Gradas vacías, mercato sin movimientos, derechos de televisión a la baja… La burbuja del fútbol parece haber estallado bajo el efecto de la pandemia de covid-19. Con varios millones de euros de pérdidas para los clubes, las perspectivas son inquietantes para 2021.
Sobre el papel, el deporte del balón rodaba en 2020 sin obstáculos hacia nuevos registros financieros de récord: el FC Barcelona iba a sobrepasar los 1.000 millones de euros (1.225 millones de dólares) en cifra de negocios, y los clubes franceses contaban con dar un salto cualitativo gracias a los nuevos contratos de derechos de televisión, que les garantizasen 1.200 millones de euros por temporada (1.470 millones de dólares).
Pero la crisis sanitaria rompió en mil pedazos el cántaro de leche.
Las competiciones se interrumpieron durante varios meses en la primavera, algo nunca visto en Europa en tiempos de paz.
Los aforos reducidos o incluso las puertas cerradas, impuestos por las autoridades para frenar la expansión del coronavirus, acarrearon de paso una merma de ingresos por billetería.
Sin entrada de dinero durante el confinamiento, a los clubes no les quedó otra posibilidad que recortar gastos de donde pudiesen. Paro parcial, bajadas temporales de salarios de jugadores, aplazamientos de pago, despidos…
Y algunos más polémicos que otros. Como cuando el actor que encarnaba al Gunnersaurus, la mascota del Arsenal con forma de dinosaurio, logró conservar su empleo gracias a una ola de solidaridad por parte de los jugadores aficionados del club londinense.
En total, los clubes europeos podrían acumular hasta 4.000 millones de euros (4.900 millones de dólares) en descenso de ingresos desde el inicio de la pandemia hasta mediados de 2021, según la Asociación Europea de Clubes.
¿Bancarrota?
Resultado, en el último mercato los gastos en fichajes cayeron como nunca antes: 43% menos de media en los 5 grandes campeonatos europeos, según los cálculos del Observatorio del Fútbol de Neuchâtel (Suiza), que ascendió a -75% en España, donde los dos gigantes, Real Madrid y Barcelona, deberán reducir su masa salarial.
Al término de una negociación con sus jugadores, el club catalán anunció a finales de noviembre una reducción de salarios de 122 millones de euros (150 millones de dólares) para esta temporada y aplazó 3 años el pago de los bonos variables.
Y la prolongación más allá de junio de 2021 del contrato de Leo Messi sigue en suspense.
Ante ese marasmo, que afecta también a las federaciones nacionales, la UEFA indicó a la AFP haber entregado «236,5 millones de euros (290 millones de dólares) a sus miembros de forma anticipada para permitir una respuesta rápida a los problemas creados por la pandemia».
La FIFA, por su parte, prometió un plan de 1.500 millones de euros (1.840 millones de dólares) entre subvenciones y préstamos dirigidos a más de 150 asociaciones nacionales.
Lejos de los oropeles de las grandes ligas europeas, muchos futbolistas profesionales se han visto sin recursos con el parón de competiciones.
¿Es real el riesgo de bancarrota para el fútbol mundial? Los grandes clubes «no están en peligro por el momento, porque tienen muchos aficionados, una marca…», analiza Raffaele Poli, responsable del Observatorio del Fútbol, quien se muestra más preocupado por los «pequeños presupuestos».
Riesgo de desarraigo
A ello se añade el quebradero de cabeza de los derechos de televisión, fuente principal de ingresos de los clubes.
En constante inflación en el siglo XXI, el panorama se presenta incierto a corto plazo.
Es paradigmático el caso del fútbol francés, que ha perdido de forma inesperada a su difusor Mediapro, cuando los clubes ya contaban con esas sumas hasta 2024.
O los clubes italianos, muy endeudados, consintieron en ceder a fondos privados 10% de la futura sociedad encargada de comercializar los derechos de la Serie A. «Han hipotecado su propio producto, de por vida», señala Raffaele Poli.
Sin embargo, la brecha económica entre los clubes la élite europea y el resto podría aumentar, con la amenaza latente de una Superliga europea cerrada y reservada a los más poderosos.
Con clubes con cada vez menor arraigo en su territorio, el riesgo de una «desafección» del público es notorio, y se incrementará más cuanto más tiempo pase hasta que las gradas puedan recibir de nuevo a sus inquilinos, apunta Raffaele Poli. «Cuanto más dure, peor, también para las nuevas generaciones, más apasionadas de los videojuegos y del e-sport que del fútbol».