Será un Grand Slam distinto a todo lo conocido durante décadas: sin público, sin prensa, sin clasificación, con un mínimo de jueces de línea, ball-boys y asistentes, y jugadores aislados desde hace ya dos semanas, lo que no ha evitado algún contagio. La amenaza del covid-19 no deja espacio para las múltiples atracciones que ofrece Manhattan. Justo es reconocerle a la federación de tenis de los Estados Unidos (USTA) su tenacidad y el empeño dispuestos para llevar adelante su torneo más importante contra las mareas de la pandemia, sin llegar a la cancelación, como sucedió con Wimbledon, ni tampoco a la postergación que sí dispuso Roland Garros. El US Open 2020 comenzará este lunes 31 de agosto, convertido inesperadamente en el segundo Grand Slam del año, siete meses después de un Abierto de Australia que, coronavirus mediante, parece ahora muy distante, como de otro tiempo y otra normalidad.
Este Abierto de los Estados Unidos llevará un asterisco por varias razones. La organización respetó los cuadros principales de 128 jugadores para los singles de varones y mujeres, y a regañadientes aceptó el torneo de tenis adaptado (sobre silla de ruedas, con la participación de Gustavo Fernández). Pero redujo a la mitad el draw de dobles, y volaron de un plumazo el dobles mixto y todas las pruebas de juniors y exhibiciones de seniors, y también las clasificaciones de singles, que suele disputarse en los días previos.
En consonancia con la crisis económica global generada por la pandemia, por primera vez el US Open achicó la recompensa global a 53,4 millones de dólares, casi 5% respecto del año pasado. Eso sí: la USTA dispuso un fondo de US$ 6,6 millones para distribuir entre aquellos jugadores que tenían por ranking la posibilidad de jugar la qualy y los dobles, y que no pudieron estar presentes en Nueva York. La redistribución del ingreso incluyó un crecimiento para los premios de las tres primeras ruedas, y una reducción de casi 10% en los premios de los campeones.
El renovado estadio Louis Armstrong, convertido hace unos meses en comedor para trabajadores y personal sanitario, mientras la pandemia asolaba Nueva York, retomó la normalidad en las últimas semanas. Al igual que el imponente Arthur Ashe, lucirá inmenso sin las decenas de miles de espectadores que solían acudir en cada jornada al Billie Jean King Tennis Center. Es tiempo de barbijos obligatorios casi hasta el momento de jugar, de llevar siempre encima el gel desinfectante y limpiar hasta los cubiertos: Diego Schwartzman reconoció que emplea una alarma que le recuerda lavarse las manos cada dos o tres horas.
Todo vale para evitar problemas como el que tuvo como víctima a Guido Pella: su preparador físico, Juan Manuel Galván, dio positivo en un test que se le realizó dentro de la «burbuja», y de modo preventivo, el zurdo bahiense y el boliviano Hugo Dellien, que también trabaja con el «Titán» Galván, fueron aislados durante varios días, lo que les impidió jugar el torneo de Cincinnati y entrenarse a la par de los otros jugadores en el complejo Billie Jean King. Nada más lejos de lo ideal: después de seis meses, Pella volverá a jugar oficialmente este martes, con la posibilidad de tener que disputar cinco sets si el partido así lo exige.
El domingo 30 de agosto, el que quedó afuera del torneo fue Benoit Paire: el francés -22° del ranking- dio positivo en el test, y más allá de ser asintomático, automáticamente fue excluido del cuadro principal y aislado por los próximos 10 días. Otros colegas de Paire corren también el riesgo de quedar al margen por haber estado en contacto cercano: Richard Gasquet, Adrian Mannarino, Grégoire Barrere y Edouard Roger-Vasselin también podrían quedar fuera de la prueba.
«Están pasando demasiadas cosas raras para que todo pueda seguir tan normal», cantaría Charly García. Son días extraños en Nueva York, y no solo por la pandemia. Apenas horas antes del comienzo del torneo, Novak Djokovic y Vasek Pospisil, que dejaron sus puestos dentro del Consejo de Jugadores de la ATP, anunciaron la creación de la PTPA (la Asociación de Jugadores Profesionales de Tenis), un desmembramiento de la ATP de consecuencias aún imprevisibles. Pospisil presentó una imagen con varios jugadores -entre ellos Schwartzman y Pella-, y un concepto: «La PTPA no llegó para ser combativa, para separar o causar problemas dentro o fuera del circuito. Simplemente queremos unir a los jugadores, que se escuchen nuestras voces y tener un impacto en las decisiones que afectan nuestras vidas».
La rebelión no tuvo el apoyo de otras dos grandes figuras con muchísimo peso dentro del tour. «El mundo vive una situación difícil y complicada. Creo que estos son tiempos para estar tranquilos y trabajar juntos en la misma dirección. Es hora de estar unidos, no separados. Son momentos en los que se pueden lograr grandes cosas, siempre que el mundo del tenis esté unido. Todos tenemos que trabajar juntos. Tenemos un problema grande, y la desunión no es la solución», escribió Rafael Nadal en su cuenta de Twitter tras conocer la postura de Djokovic. Desde Suiza, Roger Federer adhirió plenamente a las palabras del zurdo de Manacor. Así transita estas horas el circuito masculino, entre la ruptura y el status quo.
¿Cambia, todo cambia? No. Algunas cosas se mantienen inalterables: Djokovic sigue invicto en 2020, de enero a agosto, aunque se hayan perdido casi seis meses por el camino. El serbio empezará este raro US Open con la chapa de número 1 y máximo favorito, basado en sus tres títulos en la Big Apple (2011, 2015 y 2018); llegó, además, a otras cinco finales. Su récord de 23-0 en lo que va del año se amplió en las últimas horas con la conquista del Masters 1000 de Cincinnati -que se mudó a Nueva York-, a expensas de Milos Raonic. Fue su 60° título en canchas duras sobre 80 celebraciones y su 35° trofeo en Masters 1000. Su papel de gran candidato cuenta con otro aval: las ausencias de Nadal y Federer; el español prefirió quedarse en Europa y preparar la postergada gira de canchas lentas, con Roland Garros como gran objetivo, y el suizo se recupera de una operación en la rodilla que lo dejará sin jugar por lo que resta de esta temporada.
Pero, visto de otro modo, las ausencias de dos históricos como Nadal y Federer les abren la puerta a otros candidatos que buscan festejar por primera vez a lo grande: no es lo mismo tener solo a Djokovic como máximo desafío, que toparse con al menos dos leyendas en la ruta a la gloria. Es una oportunidad que asoma para una generación postergada, con Dominic Thiem de 26 años de edad, Daniil Medvedev de 24, Alexander Zverev de 23, Stefanos Tsitsipas de 22 e incluso el renacido Raonic de 29 como referentes. Para ellos, el «sueño americano» es conquistar por primera vez un Grand Slam.
Djokovic, se sabe, pretende las altas cumbres: si vuelve a festejar en Nueva York, llegará a 18 coronas del máximo nivel, a tiro como nunca de Nadal con 19 y Federer con 20. Así de distantes son los objetivos. Estos son los que han decidido lanzarse a la aventura en los Estados Unidos. Habrá, cómo no, varios ausentes: además de Nadal y Federer, tampoco acudieron Gael Monfils (9°), Fabio Fognini (11°), Stan Wawrinka (15°), Kei Nishikori (31°, recién recuperado de Covid) y Nick Kyrgios (40°), entre otros.
Entre las mujeres, las bajas son aún mayores, lo que deja un Abierto más debilitado, incluidas seis ausentes en la lista de las 10 mejores. Por diversas razones no acudieron Ashleigh Barty (1ª), Simona Halep (2ª), Elina Svitolina (5ª), Bianca Andreescu (6ª, defensora del título), Kiki Bertens (7ª) y Belinda Bencic (8ª). Así, las principales candidatas serán Karolina Pliskova (3ª), Sofia Kenin (4ª, campeona de Australia), Serena Williams (9ª) y Naomi Osaka (10ª). Serena atacará una vez más en busca de ese 24° título de Grand Slam que le permita igualar el récord de Margaret Court. Dentro de cuatro semanas cumplirá 39 años de edad y su primer título del US Open fue en el siglo pasado: 1999. No luce invencible como en otros tiempos, y por eso la llave femenina se muestra abierta a nuevos nombres para la consagración. Si de sorpresas y curiosidades se trata, este US Open 2020 las ha ofrecido incluso antes de empezar.