Desde la conversión de su padre ecuatoriano en entrenador de tenis hasta la mudanza de su madre, el recorrido de ensueño de Leylah Fernández hasta la final del Abierto de Estados Unidos ha sido un asunto familiar.
La canadiense, con 19 años recién cumplidos, superó el jueves en las semifinales a la número dos del mundo, la bielorrusa Aryna Sabalenka, por 7-6 (7/3), 4-6 y 6-4 y se citó en la final con la británica Emma Raducanu, otra joven prodigio de 18 años.
El padre de Fernández, Jorge, es la pieza clave de la carrera de Leylah. Exfutbolista ecuatoriano, Jorge consiguió ejercer de instructor de tenis para su hija y todavía traza la estrategia de los partidos de esta excepcional tenista zurda.
Por eso, Fernández no dio crédito cuando hizo una videollamada a su casa de Florida después de su mayor victoria y su padre le preguntó cómo lo había hecho porque él estaba viendo un partido de fútbol.
«Bromeó con que vio un partido de fútbol», dijo Fernández, en la misma noche en que la selección de Ecuador perdió 1-0 ante Uruguay en la clasificatoria suramericana a Qatar-2022.
En realidad «disfrutó (de mi partido). Tenía una gran sonrisa», dijo radiante la finalista, que también habla un fluido español por enseñanza de su padre.
Partiendo del número 73 del ranking mundial, Fernández ha dado una de las grandes sorpresas de la temporada del tenis al tumbar en Nueva York a tres integrantes del top-5: Sabalenka (2º), Naomi Osaka (3º) y Elina Svitolina (5º). Nadie logró esta hazaña en un Grand Slam desde Serena Williams en 2012.
«No es solo mío»
Con un lugar reservado en la final, Fernández relató la historia de cómo su madre, una canadiense de ascendencia filipina, se trasladó a Estados Unidos para conseguir mayores ingresos y apoyar a la familia y el sueño de su hija de jugar al tenis.
«Mi madre tuvo que ir a California durante unos años para apoyar a mi familia y apoyarme a mí en el mundo del tenis», explicó. «Esos pocos años fueron definitivamente duros para mí, porque necesitaba una madre, necesitaba que alguien estuviera ahí para mí entre los 10 y los 13 años».
«Apenas la vi en esa época. Cada vez que la veía, era como ver a una persona extraña pero al mismo tiempo a alguien tan familiar», reflexionó.
Aquella difícil experiencia es una de las razones por las que la tenista está tan feliz de tener a su madre alentándola en las gradas de Flushing Meadows (Nueva York).
«He tenido mucha suerte de tener a mi madre aquí en este torneo, animándome y divirtiéndose conmigo todo este tiempo», agradeció. «Hemos pasado por muchas cosas juntos como familia. Me alegro de que ahora mismo todo esté de nuestro lado».
El apoyo de su entorno fue clave para desarrollar su fortaleza mental, una de las grandes virtudes de su audaz tenis. «Definitivamente fue difícil al principio aceptarlo», dijo sobre la partida de su mamá.
«No creo que solo haya hecho yo el trabajo, sino también mis padres, mi padre. Él también tomó la decisión un día de empacar nuestras cosas e ir a Estados Unidos para poder estar con mi mamá porque era demasiado» para ella, relató.
«¿Saben qué? Me alegro de haber tomado esa decisión, de que mi madre se fuera a California, porque me hizo más fuerte, y creo que a mi familia también», consideró. «Estoy eternamente agradecida por todo lo que nos ha pasado».
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