El Atlético de Madrid encarriló el pase a las semifinales de la Liga Europa, aún pendiente del partido de vuelta en Lisboa, con una victoria tan práctica como incontestable frente al Sporting de Portugal, en un ejercicio de favorito del equipo rojiblanco, que explotó los errores atrás de su adversario.
El primero a los 22 segundos, con un gol de Koke Resurrección; el segundo, en el minuto 40, por medio de Antoine Griezmann, para dar un paso firme, aún no concluyente, hacia la penúltima ronda del torneo, quizá con un marcador más corto de lo que apuntó por ocasiones, con cuatro paradas de Rui Patricio, entre el despropósito defensivo de su rival, enfocado en Mathieu y Sebastián Coates.
Hay una premisa esencial en el fútbol, en cada entrenador, en cada equipo y en cada jugador: la tensión. Más aún cuando comienza el partido, cuando se entra en acción. La diferencia entre tenerla o no puede ser determinante, como este jueves en sólo 22 segundos, que le dieron para mucho al Atlético, porque empezó a toda velocidad.
A su pérdida de balón unos instantes después del saque de centro respondió con presión, sin una sola duda de lo que había preparado en el vestuario, de lo que debía hacer, lanzado a por su rival para encontrarse con un increíble regalo del uruguayo Sebastián Coates en un pase que habría sido seguramente mucho más certero con tensión.
No la tuvo el central charrúa, que entregó su envío horizontal, blando, dirección a Jeremy Mathieu, a Diego Costa, una concesión imperdonable por el Atlético y por el delantero. La controló, vio el desmarque de Koke, se la puso al espacio y el centrocampista batió a Rui Patricio.
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