporte, Lyles también dibuja, pinta y canta, llegando incluso a soltarse con un rap en el estadio de Zúrich tras la final de la Liga de Diamante en 2019.
«Está bien ser rápido, pero ¿qué es lo que realmente te lleva a la cima?», se preguntaba en una entrevista con el diario The Washington Post.
«Usain Bolt, su nombre ha entrado en el corazón de la gente, más allá del deporte. Michael Phelps, nadador, más allá del deporte», enumeró. «¿Qué les hace pasar de ser populares en la pista a serlo en todo el mundo? No puedes llegar allí si juegas a ser otra persona».
Tan carismático como feroz competidor, Noah Lyles está recuperando el antiguo trash talk, provocaciones al rival, de los velocistas que había quedado tapado bajo el dominio de Usain Bolt.
En 2019, se burló de Christian Coleman, campeón mundial de los 100 metros, en las redes sociales.
Y el pasado junio, en su gesto reciente más polémico, señaló con el dedo a Erriyon Knighton, un prodigio de 18 años, al derrotarle por dos centésimas en las pruebas de clasificación estadounidenses. Knighton, ganador del bronce este jueves, abandonó la pista furioso.
Infancia con problemas
Nacido el 18 de julio de 1997, Lyles pasó mucho tiempo de niño en el hospital para tratar su asma, antes de que le extirparan las amígdalas a los seis años.
Sus padres, ambos exatletas, se divorciaron cuando tenía 13 años: junto con su hermano menor, Josephus, quien es parte del equipo de Estados Unidos de relevo 4×100 metros, se fueron a vivir con su madre, mientras su hermana mayor, Abby, lo hizo con su padre.
Disléxico y con déficit de atención, Lyles pasó por dificultades en la escuela repitiendo un curso.
Sin embargo, demostró ser un diamante en bruto en el atletismo, deporte en el que se inició a los 12 años con su hermano.
Tras convertirse en profesional nada más salir del instituto, sin pasar por la universidad como es norma en Estados Unidos, Lyles se quedó sin clasificarse para los Juegos de Rio-2016 por apenas 9 centésimas de segundo a los 19 años.
Su temporada de explosión fue 2018, con 15 victorias en la Liga de Diamante, antes de coronarse por primera vez en el Mundial de Doha de 2019.
«Me siento yo mismo»
Su imparable ascenso se vio impactado por la pandemia de covid-19 y el año pasado en los Juegos Olímpicos de Tokio se conformó con un bronce.
En 2020 hizo público que tomaba medicamentos antidepresivos. Dijo que era una de sus mejores decisiones ya que había podido comenzar a «pensar sin el trasfondo mental oscuro de que nada importa».
«Tokio fue una prueba para mi salud mental, que superé», dijo Lyles este jueves. «Eso también hace que este día sea extraordinario, porque he demostrado que puedo sumergirme en una tormenta de pensamientos oscuros y salir de ella».
En Eugene, acompañado de su hermano y frente a su público, Lyles recuperó las sensaciones necesarias para una gesta como la del jueves.
«Aquí me siento como yo mismo por primera vez en años. No me he divertido tanto desde 2018. Incluso en 2019 estaba agotado por una larga temporada mientras que aquí estoy rebosante de energía», explicó tras las primeras series del lunes.
Esta nueva mentalidad «es el resultado de mucho trabajo, en terapia. De haber abierto los ojos a algunas de mis relaciones, de encontrarme, de hecho, de saber por qué corro», explicó.
«Y además soy un showman. Me gusta complacer a la gente», recordó. «Fue imposible durante dos años y me afectó. Mi psiquiatra me dijo: Sin el público tus carreras serán mediocres. Creo que tiene razón».