Lo vivieron nuestros abuelos. Las selecciones nacionales de beisbol fueron tan competitivas, dieron tantas buenas noticias a Venezuela, que terminaron haciendo de la pelota el pasatiempo nacional.
No fueron nuestros grandeligas quienes enraizaron el gentilicio a los diamantes. Bigleaguers eran muy pocos en los años 40, apenas el Patón Carrasquel y luego Chucho Ramos. Para cuando el Chico Carrasquel dio el salto a los Medias Blancas de Chicago, en 1950, la Vinotinto tenía tres títulos mundiales (los de 1941, 1944 y 1945), la LVBP empezaba a consolidarse en los corazones de la gente, especialmente por la rivalidad entre Caracas y Magallanes, y en Occidente florecía otra liga que llegó a tener igualmente reconocimiento de la MLB.
Aquel auge duró hasta entrados los años 60. La última gran conquista de las selecciones absolutas fue la corona panamericana de 1959, con una divisa en la que estuvieron, entre otros, Dámaso Blanco y Luis Peñalver.
El lento declive que comenzó entonces está ligado a la lenta, pero indetenible exportación hacia el beisbol organizado. Ya para los 90, cuando comenzaban a establecerse las academias de la Gran Carpa en nuestro país, la caída era barrena. El beisbol Doble A, que tantos talentos dio, fue extinguiendo su llama. Cuando comenzó el nuevo siglo, el interés estaba en los bonos y las firmas por cientos de miles, a veces millones de dólares. Los adolescentes dejaban presurosos el ámbito federado. El divorcio con la Vinotinto nunca fue mayor que en esos 30 años.
La creación del Clásico Mundial, en 2006, cambió un poco esa tendencia. Al menos para la afición se hizo posible soñar con un equipo ideal, pensar en otra corona universal, ahora con los mejores bigleaguers a bordo. Las frustraciones siguieron a aquella primera reunión, porque la escuadra criolla nunca ha concretado la legítima aspiración de todos, ni siquiera en 2009, cuando estuvo tan cerca y no se pudo.
Algo ha cambiado, sin embargo, en los años recientes. Algo que tuvo un nuevo capítulo en Managua, las pasadas dos semanas.
Los procedimientos de la Federación Venezolana de Beisbol no son los mismos desde que terminó el ciclo que cerró el Clásico Mundial de 2017. Por primera vez se aceptó que era necesario abordar de manera diferente el problema fundamental que afecta a todas nuestras seleccione nacionales, esa imposibilidad de ganarle un pulso a las Grandes Ligas. Era necesario encontrar recovecos por donde meterse, para trabajar por los objetivos antes esquivos. Así llegó la contratación de Luis Blasini como gerente de los representativos del patio, en todas sus categorías y torneos.
Veteranos de peso se sumaron para eventos del Ciclo Olímpico. Jugadores de Ligas Menores y ex bigleaguers todavía en forma se incorporaron a sucesivos llamados. La sub 23 logró el oro en el clasificatorio regional de 2018 y atrapó luego el bronce en el Mundial de ese año. Los Juegos Centroamericanos y del Caribe, aunque terminaron con una frustración, permitieron la integración de varios protagonistas de la LVBP. Fevebeisbol incluso mejoró en la fórmula para el Premier 12 de 2019 y la historia demostró que el camino era el correcto, pues aunque la Vinotinto no pudo trascender, su trabajo de varias semanas, la planificación y una buena convocatoria permitieron levantar la autoestima con triunfos ante México, Cuba y Puerto Rico, contando desde la etapa previa al torneo.
La sub 23 vuelve a ser una sonrisa ahora, con otra clasificación al Mundial, como hace meses lo fue la absoluta en femenino, que también logró su ticket a la reunión universal. Llega marzo, con el preolímpico en puertas y la esperanza de dar un golpe a nivel continental. El Clásico está también a la vista, a la vuelta de 2021, y todo apunta a que el equipo que forman Blasini y Aracelis León, presidente de la FVB, mantendrán los procedimientos y las formas.
Faltan más victorias internacionales, para poder afirmar que renace la época dorada de nuestro beisbol federado. La misma escuadra que acaba de conseguir su pase en Managua necesita reforzarse para la cita universal, posiblemente con otros ligamenoristas que se mostrarán durante la temporada que está por comenzar. Y el Clásico sigue siendo una deuda, una herida palpitante en el orgullo de la fanaticada.
Al menos las cosas se están haciendo bien. La Vinotinto, aunque todavía sea con timidez, demuestra que puede volver a ser un motivo de sonrisas para la afición.
@IgnacioSerrano
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