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Mike Tyson: de la orgía perpetua a la llamada del ring

por El Nacional El Nacional

Mike Tyson, un nombre y un apellido que aún produce temblor al pronunciarlos. Los del destructor más letal que haya dado el boxeo, que anuncia ahora con 53 años de edad que quiere volver a subir al ring.

Regresar al ensogado en el que reinó en una carrera que se disparó en el Hilton de Las Vegas cuando se convirtió en el campeón más joven de los pesados de la historia (20 años) al noquear en 1986 a Trevor Berbick en el segundo asalto.

Un periplo de dos décadas en el boxeo que terminó en 2005 con una derrota frente a Kevin McBride para cerrar su carrera con 50 victorias (44 antes del límite) y seis derrotas.

Tyson destructor y autodestructivo

Tyson, tan destructor como autodestructivo, deslizó en una charla con el rapero ‘T.I’ que volverá por «una causa benéfica». «Mi intención es ponerme en forma y poder hacer combates de tres o cuatro asaltos para la beneficencia. Para ayudar a personas sin hogar y con problemas de drogas, como me ocurrió a mí», avanzó.

El Bronx, lugar de falsas amistades y prostitución

De eso sabe mucho ‘Iron Mike’, que se crió en el Bronx de Nueva York rodeado de las amigas prostitutas de su madre, que probó la cocaína cuando tenía 11 años y que para no sufrir vejaciones optó por hacerse más fuerte y dominar la ‘Ley de la calle’.

El mismo Tyson, que cayó en las manos de Cus D’Amato, preparador del ex campeón Floyd Patterson, quien le sacó de los reformatorios, se convirtió en su padre, le pulió bajo un régimen militar en una modesta casa de Catskill, le hizo ver que en sus puños tenía un arma para escapar del hoyo y le convirtió en una bestia.

«Todo el mundo tiene un plan hasta que le sueltas la primera hostia», resumía Tyson, que siempre prefirió ser «el villano en vez del héroe». Una historia cruda relatada en su biografía (‘Toda la verdad’) que consigue revolver el estómago.

La llegada de los millones

Luego llegarían los miles de millones con Don King como promotor (e incluso Donald Trump frente a Leon Spinks), la orgía perpetua de sexo, alcohol y drogas, los nocatus espectaculares hasta desembocar en el que sufrió él ante James ‘Buster’ Douglas en el Tokyo Dome en 1990, la violación (siempre negada) de la aspirante a ‘Miss América Negra’ Desirée Washington, por la que fue encarcelado en 1992 y pasó tres años en prisión.

De vuelta a ser campeon

Pero volvió y otra vez fue campeón. Y entonces llegó la derrota ante Holyfield en 1996. Y el posterior mordisco con el que arrancó un trozo de la oreja de su rival en la revancha. Y la decadencia tras su retirada. Arruinado, vendía autógrafos y hacía entrenamientos públicos por los casinos de Las Vegas, donde fue más grande que Elvis Presley.

Ahora, parece haber encauzado un poco su vida. Aunque por un camino poco ortodoxo: su empresa de cultivo de marihuana (legal en muchos estados de EE UU) Tyson Ranch parece darle medio millón de dólares al mes, según informa el portal AS.

¿Tyson un buen ejemplo?

De carambola en carambola, sorteando la muerte dentro y fuera del ring, hasta el anuncio de su vuelta al boxeo para la que ya se entrena para convertirse en ejemplo. Alguien que casi nunca sirvió de ejemplo de nada.

«Empiezo a estar mejor. Hago dos horas de cardio, una hora de bicicleta y otra de cinta de correr y después pesas ligeras con 250-300 repeticiones. Empiezo el día con boxeo, una media hora de combinaciones. Me duele, siento como si tres tipos me pateasen el trasero», añadió.

Seguro que un dolor más asumible que el de sus puños, los más terribles de la historia.