Hans-Max Gamper Haessig se disparó en la cabeza y murió en cuestión de segundos. El estruendo se escuchó desde el dormitorio del departamento en la calle Girona 4, en la zona suroeste de Barcelona.
Al oírlo, su esposa Emma corrió desesperada, halló el cuerpo tendido en el suelo y tomó la misma pistola con la que su marido se había suicidado. Pero la empleada de la casa forcejeó hasta arrebatarle el arma y así evitó que ella también se quitara la vida.
Desde 1966 se disputa anualmente en el Camp Nou una copa en su honor. Es un busto que recibe a miles de hinchas dentro del estadio. Hasta el complejo deportivo donde practican las divisiones inferiores lleva su nombre.
Sin embargo, pocos conocen la historia y mucho menos el trágico final de «Joan Gamper», el fundador del Fútbol Club Barcelona hace exactamente 120 años.
«Me hubiese gustado contar con más información sobre él, siempre hubo como un secreto familiar. Del abuelo no se podía hablar, no se nos contaba nada, como si no hubiese existido. Era un tabú», reconoce Emma Gamper.
Es una de sus nietas y habla en el documental Gamper, L’Inventor del Barsa, que se estrenó el año pasado.
Jordi Ferrerons, director y productor ejecutivo de la película, reafirma a La Nación ese ocultamiento del que fue víctima Gamper.
«Cuando decidimos hacer el documental quisimos mostrarle al público la figura de un hombre injustamente olvidado, del que se conoce su obra pero no su vida, porque precisamente se la tapó», explicó Ferrerons. «Es tan rica y tan desconocida, porque muestra además las circunstancias históricas del país».
La historia de Gamper
Nacido en la ciudad de Winterthur (Suiza) en 1877, Hans -su nombre cambiaría a Joan en tierras catalanas- perdió de niño a su madre. Rosine Emma Haessig murió de tuberculosis.
-
Táchira empató con Caracas en primer partido de la final del Torneo de Clausura
-
Leo Messi deja atrás a Cristiano Ronaldo en la carrera por ser el mejor del mundo
Emigró con su padre banquero y sus cuatro hermanos a Zurich. Allí se destacó en la práctica de deportes como ciclismo, natación, atletismo, tenis y, por supuesto, fútbol. Fue goleador del Basilea y capitán del desaparecido Excelsior FC.
En 1896 fundó el F.C. Zurich. Un año más tarde, por motivos laborales, debió instalarse en la ciudad francesa de Lyon, donde jugó al rugby en el Athletique Union. Era inocultable su pasión por las actividades deportivas, sea cual fuere la disciplina.
En 1898 se produjo la mudanza que cambiaría su vida como parte también de un viaje de negocios. Se dirigía al África para establecer algunas empresas comerciales de azúcar, cuando decidió hacer una escala en Barcelona para visitar a su tío Emili Gaissert.
Él lo alertó de las dificultades que afrontaría en ese continente y lo persuadió para que se quedara en la ciudad condal.
Allí se estableció, mientras dividía su tiempo entre los negocios y los deportes, sin perder contacto con los amigos que había dejado en Suiza. Incluso, se convirtió en corresponsal de un par de diarios deportivos de ese país.
Para ellos escribía columnas semanales sobre las actividades de Cataluña y las dificultades que encontraba para su deporte preferido: el fútbol.
Hasta que se animó a publicar en el semanario local Los Deportes una convocatoria para paliar su aburrimiento.
«Nuestro amigo y compañero Mr. Kans Kamper, de la sección Foot-Vall (sic) de la «Sociedad Los Deportes» y antiguo campeón suizo, deseoso de poder organizar algunos partidos en Barcelona, ruega a cuantos sientan aficiones por el referido deporte se sirvan ponerse en relación con él, dignándose al efecto pasar por esta redacción los martes y viernes por la noche de 9 a 11″, escribió.
Once jugadores respondieron al llamado y fueron reunidos en el gimnasio Solé. Cercano a la zona de La Rambla, hoy existen allí dependencias municipales y una placa.
En ella puede leerse: «En este local fue fundado el F.C. Barcelona por Joan Gamper el día 29-11-1899».
Se decidieron pocas cosas la noche de la fundación: crear un club, que lleve el nombre de la ciudad y que debían empezar a jugar lo más pronto posible. Nueve días más tarde se disputó el primer encuentro (derrota 0-1 ante un equipo inglés) en el que el propio Gamper jugó y luego redactó la crónica, publicada el 13 de diciembre.
Respecto a los históricos colores blaugrana, todavía no hay uniformidad sobre cómo se decidieron, aunque sí se conoce que se adoptaron después del primer partido.
Durante muchos años se dijo que estaban basados en los del Basilea, con el que se destacó Gamper. Pero en 2016 se reforzó la teoría de que responderían a un equipo de rugby del colegio Merchant Taylors, de Liverpool. Allí estudiaron los hermanos Frederick y Arthur Witty, integrantes de los primeros equipos del Barsa.
Internas religiosas y peligro de extinción
Los cimientos del F.C. Barcelona tambalearon en sus primeros años. De los 12 fundadores de la institución, la mitad eran extranjeros. Y encima protestantes, en una comunidad estrictamente católica.
Tres suizos, dos británicos, un alemán y seis catalanes convivían dentro de un equipo en el que Gamper brillaba con sus goles y llegaría a una estadística envidiable: 120 tantos en 51 partidos, entre 1899 y 1903.
Pero la división entre católicos y protestantes creció hasta desembocar en la salida de los foráneos, que a su vez eran los mejores jugadores del equipo. En consecuencia, los malos resultados se acumularon y la cantidad de socios decreció hasta llegar a la dramática suma de 38.
Entonces se llevó a cabo la histórica Asamblea del 2 de diciembre de 1908 en el gimnasio Solé -el mismo escenario de la fundación- con un solo orden del día: tratar la desaparición del club.
La página oficial del Barcelona (www.fcbarcelona.es) describe lo acontecido en aquella reunión.
«El directivo Francisco Sanz explicó con detalle la situación del Club, que se estaba hundiendo deportivamente, económicamente y socialmente», dice el portal. «Una vez terminado su parlamento, todo hacía pensar que el F.C. Barcelona se disolvería definitivamente y, después de un silencio sepulcral, el vicepresidente (y jugador) Wallace preguntó: «¿Pero no hay nadie que se atreva a levantar el Club?». Si hay alguien, todos los jugadores le apoyaremos».
En ese instante, Gamper abandonó el mutismo que había mantenido hasta entonces, se levantó y dio un enérgico discurso.
«Barcelona no puede ni debe morir. Si no hay nadie, yo asumiré la responsabilidad», fue su frase más contundente.
En los días siguientes se dedicó a realizar un trabajo de convencimiento puerta a puerta de socios e hinchas, les explicó la importancia de seguir pagando la cuota y prometió que el equipo iba a continuar y que la institución iba a crecer.
«Gamper fue un hombre abnegado que hizo todo cuanto estuvo a mano por el Barcelona. No solo lo fundó, sino que lo salvó de la desaparición», destaca el periodista David Salinas, redactor del diario deportivo catalán Sport, en diálogo con La Nación.
También se destacó en el rugby
Un año antes, Joan se había casado con Emma Pilloud, una ferviente católica con la que tuvo dos hijos, Marcel y Joan Ricard, lo cual lo ungió de una aceptación social que no había gozado hasta ese momento. El Barcelona se convirtió entonces en un símbolo de la ciudad sin mayores resistencias.
Tres meses después de asumir como presidente, inauguró el primer estadio, La Escopiadora, con tribunas de madera y capacidad para 6.000 espectadores. Se llenaba tanto que en varias ocasiones los hinchas debían sentarse sobre una pared lateral, dejando media cola afuera para mantener el equilibrio y evitar una caída. De allí nació el apodo de «culés».
Catalanismo, persecución en Barcelona y exilio
La prosperidad económica que había conseguido le permitió a Gamper salir a contratar a grandes figuras para su equipo, tales como el arquero Ricardo Zamora o los goleadores Josep Semitier y Paulino Alcántara, quien fue el máximo anotador de la historia del Barça (369 goles) hasta que lo superó Lionel Messi.
Durante sus cinco etapas como presidente, Barcelona conquistó 11 campeonatos de Cataluña, 6 Copas del Rey y 4 copas de los Pirineos. Otro de sus legados fue la construcción en 1922 del nuevo estadio de la entidad, Les Corts, con capacidad para 30.000 espectadores y para el cual aportó la mitad del costo del terreno.
Pero a Gamper le costó horrores aceptar el avance irrefrenable del profesionalismo de los años veinte. Su concepción del deporte amateur y su pasión por casi todas las disciplinas chocaron de frente con las exigencias monetarias de los futbolistas; quizás una de sus máximas decepciones haya sido cuando Zamora, el capitán de su equipo, decidió cruzarse de vereda para fichar por el rival de la ciudad, el Espanyol, tras largas discusiones por un dinero que el arquero pretendía cobrar.
El 14 de junio de 1925 fue el día en que todo cambió. Por obra de la casualidad o del destino, aquella jornada significó un punto de inflexión en la vida de Gamper. Barcelona jugaba un intrascendente partido amistoso ante el Júpiter Fútbol Club, para el cual había sido invitado un grupo de marineros ingleses que habían anclado en el puerto de la ciudad.
Un homenaje al fundador del FC Barcelona
Como acto de cortesía, los ingleses ofrecieron su banda de música para entretener al público durante el descanso. Primero entonaron el himno británico, que fue retribuido con aplausos; pero cuando tocaron la Marcha Real española se produjo una silbatina de reprobación en clara señal del sentimiento independentista que reinaba -y hasta hoy continúa- en Cataluña.
Se encontraba allí el gobernador civil de Barcelona, Joaquín Milans del Bosch, quien informó del suceso al presidente de España, el dictador Miguel Primo de Rivera. La sanción no se hizo esperar: clausura total del club por seis meses, en los cuales no se pudieron cobrar las cuotas sociales y tampoco desarrollar ninguna actividad deportiva.
Gamper partió al exilio, acusado de «apología del catalanismo». Lo recibió un tío materno, Hans Haessig, alcalde de la ciudad de Aarau, en Suiza. Por cuatro años estuvo radicado allí, aunque también visitaba a sus amigos de Zurich y cuando podía, emprendía algunas escapadas de incógnito a Barcelona aunque sin acercarse a la institución.
En 1929 le permitieron volver a Barcelona, pero la prohibición de concurrir al club se mantuvo. En octubre, sus negocios se derrumbaron con la caída de la Bolsa de Wall Street, donde Gamper tenía numerosas acciones. Encima, después de aquel «Jueves Negro» en Nueva York continuó comprando acciones con la expectativa de que en algún momento repuntaran.
Angustiado por las finanzas y deprimido por su alejamiento forzado del club, se disparó en la cabeza el 30 de julio de 1930, a los 52 años de edad. Su mujer Emma le organizó un funeral católico, que fue multitudinario y en el que los jugadores del Barcelona llevaron el féretro. Después del sepelio, su esposa impuso el silencio sobre su figura en el seno familiar.
«Gamper aunó características sociales y políticas muy incómodas para el franquismo: extranjero, protestante, catalanista y, en cuarto lugar pero no menor, fundador del equipo rival del Real Madrid, un símbolo del régimen. Y encima se suicidó, hecho que hasta los más fieles seguidores del Barça desconocían y que además va contra los preceptos del catolicismo», explica Ferrerons a La Nación.
Cuando en 1954 se construyó el Camp Nou, la piedra fundacional de Les Corts fue trasladada hacia allí y el recuerdo de Gamper se vio reflejado en los diarios que propusieron su nombre para el nuevo estadio. Pero el entonces presidente del club, Miró Sans, recibió una carta del delegado nacional de Deportes de la dictadura de Francisco Franco, general José Luis Moscardó: «Ni se te pase por la cabeza poner el nombre que anda circulando», le escribió con tono imperativo.
Al otro día, su nombre desapareció nuevamente de los periódicos.
El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!
Apoya a El Nacional