Hace 75 años, el 8 de abril de 1945, se disputó el último encuentro de la Primera División del beisbol caraqueño, el circuito que allanó el camino para el inicio del profesionalismo en los diamantes venezolanos y la ulterior creación de la LVBP.
El duelo, en el estadio Cerveza Caracas, en San Agustín del Norte, fue protagonizado por el Vargas y el Magallanes. Aquellas escuadras eran apodadas en la prensa y en las conversaciones de café como “Sabios” y “Navegantes”, aunque estos no fueran sus nombres oficiales.
El Vargas se llevó la victoria 3 carreras por 2, recuerda el historiador Javier González, primer director del Museo y Salón de la Fama del Beisbol Venezolano.
Vidal López, uno de los jugadores más espectaculares de la época, se fue de 4-2 y aseguró esa tarde el título de bateo, con .464 de average. “El Muchachote de Barlovento” se mantendría con los turcos en el futuro, aunque en un nuevo frente.
“Luego de esa temporada de la Primera División, se disputaron algunas series en Caracas, mientras que en Maracaibo se celebraba el último torneo de Primera Categoría”, relató González. “Luego vino la Serie Mundial de Beisbol Amateur, la segunda que se jugó en el país, y en diciembre se creó la LVBP”.
Venezuela conquistó en esa cita universal su tercera corona del globo, lo que terminó de impulsar a los dueños del Vargas, Magallanes, Venezuela y Caracas a dar nacimiento a una liga ciento por ciento profesional.
La LVBP casi nace con 5 equipos
El quinto elenco que participaba en esa edición de la Primera División, los Sapos, estuvo muy cerca de figurar entre los miembros fundadores del nuevo circuito. “Pero sus dueños desistieron unas semanas antes de la constitución de la liga”, contó González, autor de múltiples libros sobre la pelota criolla.
El 12 de enero se disputó el primer choque de la LVBP. Poco después nació también la Liga de Beisbol Profesional del Zulia, que se disputó entre 1946 y 1954, antes de dar paso a la Liga Occidental.
La Primera División, al igual que la Primera Categoría marabina, combinó peloteros aficionados, elegibles para las selecciones nacionales, con estrellas nativas que eran pagadas por sus servicios e importados de alto vuelo. Astros como los cubanos Cocaína García y Martín Dihigo, miembro del Salón de la Fama de Cooperstown, vinieron al país en aquellos tiempos fundacionales.