Únicamente tres deportistas de Venezuela han ganado una medalla de oro en Juegos Olímpicos. El esgrimista Rubén Limardo es uno de ellos y promete a sus 34 años unas cuantas estocadas más «con la mirada en Tokio 2020».
Tras celebrar en Lima 2019 su tercer oro en espada individual en los Juegos Panamericanos, palmarés al cual se suma un cuarto por equipos, dos ideas le obsesionan: volver a un podio olímpico -esta vez acompañado por sus hermanos Francisco y Jesús- y dar impulso a una nueva generación de esgrimistas que herede sus éxitos.
«El día que yo me retire, sé que no va a quedar un vacío», comenta Limardo en entrevista con la AFP.
No le gustan, sin embargo, preguntas sobre el retiro. Mientras resistan sus rodillas, cruzadas por cicatrices de viejas operaciones, se niega a soltar la espada.
«No veo el retiro todavía. Yo veo el retiro cuando ya no figure, pero mientras siga figurando, mientras siga dándole resultados a Venezuela en todo el ciclo olímpico, en el campeonato mundial, seguiré», subraya.
«Todos pueden”
Como parafraseando el «todos para uno y uno para todos» de Los tres mosqueteros, el campeón olímpico en espada individual en Londres 2012 habla con insistencia de sus hermanos. Rubén, Francisco y Jesús Limardo integran, junto a Gabriel Lugo, el equipo masculino de espada de Venezuela.
«Queremos una medalla por equipo (en Tokio 2020). ¿Por qué por equipo? Porque si yo me gano una medalla por equipo, mis hermanos son medallistas olímpicos y eso sería historia para Venezuela, para mi familia y, sobre todo, para mi mamá», expresa.
Su fallecida madre, Noris, fue junto a su tío y entrenador, Ruperto Gascón, el corazón de un proyecto llamado Los Polaquitos para ayudar a jóvenes atletas a viajar a Polonia, una de las mecas de la esgrima.
Dos décadas después, el plan ha derivado en la Fundación Limardo y el Centro de Esgrima Gascón Carreño, en Lodz, a unos 120 km de Varsovia. Una veintena de esgrimistas trabaja allí.
Cinco de las seis preseas de la esgrima venezolana en Lima 2019 (un oro, dos platas y tres bronces) tuvieron como dueños a deportistas de ese núcleo, destacándose los medallistas de plata Jesús Limardo, de 23 años, y Patricia Piovezan, de 25. Jesús fue rival de Rubén en la final de la espada.
«Estamos esperando el fruto de la nueva camada. Ya salió Jesús, ya salió Patricia, y sus resultados les dan la visión a los otros (que vienen atrás) de que ellos también pueden (…). No es Rubén. Todos pueden», resalta.
Ello, mientras el deporte llanero cede terreno por la crisis económica venezolana. El país perdió en el ciclo, en vía a Tokio 2020, un tercio de las medallas de oro conquistadas en camino a Río de Janeiro 2016.
Tokio y más allá
Limardo está en Caracas haciendo rehabilitación. Compitió «remendado» en los Panamericanos, recuerda, con vendajes en ambas rodillas y el codo izquierdo.
Busca evitar el quirófano para volver en octubre a Polonia, y en noviembre, a la competencia. «Si de aquí salgo con las rodillas de un muchacho de 20-25 años, ¡cuenten conmigo para París 2024!», agrega sonriente.
Y su broma, está convencido, no es una fantasía: el húngaro Geza Imre fue campeón mundial en 2015 y subcampeón olímpico en Río 2016 habiendo pasado los 40 años. «Para París tengo 39, ¿por qué no?».
Pero primero lo primero: Tokio
Limardo está bien ubicado en el ranking individual, con un buen colchón de puntos por una plaza olímpica. Sí será más difícil entrar con sus hermanos, como desea, pues al cuarteto vinotinto le hará falta remontar en los listados.
Hay ganas. Se fue con las manos vacías en Río 2016 tras unirse en Londres 2012 al boxeador Francisco «Morochito» Rodríguez y el taekwondista Arlindo Gouveia como los olímpicos dorados de Venezuela.
«Tal vez había mayor ambición y deseo (en Londres 2012) porque no tenías nada (…). A Tokio vamos con la misma ansiedad porque otra vez no tenemos nada», avisa.
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