Una década en los banquillos ha necesitado Mauricio Pochettino para encarar el momento más importante de su carrera como entrenador y liderar el trance más relevante en toda la historia del Tottenham Hotspur, su actual club, por primera vez en una final de la Liga de Campeones.
La entidad londinense pretende asentarse entre los clubes más relevantes de un fútbol inglés en plena escalada. Con entidades solventes dirigidas por propietarios con recursos. Dominadores ahora en el Viejo Continente.
El presente del Tottenham ha estado condicionado por la fuerte inversión realizada para disponer de un estadio a la altura de los tiempos. Y eso ha mediatizado la financiación de su plantel, expuesto a un período aparentemente de transición que ha culminado, de forma inesperada, en el momento más especial en la biografía del club.
Cuarto puesto en la Premier y la final del Wanda Metropolitano. Cotas insospechadas meses atrás fruto de la siembra pasada, de bases establecidas y del trabajo de su mentor y hombre milagro, Mauricio Pochettino. El técnico de Santa Fe, de 47 años de edad, ha sido capaz de manejar un plantel limitado, sin refuerzos, castigado por las bajas pero espoleado por el entusiasmo transmitido por un hombre que nunca perdió la fe y que sobrevivió a cada eliminatoria aferrado a la supervivencia hasta el final.
Pochettino, que puede ser el segundo preparador no europeo, junto al también argentino Luis Carniglia con el Real Madrid en 1958 y 1959, en coronarse vencedor en la historia de la Liga de Campeones, está a un partido de alcanzar la gloria en el torneo más reputado en el fútbol del Viejo Continente.
Nunca antes el Tottenham se topó con una situación así. Distanciado de los momentos cumbre desde hace décadas, su bagaje internacional solo cuenta con los logros en la Copa de la UEFA en 1972 y 1984, además de la final que perdió contra el Feyenoord en 1974, y el trofeo en la extinta Recopa en 1963. Carece de relevancia alguna en la Copa de Europa la entidad londinense, que se ha sobrepuesto a cada uno de los contratiempos con los que se ha topado en las eliminatorias.
Mauricio Pochettino, que terminó segundo en la fase de grupos por detrás del Barcelona y que selló la clasificación en la última jornada, salió airoso de los cuartos y las semifinales de forma milagrosas. Tras superar los octavos con cierta solvencia ante el Borussia Dortmund, al que ganó los dos partidos, se encaró con el Manchester City, al que ganó en la ida (1-0) y con el que perdió en la vuelta, en el Etihad, aunque anotó tres goles que le dieron la clasificación.
Había perdido a su líder, Harry Kane, que llevaba 17 goles en la Premier y cinco en Europa. Pochettino tuvo que hacer encaje de bolillos para superar el trance. Fernando Llorente, un secundario que pudo abandonar el club en diciembre, marcó el gol de la clasificación. Fue un héroe insospechado en un partido loco con un final de infarto.
No tuvo menos épica la semifinal contra el Ajax, la sensación de la temporada. El equipo holandés ganó la ida en Londres. El Tottenham entró en el tiempo añadido eliminado. Entonces emergió el brasileño Lucas Moura, que firmó un triplete en Amsterdam, con un gol en el último minuto del partido, para culminar una remontada inolvidable y llevar al Tottenham a la final. Llorente y Lucas Moura fueron parte del ideario del técnico argentino. Secundarios, hombres de club al máximo rendimiento cuando la ocasión lo necesita.
Importantes en cualquier caso para Pochettino. Cumple el técnico sudamericano su quinta campaña en londres. Subcampeón de la Premier en la 2017 y tercero en la 2018 ha sido un técnico más que rentable. Tanto por los resultados obtenidos como por el rendimiento que ha conseguido en la entidad, a la que ha dotado de activos ahora de gran valor, procedentes del talento de sus divisiones inferiores.
Es Pochettino un técnico que cree sobre todo en la energía. Da más valor a la persona, al jugador, que a los esquemas. Para el argentino, el rigor táctico lo dan los futbolistas. A lo largo de su trayectoria Mauricio Pochettino ha demostrado ser capaz de hacer mejores a sus jugadores y también al equipo. Eso fue lo que llamó la atención de Daniel Levy, presidente del Tottenham. Llevaba año y medio en la Premier cuando el mandatario del club londinense pensó en él. Había llegado en el mercado invernal del 2013 para salvar al Southampton. Consiguió la permanencia y en la temporada de después le dejó octavo. Aunque fue en el Espanyol donde comenzó todo. A inicios del 2009 como sustituto de emergencia de Jose Manuel Esnal Mané.
Pochettino había sido un emblema como jugador del conjunto catalán a donde llegó procedente del Newells Old Boys. Defendió la camiseta del equipo barcelonés ocho temporadas en dos etapas distintas. Y al poco de colgar las botas llegó al banquillo como solución. Salvó al Espanyol y después le acomodó en el ecuador de la tabla aunque fue destituido a final del 2012. El técnico argentino, que ahora ha disfrutado de noches mágicas, inolvidables, en Europa, aún recuerda la permanencia que consiguió con el Espanyol.
«No hubo nada como aquello». Algunos le consideran alumno de la escuela de Bielsa. Él, no. «He trabajado con muchos. Con Marcelo, con Camacho, con Luis Fernández. De todos he aprendido», presume Pochettino, alineado con la presión alta, el ataque directo y la defensa compacta. una fórmula ideal para la Premier que ahora ha calado en Europa.
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