La madrugada en la que a Antonio Sano le cubrieron los ojos para no descubrirlos por semanas, estaba en su rutina, presto para salir de casa en Caracas y empezar el trabajo de cada día, y que lo llevó a ser el entrenador de caballos de carrera de mayor éxito en la historia de Venezuela. Un turf que por muchos años estuvo ligado a Argentina, desde donde llegaban caballos que nutrieron su atractiva competencia.
Mientras se lo llevaban, Sano, entonces de 46 años, sólo pensó en su familia. Ni en la muerte, ni en los caballos, ni en el establo al que ya no llegaría, al menos esa mañana, y quién sabe si lo haría alguna vez.
Fueron días de agonía los que siguieron a la oscuridad interminable. Entre cinco y siete hombres lo llevaron en vilo, indefenso y desprevenido. Luego, un sucucho sin ventanas, ni inodoro, ni agua. Sano fue encadenado a una pared. Hombres enmascarados le hacían sentir que estaban allí pero no estaban; le ponían una pistola en la cabeza y amenazaban con apretar el gatillo. Pasar el tiempo sin comer fue lo de menos; perder 15 kilos, una consecuencia insignificante. Con suerte, el menú traía arroz o algo de pollo. La mente sintió mucho más el castigo del claustro.
Según trascendió, se pagaron unos 320.000 dólares como rescate, tras una emocionante colecta que incluyó amigos, entrenadores, jockeys, y hasta peones, y tuvo con el empresario Salomon del Valle, el aporte principal. Se descuenta, igual, que la familia Sano enajenó la mayoría de sus bienes. Antes, Antonio había sufrido un secuestro express, que terminó luego de una recorrida por cajeros automáticos.
«Soy el entrenador más ganador de Venezuela en su historia. En 19 años gané 3400 carreras, Valencia -ciudad ubicada a 150km de Caracas- era mi base pero gané en todo el país», cuenta a la nacion desde Miami, el destino que lo obligaron a elegir después y en el que ahora tiene a uno de los mejores caballos, Gunnevera (foto). Tan bueno es, que el 27 de enero correrá la Pegasus World Cup, la carrera con más altos premios del mundo: 16 millones de dólares.
-¿La situación política influyó en su secuestro?
-Fui el cuidador más ganador y a eso atribuí el secuestro. No influyó el tema político. Fui apolítico toda la vida. El 24 de julio de 2009 me llevaron de mi casa a las 5.25 am, yendo para el hipódromo. Gente organizada, todo el tiempo con los ojos vendados, nunca supe quiénes eran.
-¿Cómo fue esa mañana?
-En el momento mismo en que me montaron en el auto me vendaron los ojos. Lo pasé tratando de no perder la noción del día y la noche hasta que llegó el día de la liberación, cuando terminó el tormento.
-¿Qué hizo, qué pudo hacer?
-Comer, dormir, pensar y rezar. Ningún contacto, estuve totalmente aislado. Fueron 36 días indescriptibles. Nunca supe quién me tenía ni dónde estaba. Nunca tuve información. La policía nunca supo nada.
-¿Cómo se resolvió?
-Gracias a Dios se resolvió hablando y tratando con la gente. Mi suegro, Aldo Botte, estuvo a cargo. Es una persona ajena a la hípica. Todo el día se hablaba del caso mío, en todos los medios. Después pasé diez días en el hospital.
-Siendo un profesional de éxito se supone difícil la decisión de emigrar. ¿Fue así?
-Pero todos me respaldaron. Mi familia, mi esposa María y mis tres hijos. En Gulfstream Park (el hipódromo de Hallandale, cerca de Miami) empezamos una vida nueva. Conté con apoyo de Rodolfo García y Antonio Choffi, entrenador. Venezolanos los dos. Empezaron a reclamar caballos con propietarios de Venezuela. Llegué el 22 de marzo de 2010. Conocía Estados Unidos pero de vacaciones, nunca pisaba los hipódromos. No tuve miedo (de empezar de nuevo en un medio desconocido) por todo lo que había pasado.
Se percibe en la respuesta un desahogo, uno más en los últimos diez años. Las ganas de hablar de turf surgen a borbotones. La memoria exacta de las fechas -y la hora de su su secuestro- es una marca. Se entiende su reserva para revelar datos de sus captores, o del lugar de cautiverio. Tampoco hace referencia a la suma que se pagó para su liberación.
-¿Se tuvo que adaptar a las costumbres de entrenamiento norteamericanas?
-La forma de entrenar es la misma, aunque no se usa montura en los vareos, típico de Sudamérica. No traje peones, vinieron, Jesús Prada y Enrique Torres, son mis asistentes. Están muy contentos, habíamos trabajado juntos en Venezuela.
-¿Y la adaptación al nuevo ambiente, al país?
-Cuando comencé tenía el inglés básico de la universidad, pero la mayoría del personal es latino. No me puedo quejar: gané 7 temporadas en Estados Unidos, en Calder y en Gulfstream Park West. Gané desde claimings baratos (reclamos de caballos de bajo precio) hasta stakes (clásicos).
Sano no se había apartado de su metodología austera cuando les recomendó a Del Valle, Guillermo Guerra y Jaime Díaz para reunir 16.000 dólares y comprar a Gunnevera, una bicoca a la vista de los resultados.
-¿Ha quedado una parte de su familia en Venezuela?
-Tengo a mis padres en Venezuela, estoy muy preocupado por ellos. Viven en Caracas. Tienen 88 años, son inmigrantes europeos, ambos italianos. María y Salvatore. Llegaron con mis abuelos. Mi padre trabaja en el hipódromo y mi mamá en una peluquería. Fue groom (peón) y hasta el día de hoy trabaja en el mantenimiento de La Rinconada (el hipódromo de Caracas) y Valencia. Están muy contentos ahora por mí, pero yo me siento muy mal, por la incertidumbre.
-¿Sufren los problemas de abastecimiento?
-Sí claro, ellos sufren la falta de abastecimiento.
-¿Intentó llevarlos con usted a Florida?
-Sí, pero ellos tiene su vida, su casa y están a una altura en la que se les hace difícil semejante cambio.
-¿Y usted, alguna vez pensó que estaría en esta situación, en una de las hípicas más exigentes del mundo?
-No, yo tenía éxito en mi país. Esto es una bendición de Dios, una vida nueva, un futuro. Nunca me propuse objetivos. Mi mujer sí pensaba, por mis hijos. Trabaja en un colegio aquí; en Venezuela era profesora de posgrado en ingeniería civil.