A cuatro días de comenzar la mayor fiesta mundial del fútbol, aficionados armados de brochas, pinturas, pitas, tijeras y papel ultiman detalles sobre algunas calles de Río de Janeiro, que se visten de color para apoyar a su Canarinha, pese a la apatía que ronda este año a sus seguidores en Brasil.
Las pocas calles de Río que acompañan con su vistosidad a la selección se pierden entre los barrios que tradicionalmente brillaban por sus originales diseños en épocas del Mundial.
Con nostalgia, los que mantienen viva la tradición recuerdan cómo, en otras oportunidades, la ciudad más emblemática de Brasil se vestía de verde y amarillo un mes antes del torneo.
La tradición de adornar las calles de la ciudad carioca con diseños y símbolos del fútbol brasileño, que se remonta al mundial de 1978, ya no tiene el entusiasmo de otros años y para acompañar a su selección en Rusia en este 2018 las ganas de los aficionados se han visto aplacadas y el esfuerzo ha exigido más motivación de lo habitual.
Los patrocinios de empresas han prácticamente desaparecido y la colaboración de los vecinos, otrora activa y dinámica, este año redujo presupuestos y limitó la mano de obra.
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