El milagro de Maradona. La devoción con la que los simpatizantes de Gimnasia y Esgrima La Plata recibieron en septiembre pasado a Diego, que tomaba las riendas de un equipo atribulado, con la tabla de los promedios quitándole oxígeno, encontró una respuesta mágica, dentro de la situación atípica que desencadenó el brote mundial del covid-19.
La Asociación del Fútbol Argentino cancelará los descensos hasta 2022, una decisión que se oficializará tras la votación del Comité Ejecutivo este martes.
Acostumbrado a deslumbrar en los campos de juego, esta vez Maradona tuvo a su mejor cómplice para desatar la jugada impensada en un escritorio, un espacio que el «Diez» siempre observó con desdén y desconfianza.
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La crítica situación de Maradona
La carrera contrarreloj que desanduvo el Lobo bajo la conducción de Maradona no encontró los mejores caminos para esquivar la crítica situación: seis victorias, cinco empates y siete tropiezos, cifras de una campaña alimentaba con gotero las esperanzas.
El calendario se consumía y la solución no aparecía. En el Bosque, además de hacer cuentas con los números propios -Gimnasia superó equipos, pero nunca salió de los cupos de descenso-, también apelaban a las variables que ofrecía el resto de los clubes involucrados en la zona de riesgo de la tabla de los promedios.
Actualmente, Patronato le sacaba dos puntos de ventaja y Colón, cinco. Central Córdoba, de Santiago del Estero, y Aldosivi, de Mar del Plata, dividen por una y dos temporadas, respectivamente, por lo que podían trepar con rapidez o hundirse a la misma velocidad.
Maradona se aferraba a un milagro
Maradona y los suyos observaban y se aferraban a los desbarajustes externos para concretar el milagro. En el mano a mano con esos rivales, Diego celebró ante los santiagueños -el primer éxito en el Bosque – y marplatenses, e igualó con los santafesinos, pero esa efectividad se evaporaba ante el resto.
Volcánico, irregular en sus pensamientos, Maradona contagió esperanza, ansiedad, pasajes de desilusión y descontento.
El sello de Diego siempre estuvo latente, desde la presentación en sociedad: un estadio repleto, con inflables con el rostro del Diez y la camiseta de la selección; bengalas con humo azul, banderas gigantes, arengas, lágrimas y el «acá estoy en mi casa», con el que el entrenador conquistó a algún corazón rebelde. La revolución había empezado apenas se anunció la contratación, con una avalancha de simpatizantes inscribiéndose como socios.
El camino para que Gimnasia se quede en primera
La política del club hizo estallar el sueño y dos meses después del arribo, una renuncia dejaba vacío a todos los que se ilusionaban con la salvación. La salida de la figura política del presidente Gabriel Pellegrino, el hombre que lo había contratado, fue el detonante.
«Él dijo que está para sumar, no para dividir», anunció como un portavoz, el mandamás del Lobo.
«Tomo esta decisión con todo el dolor del alma, porque el presidente no va a presentarse en las próximas elecciones [..] estábamos encontrando el camino para que Gimnasia se quede en primera», escribió, a modo de despedida, en Instagram, el 19 de noviembre. Aunque en Estancia Chica describió que del cargo «lo sacaban con la Gendarmería».
Dos días más tarde, la película tuvo un giro cinematográfico, y el Diez se puso de nuevo al frente del plantel. Los sectores políticos llegaron a un acuerdo y la delicada situación quedó zanjada, por la figura de Maradona. A su vez, el director técnico respondió al pedido de los hinchas, que ensayaron banderazos y vigilias para torcer la decisión.
Desafió al presidente
«Si hay que irse al descenso, nos vamos los 22 al fondo. Me quedo pase lo que pase, me voy a vivir a La Plata, no quiero más dos horas de ida y dos horas de vuelta a casa», apuntó, después de caer con Rosario Central, en el Gigante de Arroyito, donde tuvo el recibimiento menos explosivo, por su pasado en Newell’s.
En el diálogo con la transmisión de TV, camino al vestuario, ese sendero que parece eterno para su cuerpo dolorido, lanzó otra de sus típicas frases, que conllevan ironía, pero también actúan como advertencia: «Que no se le ocurra al presidente de Gimnasia echarme, porque si no lo echo yo a él».
Terminó la Superliga, donde Gimnasia cayó en la jornada final contra Boca, en la Bombonera, resultado que consagró campeón a los xeneizes ; empezó en medio de la polémica la Copa de la Superliga -empate con Banfield-; el desafío público de pedirle al presidente del Lobo seguir un año más como entrenador en enero pasado y el último mensaje que obró casi como aquellos milagros que Maradona compuso como futbolista en un campo de juego:
«Sanear la economía de los clubes tiene que ser la prioridad. Tenemos que sacar los descensos de esta temporada, y de la siguiente. Pero mantener los promedios. Y que todos sigamos armando planteles competitivos. Es crucial, Los clubes tenemos que salir de esta todos juntos», escribió en redes sociales.
El Comité Ejecutivo de la AFA tendrá que aprobar este martes los cambios y Maradona terminará de salvar del descenso a Gimnasia. El futuro será incierto, como suelen ser las páginas del libro que escribe Diego, que asoma convencido y con fuerza para dar nuevas batallas. La fuerza de la manada es el lobo, y la fuerza del lobo es la manada, como indica el Libro de la Selva.