Criado en Filadelfia, la ciudad del famoso personaje hollywoodense Rocky Balboa, Nalek Korbaj espera honrar en Tokio-2020 la tradición de boxeadores olímpicos de Venezuela.
Cuando crecía en Estados Unidos no subía la emblemática escalinata del Museo de Arte de Filadelfia como el Rocky de Sylvester Stallone, pues prefería el fútbol americano en la casa de los Eagles en la NFL. Sin embargo, una década después de regresar a Venezuela, competirá en sus primeros Juegos Olímpicos en la categoría semipesado (-81 kg).
«Yo quiero buscar una medalla. Confío en mí y lo que debo hacer es que entrenar duro, estar concentrado y tener fe», cuenta a la AFP Korbaj, de 25 años de edad, los dorados grillz que cubren varias piezas de su dentadura relucen con su sonrisa.
A este púgil de corta estatura para su peso, 1,74 mts, le agrada escuchar cuando le llaman Rocky.
La comparación puede ser cliché, pero la acepta orgulloso: «Me comenzaron a llamar El Rocky de Venezuela porque soy pequeño y me van a tocar puros boxeadores altos. Me gusta porque nunca se rinde Rocky en la película, como yo, y no le tiene miedo a nadie».
El boxeo es uno de los deportes más representativos de Venezuela en Juegos Olímpicos.
El país ganó su primer oro olímpico de la mano de un boxeador, Francisco Morochito Rodríguez, en México-1968. Siguieron su estela en el ring Pedro Gamarro, Bernardo Piñango y Yoel Finol, con platas en Montreal-1976, Moscú-1980 y Río-2016. También están Marcelino Bolívar y Omar Catarí, con bronces en Los Ángeles-1984.
«Ningún rival es imposible»
Nacido en Mérida, en los Andes venezolanos, Korbaj empezó a calzarse los guantes al volver a su país tras vivir en Filadelfia de los 3 a los 13 años.
«Un tío me dijo: prueba el boxeo. Nunca había pensado que el boxeo iba a ser lo mío y cuando vi mis primeros sparrings y fui bajando boxeadores, dije: bueno, sí es lo mío», relata.
Le llamaban entonces El Gringo, porque le costaba hablar español.
En este ciclo olímpico, Korbaj ganó oro en los Juegos Bolivarianos de 2017 y los Suramericanos de 2018 y bronce en los Panamericanos de 2019, en los que le plantó cara al campeón semipesado de Río-2016, el cubano Julio César La Cruz.
«Lo que traté de hacer fue encontrar el nocaut, porque confío en mi pegada. Esa pelea estuvo cerradita», relata al recordar el enfrentamiento con La Cruz, quien estará en Tokio-2020, pero en los 91 kg, pues subió de categoría.
Korbaj podría cruzarse con otro campeón olímpico de Cuba, Arlen López, que subió de los 75 a los 81, y con el número uno de esta división en la AIBA (Asociación Internacional de Boxeo Aficionado), el kazajo Bekzad Nurdauletov.
La diferencia de tamaño, tal como entre Balboa y el gigantesco Ivan Drago en la cuarta entrega de la saga de Rocky, es notable: López mide 1,78; Nurdauletov, 1,88.
«Ningún rival es imposible», zanja Korbaj.
Por ahora tres pugilistas de Venezuela están en Tokio-2020: Gabriel Maestre (-69 kg), que disputará sus terceros Juegos, y Korbaj en los cuadros masculinos; e Irismar Cardozo (-51 kg) en los femeninos.
Ha habido tropiezos como la ausencia del país en el boxeo de los Juegos Centroamericanos y del Caribe de 2018 por falta de boletos aéreos en medio de una grave crisis económica.
«No boxing no life»
Korbaj admira al mexicano Saúl «Canelo» Álvarez, quien con 1,73 de estatura tuvo el cinturón semipesado de la Organización Mundial de Boxeo.
El merideño lleva tatuada en el bíceps izquierdo la frase «no boxing no life», la misma que porta en el mismo lugar el multicampeón mundial en cinco categorías. También luce en el brazo un león con una corona.
«El león es el rey», avisa convencido de que puede prosperar en la selva del boxeo, aspirando a ser profesional tras Tokio-2020.
Le anima haber visto ganar una presea olímpica a Yoel Finol, un compañero de selecciones nacionales, quien se colgó originalmente el bronce en Río-2016 en el peso mosca (-52 kg), pero le fue asignada plata por dopaje del ruso Misha Aloian.
«Crecimos juntos en el boxeo (…). ¿Por qué no yo?».